A la Rusia de Putin le preocupa que Trump tenga como objetivo marginarla

de Vladimir Rozanskij

La falta de reacción a la cadena inusual de eventos, las manifestaciones callejeras en Moscú, del bombardeo químico al ataque de represalia estadounidense, el atentado en Estocolmo muestran una "debilidad" de Putin. La escalada de la Guerra híbrida.

Moscú (AsiaNews) - Los acontecimientos mundiales de los últimos días han tenido una fuerte aceleración, amenazando con convertir la "guerra híbrida" de baja intensidad en una verdadera guerra mundial, de América a Europa y Asia. Por otra parte, desde hace algunos años el Papa Francisco habla de "guerra mundial en pedazos", y no se puede decir que el Observatorio Vaticano se limite, al menos en términos de cobertura geográfica.

Más bien extraña la concatenación de eventos, sobre todo cuando se ve desde el punto de vista ruso. El Domingo, 26 de marzo algunas manifestaciones inesperadas, con cientos de miles de jóvenes, arremetió contra la corrupción de la burocracia y el Primer Ministro Medvedev, poniendo abiertamente en cuestión la dirección del propio Putin. reuniones espontáneas se repiten el domingo siguiente, que amenaza con convertirse en una protesta generalizada, a pesar de la detención y el encarcelamiento del inspirador Aleksej Naval'nyj.

El lunes 3 de abril un joven de Kirguistán se inmola en una estación central del metro de San Petersburgo, casi debajo de los ojos del presidente de visita en la capital sobre el Neva, causando 11 muertos y decenas de heridos. Mientras todo el mundo se pregunta acerca de estos eventos, un día después en la Siria controlada por los rusos tiene lugar un trágico bombardeo químico en la provincia de Idlib, dejando por tierra casi un centenar de cadáveres, entre ellos muchos niños. Pasan menos de 48 horas, y los Estados Unidos de Trump lanzaron 59 misiles Tomahawk desde dos portaaviones de la costa del Mediterráneo, dirigidos a la base siria Al Shayrat de la cual habrían partido las bombas químicas, prohibidas por los tratados firmados por el presidente sirio Assad .

En la base también hay soldados rusos, pero los estadounidenses dicen que "han tomado precauciones extraordinarias para evitar golpear la zona donde ellos están." Rusia protesta e envía, a su vez, un buque de guerra de la flota del Mar Negro (el que está estacionado en Crimea) listo para intervenir, con una misión que "en ningún caso va a durar más de un mes." El 7 de abril, por último, los terroristas del ISIS lanzan otro golpe en Estocolmo con otro militante del Asia Central, un uzbeco de cuarenta años que busca la matanza atropellando a la multitud con un camión. El número de muertos se detiene en cuatro muertos y una docena de heridos, algunos graves, pero podría haber sido mucho más trágico.

En una semana tenían lugar más cosas que en las últimas décadas de la "guerra fría" del siglo XX, y la situación pone en peligro incluso desarrollos más sensacionales. Pasando por las teorías de conspiración más salvajes, típicos de la era informática de "post-verdad"; en Rusia se apunta el dedo a los odiados americanos, que habrían fomentado desde fuera los acontecimientos rusos, a continuación, habrían organización de los ataques en San Petersburgo (y tal vez también en Estocolmo), simular el ataque de Assad para contraatacar a su vez; todo para debilitar Putin y obligarlo a someterse. Incluso la presunta liaison electoral de Trump electoral con Putin en los últimos meses, y las falsas promesas de amistad serían parte de la trama para marginar a Rusia a nivel internacional. No hace falta decir, que la parte occidental alimenta la versión totalmente opuesta: Putin organizaría una "matanza de Estado" en San Petersburgo para silenciar toda oposición política y recuperar el consenso, gracias a lo cual habría organizado la provocación Assad para ahuyentar a los americanos y eliminar su responsabilidad de las tensiones internas y globales.

La debilidad de Putin

Más allá de la fantasiosa historia, de la cual probablemente nunca sabremos toda la verdad, queda la clara sensación de un debilitamiento repentino del "régimen” de Putin, que en pocos días perdió mucho apoyo en Rusia y la credibilidad en la escena internacional. Desaparecido "el efecto de Crimea", el apoyo nacionalista de Ucrania para la guerra, sigue siendo clara la insatisfacción de la población rusa a las condiciones de crisis que prevalecen en la economía del país, y la soberbia de la oligarquía en el poder. El atentado en la plaza Sennaja, el escenario de las novelas de Dostoievski y sus "demonios", rompe el mito del hombre fuerte capaz de sofocar el terror, en el que Putin había construido desde el principio su ascenso al poder. La pérdida de control sobre su fiel Assad en Siria, y la posterior reacción de Estados Unidos, demuestran la inconsistencia de las afirmaciones rusas para actuar como un "tercer polo" de la geopolítica entre el Este y el Oeste. En la práctica, todos los pilares de la política de Putin se han precipitado en la incertidumbre más absoluta, anulando casi dos décadas de reconstrucción del orgullo nacional perdido después del fin de la URSS.

Las mismas reacciones del presidente ruso aparecen en estos días más bien tímidas y confusas. A los jóvenes manifestantes se les hizo entender no tolerar la agitación y los disturbios, acusando a Naval'nyj de perseguir fines políticos, lo que le hace a él un favor (el blogger encarcelado lo ha aprovecharon, poniéndose de pie para las elecciones presidenciales de 2018). Después del ataque en su ciudad ha seguido sólo con palabras de circunstancia, sin las amenazas habituales a los terroristas "de hacerlos polvo" sin piedad, como había ocurrido en ocasiones anteriores. Incluso en las armas químicas sirias no ha sido capaz de añadir otro comentario a la patética justificación de atribuir la culpa a los terroristas del ISIS y a las acusaciones histéricas a los estadounidenses de atacar sin evidencia, como si todavía viviera en los tiempos de las guerras del siglo XX, sin una computadora y los satélites para vigilar todos los movimientos del hombre sobre la tierra.

Los estadounidenses, por su parte, se caracterizan por la habitual capacidad de respuesta cruda pero eficaz, la cual a Trump no le falta. Tal vez la vacilación ondulante su predecesor le había hecho olvidar lo que los EE.UU. siempre ha demostrado, sobre todo en el ámbito internacional: el deseo de imponerse por la fuerza de las armas y la bendición de la supuesta superioridad moral, como en las palabras con las que Trump explicó las razones del ataque estadounidense, 'Dios bendiga a Estados Unidos y el mundo entero', la versión casi 'papista' de su lema 'América primero'. Este hecho habla de "normalización" del mismo Trump, que parecía querer desinteresarse de los asuntos internacionales para el retiro proteccionista, al aislacionismo, y ahora está dejando entrar en su administración a toda una serie de halcones intervencionistas de todos los escenarios de conflicto mundial. Es probable que las sorpresas no terminen en la escena de Washington, seguramente los rusos están reaccionando con un espíritu casi de alivio, pudiendo atribuir de nuevo a los estadounidenses el rol de eternos enemigos. Significativo en este sentido, el tweet del primer ministro Medvedev, que proclama casi exultante que "ahora todo está claro: Trump no es uno de los nuestros."

También por parte del ISIS parece estar alcanzando el nivel más extremo, al menos en términos geográficos: más al norte de San Petersburgo y Estocolmo está sólo el círculo polar ártico, teatro del resto de la escena de una guerra muy antigua de posición entre los diferentes poderes del mundo, donde se combinan todas las latitudes. Es como si quisiera dar un mensaje final: el sur del mundo se revuelve contra el explotador del norte, ha llegado a la cima de su venganza. Sólo podemos esperar que el siguiente paso no sea realmente la guerra mundial, ya que la guerra es el único verdadero antídoto contra el terrorismo, y su consecuencia más directa.