17/11/2016, 14.24
MYANMAR
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Card. Bo: Cerremos las Puertas santas, pero no las del corazón y de la misericordia

de Card. Charles Maung Bo

El mensaje del arzobispo de Yangon por la conclusión del Jubileo. La preocupación por un país que continúa en guerra. El ejemplo de Madre Teresa. 

 Yangon (AsiaNews) – La acogida de los pobres y de los marginados, el cuidado de los leprosos que han sido abandonados por sus familias, la obra por la paz en un país que aún sigue herido por la guerra civil . Según el arzobispo de Yangon, son éstas las tareas de las que la Iglesia debe hacerse cargo concluyendo el Año Jubilar. Dios “nos espera en los corazones destrozados y sufrientes. Acojamos a todos, como hizo la Madre Teresa”. El mensaje completo del Card. Bo. Traducción a cargo de AsiaNews.

 

Proclamado al cumplirse el 50mo aniversario del Concilio Vaticano II, este Año ha presenciado la canonización del ángel de la Misericordia, la Madre Teresa. El 20 de noviembre en varias iglesias importantes, incluida la Basílica de San Pedro en Roma, las Puertas santas serán cerradas. Fueron abiertas el año pasado. En la Bula de indicción  Misericordiae Vultus, el Papa Francisco ha dicho que esta apertura simbólica de las puertas muestra “la prontitud de Dios para acoger a cada uno de nosotros en su misericordia”. La Puerta Santa se vuelve una “Puerta de la Misericordia, a través de la cual cualquiera que entre podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza”.

Estas puertas de madera serán cerradas hoy. Pero las puertas de nuestro corazón deben quedar abiertas. Las iglesias construidas por las manos de los hombres tendrán las puertas cerradas, pero cada ser humano, dice San Pablo, es templo del Espíritu Santo. Las puertas de este templo deben permanecer abiertas. Nuestros corazones deben estar abiertos de par en par y dejar entrar a la mayor cantidad de personas posible. Nosotros tenemos los sagrados corazones de Jesús y María, que están siempre abiertos al mundo. Nuestros corazones deben acoger con generosidad a los corazones rotos, destrozados, a los heridos y a los pobres. Abramos hoy nuestros corazones, Dios espera a la puerta con el ropaje de quienes sufren (Mt 25:31-40).

En este Jubileo extraordinario, el Papa quiere que cultivemos una actitud de misericordia en nuestra vida cotidiana. La Biblia dice; “Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6:36). El Papa ha pedido que haya alegría, en su Exhortación sobre la alegría del Evangelio. En este año, él está pidiendo actitudes de misericordia, que son la bienaventuranza de los cristianos.

Es justo que el ángel de la misericordia, la Madre Teresa, haya sido canonizado este año. El poder de la misericordia ha hecho de esta mujer frágil un gran testigo de la Buena Nueva.  Miren los hechos: durante 2.000 años, los misioneros han intentado convertir a la India. Pero a fines del siglo XX, la India era cristiana en poco menos del 2%. Millones de personas no conocían a Jesús. Esto cambió con la Madre Teresa. La santa de los barrios pobres dio un extraordinario testimonio de la misericordia, cuidando de aquellos que son descartados por la sociedad. Millones fueron inspirados por su trabajo, en todo el mundo. Ella mostró que incluso en las personas más abandonadas, la imagen de Dios permanece y la dignidad humana debe ser respetada en todos, a través de la misericordia.  Hoy todos los niños de la India saben que la Madre Teresa es una cristiana y que su Dios es Jesús. La misericordia fue el instrumento a través del cual la Madre Teresa llevó a Jesús a la India.

Nosotros vivimos en medio de budistas. La compasión (Laruna) y la misericordia (Metta) son dos de los “ojos” de su fe. La misericordia es la puerta a través de la cual nosotros invitamos a nuestros hermanos y hermanas budistas a entablar un diálogo fructífero y pacífico en nuestro país.  

Cuando el Papa anunció el Año de la Misericordia, los cristianos eran asesinados de a cientos en Oriente Medio. La cuna de la Cristiandad en Oriente, Siria e Irak, vio a cristianos inocentes ser quemados en las llamas del odio. Algunos fueron crucificados.

En ese momento, el Papa llamó a tener compasión incluso de aquellos que estaban cometiendo esos crímenes. El Papa ha pedido a millones de cristianos no responder con el odio, sino ir al encuentro del fuego hostil con la brisa de la misericordia. Él mostró esto con las visitas a los refugiados que escapaban de Irak  [sic], apoyando su acogida en Europa. Él se encontró con las personas sin techo y con los emigrantes abandonados, celebrando la misa con ellos.

¿Qué significa este año de la Misericordia en nuestras vidas, en Myanmar? Yo veo cuatro niveles:

1) La misericordia hacia nosotros mismos. Un amor puro y generoso por sí mismo.

2) La misericordia hacia los otros

3) La misericordia hacia los olvidados y abandonados

4) La misericordia como puente para la paz en Myanmar

 

 La misericordia hacia nosotros mismos. Un amor puro y generoso por sí mismo

Ama a tu prójimo como a ti mismo, dice el gran mandamiento. Una consideración sana y positiva si este sí mismo y la autoestima son de inmenso valor para cada católico de Myanmar. Dios no nos ha enviado un papel carbónico de nosotros mismos. Somos originales. Todos somos únicos y Dios nos ama cada en segundo: ¿Acaso olvida una mujer a su niño?, pregunta Dios en Isaías 49:15; aunque su madre lo olvidara, Dios no se olvida de nosotros. Dios es el Emmanuel (Mt 1:23). Nadie ha sido como nosotros antes, y nadie será como nosotros después.

Dio nos crea, a cada uno de nosotros, como hijos e hijas suyos.  Steve Jobs, el fundador de Apple, fue un huérfano abandonado por su madre. Sus padres adoptivos lo hicieron sentir valorado siendo él un muchacho, y él se convirtió en uno de los grandes inventores de la historia. Nosotros hemos sido adoptados como hijos. Somos hijos del Padre celestial.  Debemos ser misericordiosos con nosotros mismos. Debemos perdonarnos a nosotros mismos, perdonar nuestro pasado. El Papa Francisco quiere que seamos sanados de nuestro pecado. Algunos de nosotros han cometido crímenes y pecados horribles. Pero el Papa dice: “La misericordia de Dios es más grande que todos tus crímenes. Arrepiéntete, ve a confesarte y sé sanado”. A menudo sufrimos por heridas que nos infligimos solos.

 

La misericordia hacia los demás

¿Hemos nacido para amarnos unos a otros o para odiarnos? La Biblia cuenta la triste historia de Caín y Abel. Dos hermanos. Caín odió y derramó la sangre de su hermano. Los seres humanos son celosos, tienen miedo de los demás, y son rápidos para juzgar al prójimo (Lc 6:37). No juzguéis y no seréis juzgados. Sólo contando el último siglo,  70 millones de personas fueron muertas en guerras por causa del odio de los seres humanos. El Papa cree que la misericordia es el único antídoto a la naturaleza humana que clama por venganza.

Algunos de nosotros viven años sin reconciliarse con sus propios familiares y con sus vecinos. Somos llamados a perdonar 70 veces 7 (Mt 18:22). Algunos de nosotros se acercan a la comunión sin perdón. Recuerden lo que dice Jesús: “Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano” (Mt 5:24). Mientras cerramos el Año de la Misericordia,  por favor, al menos reconciliémonos con nuestros familiares. Dejemos afuera nuestra rabia: no dejemos que el sol se ponga guardando nosotros un resentimiento (Ef 4:26-27). Durante 60 años, algunos grupos de este país han estado llenos de ira unos contra otros. Es el tiempo de la misericordia y del perdón recíproco.

 

La misericordia hacia los olvidados y los abandonados

Si vamos a los asilos de ancianos, nos encontramos con que son personas muy gentiles y cordiales. Sepan que muchos de ellos ya no reciben más la visita de sus familiares. Siendo personas ancianas, ya no son consideradas personas útiles. Si van a las prisiones verán a los pobres reclusos encerrados adentro durante años, porque no hay nadie que los defienda. La Iglesia católica dirige los tres mayores leprosorios. Las hermanas realizan una gran tarea de misericordia y acompañan a estas personas con gran amor. Quienes padecen esta enfermedad son abandonados por sus familias. Estoy contento de que en este Año de la Misericordia muchos de ustedes hayan visitado estos lugares. Hago un pedido para que continúen haciéndolo. Aquellos que son abandonados por las familias deben encontrar en nosotros un buen samaritano que los cure y que se ocupe de ellos. Como el país se abre cada vez más, también son cada vez más las personas abandonadas por el sistema económico, cada vez son más los jóvenes vulnerables al tráfico humano, a enfermedades peligrosas. Ellos necesitan de nosotros, hermanos y hermanas. No cerremos las puertas de la misericordia de la Iglesia, ni nuestros corazones a estas hijas e hijos de nuestra nación, que han sido menos afortunados.

 

La misericordia como puente para la paz en Myanmar

Como ciudadano de este país, la mayor misericordia es llevar la paz a esta tierra. Hemos sufrido durante sesenta años. ¡Cuántas personas crucificadas por la pobreza, cuántos emigrantes sin esperanza!

¡Bienaventurados los que trabajan por la paz!, dice Jesús. La misión de la Iglesia es misericordia y paz. Querido pueblo mío, ya has sufrido bastante. Ahora necesitas paz, pueblo de Myanmar. En el glorioso documento Gaudium et Spes del Vaticano II, la Iglesia habla de la paz y de la educación para todos, para los gobernantes y los gobernados. Los armados y los indefensos. El documento papal Pacem in Terris, reconoce la paz como un objetivo y una necesidad que trasciende todos las fronteras nacionales y que reclama a todos los niveles de nuestra humanidad en común.

Díganme, ¿qué comunidad no ha sufrido en los últimos sesenta años? Excepto un manojo de hombres del ejército y de grupos armados, toda la nación sufrió. Hemos sepultado dos generaciones de nuestro pueblo que no han sabido lo que son los derechos ni la prosperidad. Tres diócesis del Estado Kachin aún están en guerra. Todavía hay muchos evacuados internos. Esta nación necesita de la misericordia.

Es hora de decir basta, mis queridos líderes de la nación, comandantes del ejército, grupos armados. Demuestren misericordia hacia los hombres y las mujeres. Abandonen esa mentalidad que quiere resolver los conflictos con la guerra. Me dirijo a vosotros en este Jubileo de la Misericordia, cultiven la actitud mental de la paz.

En el pasado a algunos extremistas les fue permitido destruir la armonía de nuestro pueblo con discursos de odio. Por lo menos, ahora estas voces cambiaron. Aliento a los líderes a llevarnos más allá. Lleven la educación por la paz a los programas escolares y ayuden a instalar la cultura de la paz. Birmanos y no birmanos han luchado unos contra otros. Hermanos contra hermanos. Estas historias de odio mutuo han hecho de nuestra nación un país de éxodo. Entre dos y tres millones de nuestros compatriotas se fueron. El “sila” budista (Código de conducta, ndr) exhorta a los hombres a vivir sin violencia verbal ni física. Llegó el tiempo de hacer de la paces y de la justicia la religión de esta tierra.

Una vez más, quiero concluir citando al Papa Francisco. La paz es el único camino. Ella procede de la misericordia. Como comunidad cristiana cerramos las Puertas de la Misericordia, pero prometamos abrir los corazones de la gente a la misericordia, que conduce esta nación a la paz y a la prosperidad. No sólo a la nación, hermanos y hermanas. Dejemos que la misericordia fluya como un río en nuestros corazones, en nuestras familias, en nuestros pueblos, en nuestros campos de refugiados. Vayamos como mensajeros de la misericordia, haciendo de este mundo un lugar mejor donde vivir.

 

Que Dios los bendiga a todos.    

 

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