07/03/2016, 19.00
COREA
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Corea, desde la frontera con el Norte, la Iglesia hace un llamamiento por la paz

Los presidentes de la Comisión episcopal  Justicia y paz, y de la Comisión para la reunificación del pueblo coreano celebran misa juntos en la diócesis de Uijeongbu, ubicada sobre la línea de demarcación territorial de la península. Los dos firman un petitorio dirigido a los gobernantes, a los países limítrofes y al pueblo coreano: “Verdad y justicia son los senderos a recorrer para la verdadera paz, Corea todavía vive en la Guerra fría por culpas que no son suyas. Volved a dar a nuestro pueblo la posibilidad de vivir como él prefiera”.

Seúl (AsiaNews) – Un petitorio a los gobernantes de Seúl y Pyongyang, a las naciones que limitan con Corea, así como al pueblo, a fin de que se vuelva inmediatamente a un sendero de paz, y para que se dé a la península el poder de auto-determinar su propio futuro. Lo firman dos obispos católicos – Mons.  Lazzaro You Heung-sik  y Mons. Pietro Lee Ki-heon – que conducen las comisiones episcopales por la Justicia y la Paz y por la Reconciliación del pueblo coreano. Los dos prelados ayer celebraron juntos la misa  en la frontera, en la diócesis de Uijeongbu, y luego presentaron dicho petitorio.  A continuación, transcribimos el texto completo (traducción del coreano a cargo de AsiaNews).

 

“Para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz” (Lucas 1,79)

Han pasado 70 años desde la separación de Corea, y la Iglesia católica coreana ruega para que la península pueda encontrar la paz, no obstante tenga en su haber una historia de conflictos y desacuerdos. El anuncio del Año de la Misericordia, inaugurado por el Papa Francisco, es para nosotros la respuesta de Dios a nuestra oración. La Iglesia coreana es alentada por las palabras del Señor “Sean misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso” (Lucas 6,36), y espera que, con corazón misericordioso, todos puedan avanzar en el camino hacia la reconciliación, la unidad y la paz. Contra todos los conflictos y desacuerdos.

Sin embargo, sabemos que en la situación actual el camino por la paz no es algo fácil. La actividad nuclear de Corea del Norte, el hecho de haber reemprendido la propaganda, la interrupción de la colaboración industrial entre el Sur y el Norte en Kaesong, los ejercicios militares…Todas estas situaciones conllevan una gran tensión para Corea. La cuestión del posicionamiento del THAAD [sistema anti-misil - ndt] en Corea del Sur confirma que los conflictos entre el Sur y el Norte no son tan sólo un problema de Corea. Son al mismo tiempo señales de una Guerra fría entre los Estados Unidos y China.

Durante 60 años hemos vivido un armisticio, que no es el fin de la guerra, y aún llevamos adosadas las heridas de este conflicto en nuestra sociedad. Éstas, a su vez, provocan nuevas tensiones y nuevos problemas sociales. Si fuera a  estallar una vez más la guerra en Corea, con las nuevas y potentísimas armas a disposición, el Sur y el Norte ya no podrían sobrevivir. El Papa Pío XII dijo que la paz no hace perder nada, mientras que la guerra lleva a perderlo todo.  

 

Por eso, a fin de que Corea pueda hallar la paz, la Iglesia católica coreana hace tres llamamientos.

El primero se dirige a los gobernantes de Norte y Sur:

¡Deteneos, por favor! La situación parece no tener fin; no obstante, buscad, por favor, la vía de la fuerza y de la sabiduría por la paz! La seguridad nacional que ambos subrayáis es la seguridad de los pueblos. Según esta interpretación, sin embargo, la seguridad mejor debiera ser la seguridad para ambos. Para convertirse en símbolos de la paz y no del conflicto, en Corea deberían desarrollarse encuentros, conversaciones, intercambios y gestos de colaboración entre el Sur y el Norte.

Para obtener estas cosas, no obstante, deberían respetarse las declaraciones y los acuerdos a que ya se han comprometido ambos lados, a pesar de las dificultades.  Éstos han de ser mantenidos para luego ser desarrollados. Se debe revisar el tema del cierre de la zona industrial en Kaesong, que es el signo del intercambio, de la colaboración, de la unificación y de la paz entre el Sur y el Norte. No debemos olvidar que la unificación de Corea, que todos queremos, es el fruto que nace de la paz.

El segundo se dirige a las naciones limítrofes:

 Nuestra nación fue colonizada por Japón y, después de la Segunda Guerra mundial, fue dividida sin consultarnos cuál era nuestra voluntad al respecto. A causa de esto, hemos sufrido dolores y heridas por decenas de años. Ocurrió lo contrario que en el caso de Alemania, que, si bien luego de haber perdido la guerra fue tan dividida como Corea, sin embargo, hoy se encuentra festejando su 26to aniversario de unificación nacional. Queda claro que el problema de Corea no es un problema de nuestra raza, sino que está más bien vinculado con las naciones que la rodean.  Esperamos que queráis reabrir los “Coloquios de a seis sobre el desarme nuclear”. Os interpelamos a todos vosotros: reconoced que la paz de Corea contribuirá a la paz en Asia del Noreste, y participad positivamente en nuestro viaje rumbo a la paz.

 

El tercero es al pueblo de Corea y a los cristianos:

La paz verdadera es posible solamente a través del perdón y de la reconciliación. (cfr. San Juan Pablo II, XXXII Jornada Mundial de la Paz). Debemos alejarnos del pensamiento de la guerra fría, que nos conduce a la ruina, e inaugurar un nuevo período para las generaciones futuras. Dejemos el campo desgastado por las ideologías, aceptemos la variedad dentro del orden fundado por la democracia, y hallemos el camino de la paz yendo por el sendero de la verdad y de la justicia.

Jesús dijo a sus apóstoles, antes de los sufrimientos y de la muerte en la Cruz: “Os dejo la paz, os doy mi paz. No como la da el mundo, os la doy a vosotros. No se turbe vuestro corazón y no tenga temor” (Jn 14,27). La paz que nuestro Señor nos ha prometido jamás es la situación incierta y constrictiva que proviene de la fuerza de las armas. La paz que el Señor nos pide es la paz de la tolerancia y de la convivencia basada en la justicia de Dios y del amor de Dios.

Nuestro primer deber es la oración  

A través de la oración, la Iglesia participa en un trabajo por la paz. Con la oración, debemos descubrir la voluntad de Dios y pedir la ayuda del Señor. En un período como el actual, en el cual el país tiene tantas dificultades, debemos reemprender el movimiento de la oración, que tantas veces logró salvar a Corea. 

El intercambio y la colaboración entre el Sur y el Norte son un “deber del amor” para nosotros, los fieles, que no podemos rechazar. Si con la fuerza de las oraciones  y con la misericordia del Señor podemos actuar juntos y solidarizarnos, podrá realizarse “Tu voluntad, así en el cielo como en la tierra”.

“El Amor y la verdad se encontrarán, la justicia y la paz se besarán” (Sal  85,11)

 

        Mons. Pietro Lee Ki-heon, presidente de la Comisión episcopal para la Reconciliación del pueblo coreano

        Mons. Lazzaro You Heung-sik, presidente de la Comisión episcopal por la Justicia y la Paz

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