23/03/2015, 00.00
ISRAEL
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Después de la victoria de Netnayahu, la izquierda israelí debe repartir de una nueva dirigencia

de Uri Avnery
El pacifista israelí analiza los resultados de las últimas elecciones políticas de Israel. El resultado electoral refleja exactamente la composición demográfica de la sociedad israelí. La izquierda debe lograr atraer a la comunidad de los hebreos orientales y a los inmigrantes de la ex Unión Soviética. La comunidad hebrea y la árabe se deben reconciliar. La campaña electoral fue marcada por la falta de palabras "paz" y "Palestina".

Tel Aviv (AsiaNews)- El Mesís no llegó y Bibi (Benjamín Netanyahu) no se fue. Este es el triste resultado. Triste, pero no es el fin del mundo. Como los americanos dicen normalmente: "Hoy es el primer día del resto de tu vida". Yo diría: "¡Hoy es el primer día de la batalla para las próximas elecciones!".

La batalla para la salvación de Israel inicia ahora.

Algunos dicen que ahora la dirección mejor es el así llamado Gobierno de unidad nacional. Parece una buena idea. La unidad parece ser una cosa buena. Puedo recoger algunas buenas motivaciones. La combinación de los dos mayores partidos crea un bloque de 54 escaños (sobre 120). Una tal coalición necesita sólo de otro partido para formar una mayoría. Existen muchas posibilidades: por primero los 10 escaños de Moshé Kahlon.

Los seguidores de esta elección tienen una buena motivación: es el mal menor. La única ulterior posibilidad es un gobierno de los partidos religiosos de extrema derecha. Que no sólo detendría todos los pasos hacia una solución pacífica, pero extendería los asentamientos, aprobaría nuevas leyes para sofocar la democracia e impondría otras del tipo religioso-reaccionario.

Es una buena motivación, pero debe ser rechazada el pleno.

El gobierno de unidad estría dominado por la derecha. En el mejor de los casos, éste se convertiría en un gobierno totalmente inmóvil. No estaría capacitado y sería rechazado de actuar aún en la más pequeña de las iniciativas para poner fin al histórico conflicto, terminar la ocupación y reconocer a Palestina. Los asentamientos se habrían extendido a un ritmo frenético. Las posibilidades de una eventual paz se habrían alejado todavía más.

Esto habría procurado un gran daño. El Partido laborista habría sido obligado a justificar y embellecer esta dirección desastrosa, desarmar la administración Obama y las fuerzas hebreas progresistas en todo el mundo. Sería como una hoja de higo para el diablo.

No sólo, habría dejado a Israel sin protección. Si la coalición de gobierno se hubiese roto durante el camino, el Partido laborista estaría demasiado enlodado para crear una alternativa creíble. El inicial suceso de Yitzhak Herzog en el despertar al viejo partido de su estado de coma no se respetará la próxima vez. Los laboristas se convertirían en una fuerza exhausta, un vegetal. Afortunadamente para el Partido laborista, esta ´posibilidad murió inmediatamente después de las elecciones. Netanyahu la mató con un solo golpe.

De todos modos, un curioso efecto colateral del gobierno de unidad nacional habría sido que Ayman Odeh, el líder de la lista árabe unida, hubiese convertido en el líder de la oposición. La ley prevé que el título sea consignado en modo automático al jefe del más grande partido de la oposición. Esto confiere a quien lo posea, muchos de los privilegios del Primer ministro. El Primer ministro está obligado a dialogar con ellos y compartir secretos del gobierno.

Pero aunque si no hubiese un gobierno de unidad y Herzog se convirtiese en el líder de la oposición, un excepcional resultado de la elección sería la cambiada situación de los árabes en la Knesset. Hay un cierto humorismo en esto. Fue Avigdor Lieberman, el patológico detractor de los árabes, a inducir a la Knesset a aumentar el límite mínimo al 3,25%. Así se quería eliminar a los 3 pequeños partidos árabes (incluidos los comunistas, que tuvieron algunos votos de parte de los hebreos), que respondieron superando sus recíprocas diversidades y aversiones y formaron una lista común. Lieberman tuvo varias dificultades en pasar el líte y el partido de Eli Yishai, que incluye a los herederos del fascista Meir Kahane, quedó fuera de la Knesset, gracias a Dios.

Se debe esperar que la lista árabe unida no se rompa. Odeh representa una nueva generación de ciudadanos árabes, mucho más dispuesta a integrarse en la sociedad israelí. Quizás la próxima vez los viejos tabú desaparezcan y los ciudadanos árabes tendrán un rol real en la vida política de Israel. Esta vez, en cambio, los laboristas no han sabido aceptarlos en pleno como miembros de la coalición de izquierda.

No me gusta decir: "Te lo haía dicho". No se vuelve uno más popular. Pero esta vez no puedo evitarlo, porque es necesario aprender la lección.

Al inicio de la campaña electoral, escribí 2 artículos en Haaretz en los cuales sugería que la inicial ocasión creada por la unión entre Herzog y Livni debía continuar e intensificarse, hasta crear una lista unida aún más amplia incluyendo el "Campo Sionista" (laborista), Meretz (la izquierda sionista, ndr), el partido de centro Yesh Atid de Lapid y- si posible- hasta el  nuevo partido de Moshe Kahlon.

¿La respuesta? Absolutamente ninguna. Ninguno de los partidos emitió una nota oficial.

La idea era que un frente así unido, habría creado una irresistible ocasión y atraído los votos de aquellos que nunca habrían votado por cada uno de estos partidos en modo individual (o no habrían votado de hecho. Junto a la lista árabe unida ellos habrían creado una fuerza de obstáculo que habría hecho imposible el retorno del Likud. Lo he agregado si bien la ´propuesta no hubiese sido aceptada, todos los partidos involucrados se hubiesen arrepentido. Lamento mucho pero parece que yo tenía la razón.

La mañana después de la elección Zehava Galon, líder del Meretz, renunció. Era lo que debía hacer. El Meretz apenas ha superado el umbral mínimo y reducido su representación a cuatro escaños, aunque muchos votantes - incluyéndome a mí - se han reunido en su ayuda en el último momento. El partido ha sufrido una larga serie de líderes mediocres. Pero su malestar es mucho más profundo. Es existencial.

Al principio, el Meretz era un partido de la élite intelectual aschenazita. Decía las cosas correctas. Pero no podía soportar las multitudes de la comunidad del Este, odiadas a causa de la religión, rechazadas por los inmigrantes rusos. Vive como una isla aislada y sus miembros dan la impresión de estar muy felices de estar entre ellos, sin toda esa escoria.

Zehava Galon es realmente una buena persona, honesta y con buenas intenciones, y su renuncia (dimitió inmediatamente después de los primeros resultados que dieron el Meretz perdedor con sólo 4 escaños) le hace honor. Pero el partido se ha vuelto muy aburrido. Sin novedades desde hace mucho, mucho tiempo. Su mensaje es correcto, pero rancio. El Meretz necesita un líder - una estimulante persona que despierte entusiasmo. Pero por encima de todo lo que necesita es una nueva actitud - lo que le permita salir y buscar activamente a los votantes que ahora lo evitan. Tiene que trabajar duro para atraer a los orientales, los rusos, los árabes e incluso religiosos moderados.

Pero no es justo demandar todo esto sólo al Meretz. Esto se aplica a toda la clase social liberal Israel, el campo de la paz y la justicia social. Los resultados electorales han demostrado que las predicciones nefastas sobre un giro a la derecha, decisiva e irreversible, de Israel son infundadas. La línea de límite corre en el medio, y se puede mover. (El panorama general no ha cambiado. El ala derecha - Likud, Bennet, Lieberman - ha ganado un solo asiento: 43 a 44. El centro-izquierda - Campo sionista, Meretz, Lapid - ha perdido 8 escaños: 48 a 40, y muchos de ellos han ido a Kahlon, que ganó 10. Los ortodoxos han bajado de 17 a 14. Los árabes han ganado 2-de 11 a 13-. La falsa impresión del enorme cambio fue creado por los votos anticipados con su drama ingeniosamente construido).

Pero para hacer esto, debe estar disponible desde el principio. La configuración actual de la izquierda israelí no lo hará. Esta es la simple verdad.

El hecho más importante de esta elección es que el resultado refleja exactamente la composición demográfica de la sociedad israelí. Likud ganó de manera decisiva en la comunidad de Judíos orientales, que también incluye a los estratos socioeconómicos más bajos. El Likud también ha mantenido su apoyo parcial en la comunidad aschenaziti. El campo sionista y el Meretz ganaron en el alto público aschenaziti - sólo aquí y en ninguna otra parte.

La actitud de los votantes del Likud hacia su partido se asemeja al de los aficionados hacia su equipo. Tiene un gran contenido emocional. Están cada vez más convencidos de que la propaganda electoral y el bombo de los medios en el carnaval de las elecciones tienen poco que ver - en todo caso - con el resultado. Son los factores demográficos los determinantes.

La izquierda tiene que reinventarse a sí misma de acuerdo a esta realidad. De lo contrario, no tiene futuro. Si uno de los partidos existentes se arriesga a hacerlo, está bien. De lo contrario, se tiene que crear una nueva fuerza política. Ahora.

Las organizaciones sin partido, que en Israel son abundantes, no pueden hacer este trabajo. Ellos pueden - y deben - tratar de remediar los muchos errores existentes. Sus activistas que luchan por los derechos humanos, difunden buenas ideas, evidenciando los abusos. Pero no pueden hacer el trabajo principal: cambiar la política del Estado. Para ello necesitamos un partido político, una que puede ganar las elecciones y formar un gobierno. Esta es la necesidad más importante. Sin ella, nos dirigimos para el desastre.

En primer lugar, nuestros fracasos se deben analizar de una manera clara y aceptada. Por ejemplo, el desastroso fracaso para ganarse a la mayoría de la comunidad de Judíos orientales, incluso la segunda y tercera generación. Esto no es un mandamiento de Dios. Debe ser reconocido, analizado y estudiado. Hay que hacerlo.

Lo mismo se aplica, aún más, para los inmigrantes de la ex Unión Soviética. Así estén separados totalmente de la izquierda. No hay razón para esto hoy en Israel. La segunda y tercera generación puede y debe ser ganada.

Hay que romper el tabú que impide a los judíos a aliarse con las fuerzas políticas árabes. Es un acto de auto-castración (de ambos lados) y condena a la izquierda a la impotencia. No hay ninguna razón para una ruptura total entre el las fuerzas religiosas moderadas y la izquierda laica. La actitud antirreligiosa provocativa que es típico de alguna parte del centro y la izquierda es realmente estúpida.

Así que, ¿qué se puede hacer?

En primer lugar, hay que fomentar el desarrollo de un nuevo liderazgo. El ejemplo loable de Zehava Galon debe ser seguido por los demás y ella misma. Realmente tienen que salir  nuevos dirigentes, que no sean una réplica de los antiguos.

El mayor peligro es que después de la primera descarga, todo vuelve otra vez a ser como antes, como si nada hubiera pasado. Debe hacerse un esfuerzo decidido para identificar las fricciones entre la izquierda y los sectores alienados. Se deben llevarse a cabo las investigaciones entre los grupos para ir a la raíz - consciente o inconsciente, concreta o emocional - de la separación.

Debe cambiar las actitudes prepotentes. Ningún sector tiene un derecho exclusivo al Estado. Toda persona tiene derecho a ser oído y a expresar sus sentimientos y aspiraciones más profundas. El elitismo, a menudo no consciente, debe ser sustituido por la inclusión.

Creo que es un error tratar de ocultar nuestra opinión. Por el contrario, el hecho de que las palabras "paz" y "Palestina" no se hayan mencionado a lo largo de la campaña no ayuda a la Izquierda. Eso es, honestamente, el primer requisito para convencer a la gente.

En resumen, si la Izquierda quiere ganar la próxima vez - podría ser mucho antes de lo esperado - debe comenzar por reformarse a sí misma y superar las razones de su fracaso. Puede hacerlo. El momento para comenzar es ahora.

 

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