04/02/2016, 17.12
LIBANO
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En la memoria de la guerra está la vía para la “reconciliación” entre las fuerzas cristianas libanesas

de Fady Noun

El encuentro entre Aoun y Geagea no elimina los errores del pasado ni el recuerdo de un conflicto sangriento. La historia del Líbano habla de un país que vive un estado casi permanente de inestabilidad. De la falsa paz civil a la verdadera “purificación de la memoria”, en una óptica de paz, justicia y verdad.

Beirut (AsiaNews) – El espectacular reacercamiento entre el ex comandante del ejército, Michel Aoun, y el jefe del partido de las Fuerzas libanesas, Samir Geagea, trae nuevamente a flote el problema del recuerdo de la guerra. Este nuevo acercamiento, según se dice, ofrecerá un modelo de “reconciliación” entre los enemigos de otrora, dos hombres cuyas tropas se combatieron ferozmente entre 1989 y1990, en el marco de una “guerra de eliminación” que ha extenuado a ambos bandos, y ha allanado el camino a la tutela siria. Pero, ¿cuál es la naturaleza de esta “reconciliación”? ¿Qué garantías podemos tener de que ésta no sea sólo táctica y política, y que la sólida hostilidad latente entre las dos formaciones, dada la responsabilidad de ambos en los abusos, no volverá a ocupar la escena algún día?  

 

El Departamento de Historia de la Universidad de San José y la sección libanesa de la ONG International Centre for Transitional Justice han organizado, en noviembre pasado, una mesa redonda sobre el caso particular que reviste el Líbano, que podría ayudarnos a encontrar los elementos para responder a estas preguntas. ¿Qué es la justicia transicional? A grandes rasgos, la misma puede ser definida como un conjunto de medidas judiciales y no judiciales que están destinadas a remediar a la historia de violaciones masivas de los derechos humanos en tiempos de guerra y/ó represión por parte de los Estados.  Estas medidas comprenden procedimientos penales, programas de reparación, variedad de reformas institucionales y la formación de una comisión de verdad y reconciliación.

 

En el contexto de los coloquios mencionados, Carmen Carmen Abou Jaoudé, quien fuera entonces directora del International Centre for Transitional Justice-Libano, afirmó: “Para poner fin a la guerra, hemos sacrificado la justicia y la verdad, pensando en que habríamos de obtener al mismo tiempo la paz. Hoy, a 40 años de distancia, no tenemos ni la paz, ni justicia, ni verdad”.

 

Por su parte, Jospeh Maila, profesor en el ESSEC de París y docente contratado por el Departamento de Historia de la USJ, refiriéndose al acuerdo de Taëf, aseguró que “la temporalidad de los conflictos en el Líbano nunca se frenó verdaderamente”, y se puede hablar de un “continuum” dentro del cual “la paz se mezcla con la violencia”.

 

De acuerdo al politólogo, este estado de guerra, que jamás ha cesado y en el cual estamos inmersos, o mejor aún, este estado de paz incompleta, es reflejo de la dinámica por medio de la cual se ha salido de la crisis del Líbano, cuyas cuatro características son: ante todo, la extrañeza de la solución, es decir, el hecho de que la solución haya venido del exterior; en segundo lugar, el hecho de que la paz haya salido de un círculo restringido, de la “coalición de los notables”, que son los mismos personajes que han hecho la guerra y la paz. La tercera razón del continuum es el hecho de que el Líbano mismo está “en un estado de transición” continua, desde el día mismo de su nacimiento.  

 

De hecho, la historia contemporánea del Líbano es la de un país en un estado casi permanente de inestabilidad, que se ha apropiado de la peor parte del shock provocado por la “nakba” palestina entre 1947-48, luego supo del ascenso al poder del nacionalismo árabe luego de la debacle de 1967, del nacimiento de las organizaciones palestinas, la tutela siria, sufrió tres o cuatro invasiones israelíes y actualmente, el problema de la hegemonía iraní y la rivalidad entre Irán y Arabia Saudita, además del terrorismo salafita. En poco más de 60 años de vida, y con el tiempo para apenas tomar una bocanada de aire entre una crisis y otra, todo esto es demasiado para un país de una naturaleza tan heterogénea, la cual en sí está en un proceso de evolución y encima mal integrada. Evidentemente, este juicio colectivo no excluye otros juicios particulares que pueden atribuirse a una comunidad u otra.

 

Finalmente, el cuarto y último motivo de nuestra falsa paz civil –afirma Jospeh Maila – es el hecho de que la ley de amnistía votada por el Parlamento libanés en 1991 no ha permitido el alcance, o, cuanto menos, la búsqueda de los elementos de una verdadera justicia, habiendo privilegiado “la amnesia” y “la inmunidad de los jefes de las milicias que habían aceptado “la paz siria”, en lugar de privilegiar la verdad. Todo esto lleva a creer que Aoun y Geagea han reproducido fielmente este modelo de paz superficial, que ha sido analizado por los expositores. Por ejemplo, no hemos creído ciertamente en el contexto de la ceremonia de “reconciliación”, organizada en la sede de las Fuerzas libanesas, hubiera sido necesario observar un minuto de silencio en memoria de cuantos han sacrificado su vida tanto por una causa como por la otra. Ninguno de los dos hombres tuvo siquiera un pensamiento, una palabra en relación a las víctimas del conflicto. Eso es tanto más sorprendente si se tiene en cuenta que el diálogo entre las dos formaciones no se remonta al día de ayer, y que desde que el mismo se inició, alguien debiera haber pensado en esto. Pero nadie lo ha hecho. Se ha optado por privilegiar el espectáculo, un espectáculo por momentos obsceno, con dulces y champagne; en el mejor de los casos, uno completamente carente de sensibilidad.

 

Este juicio no significa que el nuevo acercamiento entre los dos hombres y sus formaciones no tenga ningún valor. Pero dicho valor queda muy por debajo de aquello que es necesario para reconstruir de un modo verdadero el vínculo social que ha sido destruido por la guerra, para cicatrizar las heridas más profundas; heridas que en algunos casos han dejado marcas indelebles, como en los casos de muerte o heridos, de desapariciones, de torturas, de invalidez física o psíquica. Heridas que claman por ser sanadas.  

 

Afortunadamente, ha sido hallado quien pueda contarlo. Samy Gemayel, el jefe del partido Kataëb, tradicionalmente representante del electorado cristiano. Dos días luego del encuentro de “reconciliación”, él ha exhortado a los dos hombres a ir más allá de este acuerdo superficial, y a proceder hacia una “verdadera purificación de la memoria”. Lo que no puede ser hecho fuera de lo que Carmen Abou-Jaoudé define como “un abordaje holístico”, una aproximación global que pasa, inevitablemente por “el reconocimiento de las violaciones” a los derechos humanos que se han cometido. Esto debiera volver más humiles a las milicias y a las fuerzas que sostenían que combatían en nombre del Líbano, pero cuyas causas se criminalizaron en el camino; fuerzas que, de ser instrumentos de defensa y de seguridad, devinieron en instrumentos de poder y opresión.

 

Retomando una de las conclusiones de la mesa redonda anteriormente citada; “La justicia tradicional es aquella que se orienta a recordar lo suficiente a fin de no recomenzar de cero, y a olvidar sólo lo necesario para continuar viviendo. En el Líbano, parece que nada se hubiera olvidado, pero también, parece que no se hubiera aprendido nada”.

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