25/03/2019, 13.43
TAILANDIA
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Misionero del PIME en Tailandia: Pascua, el descubrimiento de Cristo Resucitado después del sufrimiento y de la muerte

de Adriano Pelosin

Tal como fue para Cristo, la vida de cada uno de nosotros es sufrimiento-muerte y alegría-resurrección. La caída y el rescate de Prasit, quien asiste al Padre Adriano Pelosin en su obra pastoral. Junto a los feligreses de San Marcos, se ocupan del cuidado de dos pequeños gemelos: John y Paul.

Pathum Thani (AsiaNews) – A continuación, trascribimos la carta que el Pbro. Adriano Pelosin, anticipándose a la Pascua, ha querido enviarnos a todos sus amigos y benefactores para contarnos cómo es su misión, además de la historia de gracia y conversión que nació a partir de ella. Originario de Loreggia (Padua), el misionero de 72 años, miembro del Instituto Pontificio de Misiones en el Extranjero (PIME) vive en Tailandia hace casi 40 años. El sacerdote también se desempeña como superior del Instituto Misionero Tailandés y desde el 2013 desarrolla su obra en la parroquia de San Marcos, en Pathum Thani, una comunidad católica pequeña, pero llena de vida y con un gran espíritu de iniciativa.

Queridísmos amigos:

El misterio de Pascua de compone de dos aspectos: el sufrimiento y la muerte del hijo de Dios, y su Resurrección.

La vida de cada uno de nosotros también es sufrimiento-muerte y alegría-resurrección.

Un queridísimo colaborador mío, Prasit, de 48 años, tuvo una infancia atormentada junto a sus padres, sus tres hermanos y una hermana. Los progenitores de Prasit fueron expulsados de casa porque los abuelos maternos no aprobaban el matrimonio. De modo que esta familia siempre tuvo que vivir sola, lejos de la solidaridad de la aldea, y en la más extrema pobreza. Al completar el octavo grado de la escuela, Prasit concurrió a la iglesia de Lampang, donde completó sus estudios hasta la 12va clase y recibió el bautismo. En aquellos años, yo ya vivía en Bangkok y estaba comenzando a seguir a los enfermos de SIDA (1987-88). Prasit estudiaba en la universidad y me ayudaba a asistirlos.

Al terminar la universidad, fue a trabajar para una organización de padres redentoristas que recupera a las muchachas de la calle en Pataya: la ciudad de la prostitución. Allí, Prasit perdió el rumbo: quería vengarse a toda costa de las humillaciones sufridas en su infancia. Quería volverse rico, famoso, tener muchos amigos y divertirse, como hacen los ricos. Por ello, termino endeudado y tuvo que huir. Vino a Pak Kret, y trabajó como educador en casas de familia que son seguidas por los padres del PIME. Luego comenzó a desempeñarse como asistente, trabajando con los jóvenes de la “Comunidad Encuentro”. Cada vez que lo embargaba el desaliento, venía a casa y se quedaba conmigo una semana, se recuperaba y daba algún que otro paso adelante; entonces comprendía cuál era la fuente de las heridas y de la desolación espiritual y veía con mayor claridad la acción del Espíritu Santo en él: la secuencia del dolor-muerte y alegría-resurrección.

Hace seis meses que Prasit vive conmigo en la parroquia de San Marcos, en Pathum Thani. Cada mañana, nos levantamos temprano para rezar junto a tres laicas misioneras tailandesas, ocho jóvenes y algunos aspirantes a misioneros. En la oración, Prasit, las mujeres y yo, hallamos alegría, fuerza, coraje, luz, dirección, ternura y plenitud: en el oficio de las lecturas y las laudes, y por la tarde, en las vísperas y la Eucaristía. Durante el día, vamos a visitar a las personas que pasan necesidades extremas. Hemos descubierto la alegría del servicio y de compartir el sufrimiento.

Justamente esta mañana, después del desayuno, Prasit me llamó para decirme que había traído a casa a dos pequeños gemelos, hijos de una pareja que suele consumir sustancias estupefacientes. El papá fue a trabajar y se cayó del techo de una casa, y se encuentra internado en el hospital de Ayutaya –a 35 km de donde vivimos. Para nosotros, ha sido una ocasión para ocuparnos de los dos niños, a quienes he llamado John y Paul. Prasit llevó a la mamá de los niños hasta el hospital para que pueda asistir al padre.

¿Y quién se ocupa de los dos gemelos de once meses? ¡Adivinen! Una pareja de vagabundos, que conozco hace más de treinta años, y que cuando están en dificultades viene a pedirnos ayuda. Ahora el marido, Watsan, está en tratamiento de diálisis: debe purificar su sangre cuatro veces al día y por eso ha decidido quedarse conmigo en la parroquia. La mujer, que antes de emborrachaba todas las noches, ahora se encuentra bien y se está preparando para recibir el bautismo en la noche del Sábado Santo.  Ahora ellos son una pareja modelo: ayudan a cultivar la huerta y a criar pollos, patos, peces, ovejas y ahora, también a John y a Paul. Es el misterio de Pascua en acto... En los padres de los dos gemelitos también; ellos estuvieron aquí, conmigo, hoy, y me han inspirado para escribir esta carta.  

Prasit fue a buscar al papá y a la mamá de los niños y los trajo hasta aquí para que se reecontrarn con sus hijos y agradecernos a la parroquia por ocuparnos de ellos. Con ellos vino un señor anciano, que salió hace pocos meses de prisión por venta de drogas, Se llama Sane’ y vino aquí para agradecernos, por haber recibido a sus dos nietos –una de seis años y otro de cuatro- en las casas de familia “San Martín” del PIME: son hijos de sus hijos, que los abandonaron… Sane’ todavía se droga, y suele emborracharse, pero él ama a sus nietos, no querría separarse de ellos. Sin embargo, entiende que, al menos por ahora, no puede estar a cargo de ellos, porque tiene que trabajar… El misterio del sufrimiento y la muerte que llevará a la alegría y a la resurrección. Nosotros queremos ser parte de este misterio junto a Cristo, presente en la vida de muchos. Ayer, había algunos feligreses que siguen el grupo de jóvenes; ellos también se entretuvieron con Sané y con los padres de los gemelitos. Jugaron con los pequeños... en ese momento, todos nos convertimos en “parientes”. Esta palabra, en tailandés, tiene un significado profundo: quiere decir “corresponsables de las vidas, unos de otros”.

Es el misterio pascual que se completa con las palabras de Jesús, dirigidas a la Magdalena: “Ve donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a Vuestro Padre, mi Dios y Dios vuestro”. (Juan, 20,17).

Agradezco, a distancia,  a todos los padres y madres que ayudan a los niños de Mae Chan, Chiangrai y Pathum Thani. Aseguro a ustedes nuestras oraciones cotidianas. Agradezco a muchos amigos y parientes, sobre todo a los de Loreggia y Gemonio, en Vicenza (Virgen de la Paz). Padua (Ponso) y Boloña (San Lorenzo in Collina)

A todos les deseo una Feliz y Santa Pascua, el descubrimiento de Cristo Resucitado después del sufrimiento y de la muerte.

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