03/08/2017, 13.54
CHINA - VATICANO
Enviar a un amigo

Para los católicos chinos: la Hora Santa, cómo meditar el Evangelio (1)

de Ottavio De Bertolis

AsiaNews inicia hoy la publicación, en una entrega por capítulos, de un libro que explica el modo, las técnicas, los contenidos de la meditación del Evangelio, siguiendo el sello de la espiritualidad de San Ignacio de Loyola. Un servicio a la Iglesia en China, dada su necesidad urgente de formación espiritual para los obispos, sacerdotes, religiosas y laicos.  

Roma (AsiaNews) – Obispos, sacerdotes, religiosos, laicos chinos, todos concuerdan en un hecho: que es necesario potenciar la formación espiritual e intelectual de los fieles. Incluso las dos ramas de la Iglesia católica, los oficiales y los subterráneos, buscan todos la manera de hallar instrumentos y personas para la enseñanza teológica, cultural, espiritual en sus comunidades y seminarios. 

La Carta de Benedicto XVI a los católicos de China ya subrayaba la importancia de la formación permanente, ante todo para los sacerdotes (n. 13). A ésta le siguió en 2009 una carta firmada por el Card. Tarcisio Bertone dirigida a los sacerdotes chinos, en la cual se reafirmaba el valor de la formación. 

Este año, en el Simposio sobre la Iglesia en China propuesto por AsiaNews volvió a surgir esta necesidad, que se ha vuelto más urgente en virtud de los desafíos misioneros que la Iglesia debe afrontar: el ateísmo de Estado, el crecimiento de las religiones tradicionales, la modernidad.

Tal vez, el énfasis actual puesto sobre el logro de acuerdos diplomáticos o sobre el nombramiento de los obispos esconde o delega a los márgenes una responsabilidad que es de todos los católicos en el mundo: la de ayudar a la Iglesia en China, a la actual, no a la del futuro, a crecer y volverse más firme en la fe. El Papa Francisco no es insensible en relación a este tema: ¡su Evangelii Gaudium es un manual de formación permanente del discípulo-misionero, que llega incluso al detalle de cómo hacer las homilías!

De aquí nace la propuesta de publicar, por entregas, un libro sobre la Hora Santa, sobre la meditación del Evangelio, que explique el método, los ritmos, e incluso los contenidos de la meditación. El autor es el Pbro.  Ottavio De Bertolis, profesor jesuita, que presta su servicio en la iglesia del Gesú en Roma. Con su permiso, comenzamos hoy la publicación (BC)

 

VELAD Y REZAD

La Hora Santa

Una premisa

Con el nombre «hora santa» tradicionalmente se indica una clásica expresión de la devoción al Corazón de Jesús, que toma como punto de partida las palabras mismas del Señor: «Mi alma tiene una tristeza de muerte. Quedaos aquí y velad conmigo» (Mt 26, 38). Hagamos entonces memoria, cada jueves por la noche, de aquella oración llena de dolor y de amor con la cual Cristo acogió la voluntad del Padre, «aprendió la obediencia de las cosas que padeció» (Hebreos 5, 8), cargó sobre sí nuestros sufrimientos, llevó nuestros dolores y fue azotado por nuestras iniquidades (cfr. Is 53, 4-5).

Él es realmente el sumo sacerdote que intercede por su hermano, santo, inocente, sin mancha, que se ha ofrecido a sí mismo (Hebreos 7, 26-27). En él, postrado por tierra en Getsemaní, se vuelve verdadera aquella expresión del Salmo que dice: «Yo, en cambio, cuando ellos estaban enfermos, vestido de sayal, me humillaba con ayuno, y en mi interior repetía mi oración. Como por un amigo o un hermano me angustiaba, como en duelo de una madre, sombrío me encorvaba» (Sal 35, 13-14). Él ha rezado en su corazón por nosotros, enfermos, en su pecho, en el Huerto de los Olivos, resonaba la oración por nosotros, que llegaba al Padre, mientras veía todas las traiciones y las infidelidades de los suyos, que habrían de consumarse a lo largo de la historia. Él, que nos ha llamado amigos (cfr. Jn 15, 14) y hermanos, y ha dicho que seríamos para él incluso una madre, de cumplir la voluntad del Padre (cfr. Mc 3, 34), se angustió por nosotros como nosotros por nuestros amigos, hermanos y madre, en sus enfermedades.  Verdaderamente, en aquella hora, "al que no conoció pecado, Dios le hizo pecado por nosotros" (2 Cor 5, 21); en otras palabras, ha estado viviendo en sí mismo la separación y la lejanía de Dios, como el último de los pecadores y los condenados, sufriendo en sí mismo en nuestro lugar, porque nadie podía decir que no era amado hasta ese momento. Y para que se cumplan las palabras del Salmo: "Si hasta los cielos subo, allí estás tú, si en el sol me acuesto, allí te encuentras." (Salmo 139: 8). Jesús habitó los infiernos, no sólo descendiendo a la morada de los muertos en el misterio del Sábado Santo, sino también habitando la morada de aquellos que están muertos en el espíritu aunque estén vivos en la carne, es decir, los pecadores, padeciendo su misma condena, viviendo la misma situación de infinita lejanía de Dios, su dolor sin fin: para que cualquier persona, incluso el último de los pecadores, pueda decir que Él se ha hecho cercano "hasta el extremo" (Jn 12, 1), es decir, hasta el punto en el cual se encontraba.

En relación a esto, siempre me ha impresionado una palabra de Jesús dirigida a Santa Margarita María de Alacoque, que fue anotada por ella, y que debemos leer de acuerdo con las categorías y el lenguaje de la época de la santa y, que,  bien entendida, contiene una confirmación de lo que arriba referimos: "Aquí he sufrido más que en el resto de mi Pasión, viéndome abandonado por el cielo y la tierra, cargando con todos los pecados de la humanidad. Estaba delante de la santidad de Dios que, a pesar de mi inocencia, en su furia me ha aplastado; me ha hecho beber del cáliz, que contenía toda la hiel y la amargura de su justa indignación, como si hubiese olvidado el nombre del Padre [...]. Nadie en el mundo puede comprender la intensidad del dolor que he sufrido entonces. Es el mismo dolor que prueba el alma en pecado, cuando se presenta ante el tribunal de la santidad divina, la cual pesa sobre éll [...] y la precipitación en el abismo de su justo rigor". Verdaderamente "Dios no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros" (cfr. Rm 8, 32).

Santa Margarita María se dedicó a la práctica de la hora santa todos los jueves por la noche, desde las 23 hasta medianoche, en la capilla de su monasterio; pero no estamos obligados a ello. La esencia de esta oración consiste en meditar o contemplar durante una hora entera y continua la Pasión del Señor, con el deseo de ofrecerle amor y la reparación de nuestras infidelidades y traiciones, y especialmente por aquellas de las almas que están consagradas a Él. No hay un 'sistema' especial: se puede leer y meditar el relato de la Pasión de uno de los Evangelios, en su totalidad o en parte, o rezar los misterios dolorosos, o hacer el Vía Crucis, o incluso estar en silencio y verter el propio corazón delante de Él.

Así, cada uno reza  lo mejor que puede, según su capacidad: Propongo, en especial para los que empiezan, detenerse en el relato de la agonía en Getsemaní, o en una parte de la Pasión; tras haber leído y releído algunas veces, simplemente preguntarse qué dice el texto y qué me dice el texto, que me dice a mí, a mi vida; dejarnos tocar por las Escrituras y luego, cuando llegue espontáneamente, digámosle algo al Señor que viene a nuestro encuentro. O bien, tratar de imaginar la escena que leemos, entrar en ella, imaginándonos allí, y tener una conversación con las personas presentes allí, ya que estaremos inspirados, de forma espontánea y libremente. En cuanto a la posición del cuerpo, que sea la que mejor nos ayude, incluso cambiándola: de pie o de rodillas, sentado o postrado, como nos parezca útil. Y permanezcamos en esta oración hasta que obtengamos un fruto de ella.

Es claro entonces que semejante oración es siempre muy gratísima a Jesús, sin especificación de días o de tiempos, pero es cierto que el jueves de noche es precisamente el recuerdo exacto de "aquel" jueves en la noche, de aquella hora en la cual el poder de la oscuridad pareció que saldría victorioso. La vigilia también tiene un significado importante: se vela durante la noche, y la noche no sólo es la oscuridad exterior, sino también la interior. Aprendemos a iluminar la noche con la oración, nuestra noche personal, la del mundo, y tal vez incluso la noche de la Iglesia. Por otra parte, es a la medianoche que llega el esposo y corremos a su encuentro (cf. Mt 25: 6.): el corazón de Cristo, sobre el cual el discípulo amado inclina la cabeza, es el corazón o el pecho del esposo, al cual la esposa dice en la intimidad del amor: "Ponme cual sello sobre tu corazón, como un sello en tu brazo. Porque es fuerte el amor como la Muerte" (Ct 8, 6).

Por supuesto que no es necesario permanecer en la Iglesia para hacer todo esto, si bien es cierto que la oración ante el Sacramento es orar de diferente manera, pero no se trata necesariamente de salir de la casa, y quizás sea justamente la oportunidad para entrar en el silencio de la propia habitación y orar en secreto. En esta hora cada uno de nosotros, y especialmente los sacerdotes, encuentra una fuente inagotable de gracia, consuelo y conforto personal, de intercesión por los demás, de fecundidad apostólica en el propio ministerio.

Es una auténtica "escuela del Sagrado Corazón", porque realmente la espiritualidad no se enseña y no se aprende en los libros, sino que es Jesús quien la revela a cada uno, según la propia gracia. En mi opinión es la mejor manera de adentrarse en el verdadero conocimiento, no libresco sino vivido, no el del "oir decir", sino el del "haber visto y tocado", el corazón mismo de Jesús, que se muestra a quien lo busca.

En este pequeño libro nos gustaría ofrecer algunas inspiraciones para descubrir, o redescubrir, esta hermosa forma de oración, un "estar con Jesús" simple, gratuito, no por deber, sino simplemente por amor. Es un espacio semanal para expandir nuestra oración, que a lo mejor otros días podemos hacer un poco a las corridas, en medio de tantas actividades. Es como una pausa espiritual que nos concedemos,  un refuerzo o un sumplemento del cual tenemos mucha necesidad. Me gustaría resaltar que, probablemente, hacer la hora santa todos los días sería difícil, y hacerla una vez al mes la tornaría demasiado diluida, pero una vez a la semana es un ritmo que es bastante posible para todos, y haciendo de esta manera casi que se convierte en un curso de ejercicios espirituales en la vida cotidiana. Sin salir de nuestras ocupaciones, he aquí que hemos empezado a buscar y encontrar al Señor, a beber del agua viva que brota de su Corazón.

Yo sugeriría, por último, para quienes no están dispuestos a detenerse para orar por una hora entera, empezar a practicar la hora santa de una manera incluso más simple pero no por eso menos eficaz que, por otra parte, todos podemos seguir. A una determinada hora del día, que elijamos nosotros, nuestro criterio, simplemente procuremos hacer lo que hacemos como si estuviésemos delante de Jesús, invitarlo, por así decirlo, para estar junto a nosotros en nuestras ocupaciones, y ofrecerle ese tiempo queriendo responder al amor de su corazón. No se trata entonces de rezar, o concentrarse, sino de estar allí con Él: especialmente los enfermos pueden unir su sufrimiento, sea éste físico o moral, a su Pasión; quien encuentra alguien y ve a la gente, puede honrar a Cristo presente en aquellos que están cerca de él en ese momento; quien hace un trabajo puede unirse a su vida oculta. Y así toda nuestra vida ya está escondida con Cristo en Dios (cf. Col 3: 3.) y aprendemos a ofrecer nuestros cuerpos, es decir, nuestras vidas, como un sacrificio espiritual, santo y agradable a Dios (cf. Rom. 12: 1 -2). No subestimen cuán útil puede ser este modo sencillísimo de rezar, que está siempre a nuestro alcance: de hecho, nos enseña a vivir con Él, delante de Él, para Él, en todo. En las palabras de San Ignacio nos enseña a ser "contemplativos en la acción", para buscar y encontrar en todo la mayor gloria y servicio de Dios nuestro Señor.

TAGs
Enviar a un amigo
Vista para imprimir
CLOSE X
Ver también
Para los católicos chinos: Rezar con San Ignacio (2)
04/08/2017 11:19
Madhya Pradesh quiere incorporar la ‘felicidad’ como asignatura escolar
14/02/2022 15:52
Lee Ming-cheh, el activista taiwanés arrestado en China, es llevado a juicio
07/09/2017 15:00
P. Poquillon: de Mosul a la Jerusalén sangrante: "La vida es más fuerte que la muerte"
28/11/2023 11:42
Papa: Leer 10 minutos el Evangelio cada día para conocer a Jesús y por lo tanto a la verdadera esperanza
03/02/2015


Newsletter

Suscríbase a la newsletter de Asia News o cambie sus preferencias

Regístrese
“L’Asia: ecco il nostro comune compito per il terzo millennio!” - Giovanni Paolo II, da “Alzatevi, andiamo”