02/05/2019, 14.01
SIRIA - UE - EEUU
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Religiosas trapenses de Azeir: el embargo y las sanciones han puesto a los sirios de rodillas

El primero de junio, Europa debe votar la renovación de las sanciones contra Damasco, que están en vigor desde el 2011. Washington utiliza la medida económica para obtener -hasta ahora, en vano- un cambio de régimen. Las hermanas testimonian el drama y la desesperación de un pueblo, frente a una “situación que es insostenible”.

 

Damasco (AsiaNews) - Además de la guerra, la violencia yihadista y la destrucción perpetrada, el pueblo sirio también debe afrontar las sanciones europeas y estadounidenses que azotan todavía más a una economía que ya de por sí, se encuentra de rodillas. Y “por primera vez en todos estos años” de conflicto, “vemos a la gente realmente desalentada”, ya que el embargo y las restricciones “están repercutiendo duramente” en la población. Es lo que cuenta, en un testimonio enviado a AsiaNews, Sor Marta, una de las hermanas trapenses de Azeir, en Siria. “No hay gas, no hay combustible, y tampoco gasolina -cuenta la religiosa - y en nuestra región, que es fundamentalmente agrícola, la gente cultiva pero no tiene la posibilidad de llevar fruta y verdura hasta Damasco y a los mercados, de modo que todo está paralizado”.

El primero de junio, Bruselas deberá votar la renovación de las sanciones de la UE contra Siria. Estas abarcan el embargo sobre el petróleo, restricciones sobre algunas inversiones, el congelamiento de bienes del Banco Central sirio, detenidos en la UE, y límites para la exportación de equipamiento y tecnologías. Impuestas en el 2011 tras el inicio de la guerra, las medidas punitivas son revisadas anualmente; por último, el listado de sanciones europeas comprende 270 personas y 72 entidades que han quedado bajo la mira, y sobre las cuales pesa la prohibición de viajar y el bloqueo de sus bienes.   

Al embargo de la UE se suma un férreo control de los Estados Unidos sobre Siria y sobre la familia Assad, con el objetivo de doblegar (hasta ahora, en vano) al gobierno de Damasco y conseguir el derrocamiento del régimen. Esto impide el ingreso de combustible y paraliza el transporte, tanto de autobuses y taxis como de automóviles de particulares. Los estudiantes ya no pueden asistir a las escuelas y universidades y los pacientes no pueden acudir a las consultas médicas.  

Por otro lado, si bien los medicamentos y hospitales no están incluidos en el embargo, los hospitales funcionan al mínimo, las maquinarias están detenidas por falta de respuestos y se impide a los bancos extranjeros colaborar con las instituciones sirias. Se trata de un cerco que, sumado a la devastación del conflicto, ha causado la muerte de casi medio millón de personas, además de tres millones de discapacitados permanentes, y cerca de 11 millones -casi la mitad de la población- constreñidos a abandonar sus viviendas. De ellos, poco menos de 6 millones viven en países vecinos (3,6, en Turquía). A ellos se agregan 6,2 millones de desplazados internos, en el contexto de la peor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra mundial.

Además, el 80% de la población atraviesa condiciones de extrema pobreza, con menos de dos dólares al día para sobrevivir. Desde el 2009, poco menos del 90% de las empresas se han transferido al exterior y la desocupación pasó del 10%, en 2010, a más del 50% en el 2015. La pérdida en términos de Producto Interno Bruto (PIB), entre el 2011 y el 2016, ha sido de 226 millardos de dólares, que representa casi cuatro veces el PIB del 2010.

Analistas y expertos resaltan una y otra vez que las llamadas “sanciones inteligentes” de Washington y Bruselas, tienen poco o nada de inteligentes y solo terminan azotando al sector de asistencia humanitaria, que cada vez encuentran más dificultoso su ingreso al país. La situación, tal como subrayó a AsiaNews, días atrás, el arzobispo maronita de Damasco, es cada vez más difícil.

“En junio -cuentra Sor Marta- se vuelve a presentar, una vez más, la votación” en la sede europea. En tanto, en Siria, muchas de las pequeñas actividades se encuentran paralizadas. “En cuanto a nosotras -explica- muchas cosas aún pueden conservarse con hielo, pero quien fabrica hielo no logra producir, porque no hay electricidad para los freezers ni combustible para transportar y entregar los bloques de hielo”. Y con el pan “sucede lo mismo”: “lo racionan, porque los hornos funcionan con gasoil… En síntesis, esta realidad es realmente dura y la gente está verdaderamente desalentada”. Cada vez son más las personas que se arrepienten de no haber partido.

¿Cómo se puede pensar que el país vaya a repuntar” si se lo castiga con un “carga tan dura [de sanciones]?, se pregunta la religiosa; mientras comenta que los precios “se han triplicado. En verdad -concluye- es una situación insostenible”.

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