26/09/2019, 14.49
LÍBANO - SIRIA
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Bekaa, legalizar la producción de cannabis para sostener la economía local

El presidente del Parlamento lanza la propuesta, abriendo el uso del cannabis para fines médicos. El cáñamo índico se cultiva en el valle desde la época del Imperio otomano. Los costos de producción son bajos y su calidad se destaca entre las mejores del mundo. Hoy en día, los cultivadores deben hacer frente a la caída de precios y a las dificultades del comercio (por tierra) en el país vecino, Siria.

Beirut (AsiaNews) - Para hacer frente a la creciente crisis económica y dar una apariencia de legalidad a una práctica que se remonta a la época del Imperio otomano, en el Líbano se abrió el debate en torno a la legalización del cultivo del cáñamo indio o cannabis. Según informa el diario en idioma francés L’Orient-Le Jour (LOJ), la propuesta fue presentada al Parlamento por su mismo presidente, Nabih Berry, quien anunció que el País de los Cedros “podría legalizar los cultivos de cannabis y su utilización para fines médicos”. 

La resina del cannabis libanés es considerada por los expertos como una de las mejores del mundo. Existen dos tipos de ejemplares: rosas, los más caros y buscados; y luego está el cannabis amarillo, obtenido con las primeras flores de la estación. Esta última tiene un sabor menos fuerte y pronunciado que el primero, pero sigue siendo un producto refinado y muy apreciado. 

Uno de los que abogan por la legalización es Talal Chreif, el presidente del Concejo municipal de Yammouné, en el valle de Bekaa, situado en el noreste del Líbano, que es donde se concentra la producción nacional. “Los cultivos -explica - se iniciaron bajo el imperio otomano y prosiguieron durante el mandato francés. ¿Por qué no legalizarlos de una vez por todas?”. 

Él señala los múltiples efectos positivos del cannabis, como el uso médico del aceite en estado puro. Según varios estudios, el producto asegura beneficios para remediar el dolor crónico o para tratar algunas formas particulares de epilepsia. 

En el pasado, las autoridades trataban de contrarrestar -tímidamente - esta práctica, introduciendo otros tipos de cultivo. En la década del ‘90, un programa sostenido por las Naciones Unidas intentó erradicar el cannabis, para hacer lugar a otros productos agrícolas; un plan que jamás se implementó, pues la misma población local se opuso a ello. 

Durante años, las fuerzas del orden destruyeron enormes plantaciones de Bekaa. Sin embargo, la escalada del conflicto en la vecina Siria y la oleada de refugiados que se han volcado al otro lado de la frontera, cruzando al Líbano, han empujado a las autoridades a hacer la vista gorda, facilitando la difusión de los cultivos a cielo abierto. Es un intento, según explican fuentes locales, de aplacar la ira de la población, que se ha visto más empobrecida por el continuo flujo de refugiados sirios.  

“Estamos atravesando una crisis económica horrible -afirma Talal Chreif. “Es tiempo de que el Estado sea clemente con nosotros. Si bien es cierto que el precio del hachís debiera bajar en los mercados una vez legalizado su cultivo, el agricultor local igualmente saldría beneficiado con esto. En el pasado, eran los traficantes los que obtenían beneficios por los precios elevados, fruto de la venta ilegal. Pero no los campesinos”. 

A nivel económico, la producción de cannabis es más rentable, en comparación con otras primicias, para la región de Bekaa, donde la morfología y el clima resultan óptimos. Y los datos, prosigue el presidente del Consejo Municipal de Yammouné, lo confirman: “Para el campesino libanés, el costo de un dounoum [aproximadamente mil metros cuadrados] de patatas es de 1500 dólares al año, mientras que el de un dounoum de hachís ronda los 10 dólares. Estos 10 dólares son usados para las semillas en abril, y para tres rondas de riesgo hasta la cosecha, en septiembre; requiere poco herbicida y su recolección”. 

Detrás del pedido de legalización también figura el problema de la caída de precios registrada en las últimas semanas: en el mercado, un kilo de producto hoy cuesta entre 80 y 100 dólares. Para muchos productores, será “un sueño” lograr vender al menos un kilo, y aún quedan restos de la producción del año pasado y del anterior. Muchos campesinos recuerda con “nostalgia” otros tiempos, en los que el kilo podía ser vendido a un costo que variaba entre 1200 y 1500 dólares. 

El riesgo actual es que se tienda a una sobreproducción, en un área donde casi el 60% de los terrenos se dedica al cultivo del cáñamo índico. Para los expertos, la legalización, unida a la reglamentación de la producción y al control del comercio (hoy, rehén de las milicias y grupos que combaten en Siria) podría favorecer una suba en los precios y sostener una economía local en el valle de Bekaa, donde las dificultades son cada vez mayores.

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