Corea del Sur, la organista más fuerte que la discapacidad

A pesar de las graves consecuencias de la hidrocefalia, que ahora la obligan a usar una silla de ruedas, desde hace 30 años nunca ha dejado de acompañar los cantos de su comunidad en la misa dominical. Y le dice al Catholic Times de Corea: "Descubrí la voluntad de Dios para mí a través de este servicio".

Seúl (AsiaNews) - Debido a la hidrocefalia, vive desde niña con una cánula en el cerebro. En 2004 la parálisis provocada por una segunda operación también la obligó a usar una silla de ruedas. Pero todos los domingos por la mañana, desde hace 30 años, nunca falta el órgano para acompañar los cantos de la misa en la catedral. Porque -explica- "Dios me ha dado un talento y tengo que devolvérselo".

El Catholic Times of Korea, el semanario católico coreano, publicó esta semana en un lugar destacado la extraordinaria historia de cómo incluso la discapacidad puede convertirse en un testimonio de fe. La protagonista es Jae-soon Lee, una mujer de 55 años de Suwon que desde 1990, a pesar de todas las dificultades debidas a su condición física, ofrece su servicio animando la liturgia con música y cantos.

Cuando comenzó todavía podía caminar, pero hoy -solo gracias a un duro proceso de rehabilitación- apenas puede dar pequeños pasos apoyándose en un bastón. La enfermedad cerebral le produce amnesias a corto plazo que le impiden recordar muchas circunstancias de su vida cotidiana. A menudo olvida lo que hizo el día anterior o con quién estuvo, por eso toma nota de todo para conservar los recuerdos. Sin embargo, hay algo que nunca olvida: los himnos de la liturgia, que aprendió de memoria. “Siempre me ha gustado cantar -cuenta- y a través del canto y la música me encuentro con el Señor”.

Así que todos los domingos a las 8 de la mañana, y todos los viernes a las 10, llega a la iglesia para acompañar los cantos de la misa. Incluso cuando llueve o nieva, se prepara y sale en su silla de ruedas. Ni siquiera se detuvo -dice el Catholic Times de Corea- cuando el Covid-19 impidió el uso del ascensor: con su bastón empezó a subir lentamente las escaleras. Explica que la posibilidad de acompañar la Misa con el órgano es un gran regalo de Dios y también la razón por la que vive.

“Si hubiera estado sana como todos - agrega - probablemente nunca hubiera pensado en hacer este voluntariado. Al principio me quejaba mucho de mi condición, pero poco a poco fui descubriendo la voluntad de Dios en mi vivida de discapacitada”.

Antes de tocar, Lee siempre reza para que su música sea agradable a Dios y a las personas que participan en la misa: "Aunque me cueste mucho esfuerzo, cuando me dicen: 'El acompañamiento del coro ha sido muy hermoso', me siento agradecida por el don que Dios me ha dado para compartir. Puedo seguir solo gracias a la fuerza que Él me da”.

Hoy espera que "la pandemia termine pronto y podamos quitarnos las mascarillas y cantar las canciones en voz alta en la iglesia". Pero su mayor deseo sigue siendo "vivir cada día con fe".

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