16/05/2021, 13.17
VATICANO - MYANMAR
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El Papa, sobre Myanmar: frente a la violencia, custodiar la fe, la unidad y la verdad

Francisco celebró la misa junto a la comunidad de fieles birmanos que viven en Roma, para pedir por Myanmar, "marcado por la violencia, el conflicto y la represión”. "Quiero llevar al altar del Señor el sufrimiento de vuestro pueblo y rezar con ustedes para que Dios convierta los corazones de todos a la paz".

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – No bajen la cabeza ante el mal, no se dejen aplastar por el dolor, no se refugien en la amargura de los derrotados y decepcionados. Miren hacia lo alto, hacia Dios, para pedirle que convierta los corazones de todos a la paz. En un momento en el que Myanmar "está marcado por la violencia, el conflicto y la represión", el Papa Francisco insta a los cristianos del país a mantener la fe, a permanecer unidos y a custodiar la verdad, confiando en Jesús.

Francisco celebró la Misa para la comunidad de los fieles de Myanmar que viven en Roma. Fue en el Altar de la Cátedra de la Basílica Vaticana. En su homilía, se inspiró en la oración de Jesús cuando le pide al Padre que "cuide" a los discípulos. Ante el drama que vive Myanmar "en primer lugar" hay que cuidar la fe. "

“Custodiar la fe es mantener la mirada en alto, hacia el cielo, mientras sobre la tierra se combate y se derrama sangre inocente. Es no ceder a la lógica del odio y de la venganza, sino permanecer con la mirada puesta en ese Dios de amor que nos llama a ser hermanos entre nosotros. La oración nos abre a la confianza en Dios incluso en los momentos difíciles, nos ayuda a esperar contra todas las evidencias, nos sostiene en la batalla cotidiana. No es una fuga, un modo de escapar de los problemas. Al contrario, es la única arma que tenemos para cuidar el amor y la esperanza en medio de tantas armas que siembran muerte”.

“Un segundo aspecto del cuidar: cuidar la unidad. Jesús reza al Padre para que guarde a los suyos en la unidad, para que «todos sean uno» (Jn 17,21), una sola familia donde reinan el amor y la fraternidad. Él conocía el corazón de sus discípulos; a veces los había visto discutir sobre quién debía ser el más grande, quién debía mandar. Esta es una enfermedad mortal: la división. La experimentamos en nuestro corazón, porque frecuentemente estamos divididos dentro de nosotros mismos. Experimentamos la división en las familias, en las comunidades, entre los pueblos, incluso en la Iglesia. Son muchos los pecados contra la unidad: las envidias, los celos, la búsqueda de intereses personales en vez del bien de todos, los juicios contra los otros. Y estos pequeños conflictos que tenemos entre nosotros se reflejan después en los grandes conflictos, como el que vive en estos días vuestro país. Cuando los intereses de parte, la sed de ventajas y de poder se imponen, estallan siempre enfrentamientos y divisiones, porque la división proviene del diablo, que es el que divide”. 

“Estamos llamados a cuidar la unidad, a tomar en serio esta apremiante súplica de Jesús al Padre: que sean uno, que formen una familia, que tengan el valor de vivir vínculos de amistad, de amor, de fraternidad. Cuánta necesidad hay, sobre todo hoy, de fraternidad. Sé que algunas situaciones políticas y sociales son más grandes que ustedes, pero el compromiso por la paz y la fraternidad nace siempre de la base. Cada uno, en lo pequeño, puede hacer su parte. Cada uno, en lo pequeño, puede comprometerse a ser constructor de fraternidad, a ser sembrador de fraternidad, a trabajar en la reconstrucción de lo que se ha roto, en vez de alimentar la violencia. Estamos llamados a hacerlo, también como Iglesia. Promovamos el diálogo, el respeto por el otro, la custodia del hermano, la comunión”.

Y, por último, custodiar la verdad. “Cuidar la verdad significa ser profetas en todas las situaciones de la vida, es decir, estar consagrados al Evangelio y ser testigos aun cuando haya que pagar el precio de ir contracorriente”.

“A veces, nosotros cristianos buscamos un acuerdo, sin embargo, el Evangelio nos pide estar en la verdad y para la verdad, dando la vida por los demás. Y donde hay guerra, violencia y odio, ser fieles al Evangelio y constructores de paz significa comprometerse, también a través de las decisiones sociales y políticas, arriesgando la vida. Sólo así las cosas pueden cambiar. El Señor no necesita gente tibia, nos quiere consagrados a la verdad y a la belleza del Evangelio, para que podamos testimoniar la alegría del Reino de Dios también en la noche oscura del dolor y cuando el mal parece más fuerte”.

“Hoy quiero llevar al altar del Señor el sufrimiento de vuestro pueblo y rezar con ustedes para que Dios convierta los corazones de todos a la paz”, dijo Francisco al concluir la homilía. “Que la oración de Jesús nos ayude a cuidar la fe también en los momentos difíciles, a ser constructores de unidad, a arriesgar la vida por la verdad del Evangelio. Y no pierdan la esperanza. Jesús todavía hoy ruega al Padre e intercede por todos nosotros, para que nos cuide del maligno y nos libere del poder del mal”.

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