01/12/2025, 19.45
LÍBANO - VATICANO
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El Papa en Beirut. El encuentro en la Plaza de los Mártires y el eco de sus palabras entre la gente

de Fady Noun

El llamado de León XIV a la paz y al diálogo entre las religiones en el encuentro con los principales líderes cristianos, musulmanes y drusos. El Líbano es un "poderoso ejemplo" de convivencia, a pesar de la crisis económica, la inestabilidad política y los ataques israelíes. Al igual que san Juan Pablo II en 1980, advirtió sobre los riesgos de su desaparición. Pero según algunos observadores, ha sido demasiado indulgente con aquellos que debilitan el país con sus actos.

 

Beirut (AsiaNews) - En la Plaza de los Mártires, ubicada en el centro de Beirut e históricamente conocida como "Al Burj" (la torre) - lugar que conserva la memoria de las ejecuciones durante la Primera Guerra Mundial - León XIV vivió esta tarde un histórico encuentro ecuménico e interreligioso, en el segundo día de su visita al Líbano y Oriente Medio. En el discurso que pronunció, Prevost dijo que estaba "profundamente conmovido" por encontrarse personalmente - desde la tarde de ayer, 30 de noviembre, hasta mañana, 2 de diciembre - en esa "tierra bendita" que es el país de los "cedros imponentes, emblema del alma justa que florece bajo la mirada vigilante del cielo". Y al finalizar el encuentro plantó un olivo - "símbolo atemporal de reconciliación y paz" - para sellar en la memoria el recuerdo del encuentro plural de este día con el obispo de Roma.

Plural como las voces que intervinieron para darle la bienvenida: Abdullatif Darian, Muftí de la República del Líbano; el patriarca greco-ortodoxo Yohanna X; Ali El-Khatib, vicepresidente del Consejo superior Islámico Chiita; Mar Ignacio Efraim II, patriarca de Antioquía y de todo Oriente de la Iglesia siro-ortodoxa; Dr. Sami Abi Al-Muna, jeque Al-Aql de la comunidad drusa; Aram I, catholicos armenio; Dr. Joseph Kassab, presidente del Consejo Supremo de la Comunidad Evangélica en Siria y Líbano; y Ali Kaddour, líder alauita. Son testimonio de una tierra "que nunca ha caído en el silencio", capaz de "convocar, siglo tras siglo, a aquellos que desean abrir su corazón al Dios viviente". Y, citando la exhortación apostólica Ecclesia in Medio Oriente de Benedicto XIV, firmada en Beirut en 2012, volvió a afirmar que "la naturaleza y la vocación universal de la Iglesia exigen que esté en diálogo con los miembros de las otras religiones".

León XIV se dirigió a los "amigos" presentes en un lugar donde "minaretes y campanarios se alzan uno al lado del otro". “Que en esta amada tierra puedan sonar juntas cada campana y cada adhān, que cada llamada a la oración pueda fundirse en un único himno, elevado no sólo para glorificar al misericordioso Creador del cielo y de la tierra, sino también para implorar de todo corazón el don divino de la paz”. Un nuevo llamado a la paz, en la que el Papa había centrado el discurso de ayer dirigido a las autoridades, una paz en busca de la cual las comunidades de Oriente Medio están viviendo un “arduo camino”. “A veces la humanidad mira a Oriente Medio con una sensación de temor y desaliento, ante conflictos tan complejos y de larga data”, dijo el Papa. “Sin embargo, en medio de estas luchas, se puede encontrar esperanza”, invocada por la “humanidad compartida” y la “fe en un Dios de amor y misericordia”.

El Líbano constituye un “poderoso ejemplo” de “convivencia”, que a veces puede parecer “un sueño lejano”. “El miedo, la desconfianza y los prejuicios no tienen aquí la última palabra, mientras que la unidad, la reconciliación y la paz siempre son posibles”, afirmó el Papa. El Líbano da testimonio de la “verdad imperecedera” de que “cristianos, musulmanes, drusos” y otros pueblos “pueden vivir juntos”, en el respeto y el diálogo. Este diálogo - promovido también por la declaración conciliar Nostra Aetate - tiene “sus raíces en el amor, único fundamento para la paz, la justicia y la reconciliación”. Un amor que “rechaza prejuicios, discriminaciones y persecuciones”, añadió León XIV.

Mientras tanto, hoy el Líbano ha reflexionado sobre las palabras que el Papa pronunció ayer en su discurso a las autoridades. El ex ministro libanés Ziad Baroud se había dirigido ayer al pontífice, con el tono de un ex comandante del ejército: “Santidad, dígale al mundo que nosotros (los libaneses, ndr) no moriremos, no abandonaremos nuestro país, no desapareceremos, sino que permaneceremos aquí para ser un espacio de encuentro intercultural”. Estas palabras también responden al reciente ultimátum del ministro de Defensa israelí Israel Katz, quien anunció que no habrá “ni calma, ni orden, ni estabilidad” en el Líbano hasta que Hezbolá no sea desarmado.

Un jubilado de Nabatiyeh, Kamal R., cuyas asignaciones se encuentran bloqueadas desde hace cinco años en un banco, considera que el Papa aludió diplomáticamente al aspecto inmoral de la crisis que está destruyendo la vida pública del país en muchos sectores. “En cuanto a la crisis bancaria, se escucha demasiado poco la voz de la conciencia y demasiado la de la razón de Estado”, destacó. Khaled B., un bloguero musulmán, cree en cambio que el Papa debería visitar también a los internos de la cárcel central de Roumieh. Allí, dice, hay cientos de detenidos sin juicio, sospechosos de subversión islamista, algunos de los cuales ya han cumplido varias veces la pena que podría habérseles impuesto.

Para construir la paz hacen falta artesanos que permanezcan en el país, había dicho ayer el Papa, tocando un punto neurálgico de la crisis que viven las élites universitarias y los jóvenes en general. También recordó el “éxodo” generalizado que lleva a muchas personas a abandonar el país. Para el P. Salim Daccache, rector de la Universidad Saint-Joseph, la economía libanesa en crisis sólo genera cada año entre 3 y 4 mil puestos de trabajo, mientras que cada año cerca de 30 mil graduados se asoman al mercado laboral.

A pesar de la simpatía por la Iglesia universal y su jefe, muchos observadores consideran que el discurso del Papa ha sido "demasiado suave", a la luz de los ataques y la violencia que sufre el Estado libanés. Bombas, raids aéreos y ataques que han amenazado su soberanía tanto desde dentro como desde el exterior, y cuya estabilidad - incluyendo el principio de la alternancia - está constantemente puesta en tela de juicio por comportamientos discrecionales. Por último, León XIV elogió el papel fundamental que desempeñan las mujeres en la sociedad como operadoras “de paz, porque saben preservar y desarrollar vínculos profundos con la vida, las personas y los lugares”.

Su discurso recordó, sin atenuantes, la famosa advertencia que pronunció en los años ochenta san Juan Pablo II, en una carta dirigida a todos los obispos de la Iglesia católica. Allí alertaba sobre la posible “desaparición del Líbano”, portador de un modelo de civilización de fundamental importancia, a pesar de las interferencias y las alianzas externas que siguen obstaculizándolo.

León XIV también hizo una visita al santuario de Harissa, como habían hecho antes que él los dos Papas que visitaron el Líbano. Se hubiera podido intuir el programa de esta visita - sobre el que hubo gran discreción - por la franja de asfalto nuevo que conduce a la puerta del convento. Esta tarde, desde la Plaza de los Mártires, Prevost había dicho: “Que este abrazo amoroso y maternal de la Virgen María, Madre de Jesús y Reina de la Paz, guíe a cada uno de ustedes, para que en su patria, en todo Oriente Medio y en todo el mundo, pueda fluir el don de la reconciliación y de la convivencia pacífica ‘como los arroyos que fluyen desde el Líbano’, llevando esperanza y unidad a todos”.

 

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