29/11/2018, 10.41
CHINA-VATICANO
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El acuerdo sino-vaticano, un nuevo acuerdo de Munich

de Rock

El acuerdo firmado entre China y la Santa Sede recuerda el acuerdo de paz que Hitler firmó con Gran Bretaña y Francia, que nunca fue cumplido y que dio tiempo al dictador nazi para invadir Checoslovaquia y preparar la Segunda guerra mundial. No es posible “ignorar los sufrimientos y pisotear la sangre de los mártires, en nombre de logros diplomáticos”. El artículo fue escrito por un profesor de Historia.

 

Beijing (AsiaNews)- Si bien la “intención parece ser buena”, un acuerdo “en el que falte la justicia sólo terminará dañando a los demás”. No es posible “ignorar los sufrimientos y pisotear la sangre de los mártires, en nombre de los logros diplomáticos”. Son algunas de las expresiones con las que el autor de esta reflexión, Rock, cierra la conclusión de este comentario suyo sobre el acuerdo entre China y la Santa Sede. Para Rock-seudónimo de un laico chino, profesor de historia- dicho acuerdo recuerda muy de cerca el acuerdo de Munich de 1938, en el cual Hitler prometió la paz con Gran Bretaña y Francia, rechazándolo luego en los hechos con la invasión de Checoslovaquia y desencadenando la Segunda guerra mundial. Rock recuerda la valentía de Pío XI, único líder de Europa que denunció los crímenes de la Alemania nazi. Él pide que no encomiende sólo al Salvador “la responsabilidad de ocuparse de la grey”

La firma del Acuerdo China-Vaticano finalmente se realizó, tras un gran debate. Después del acuerdo del pasado mes de septiembre, aún no fueron revelados los detalles, pero el impacto sobre la Iglesia china es difícil de describir, debido a su magnitud. Además del reconocimiento de los 8 obispos ilícitos (incluído uno ya muerto)  y el reconocimiento de la diócesis de Chengde, del resto no se sabe nada. Como consecuencia hay cierta dificultad en términos de enseñanza. Esta situación recuerda eventos similares sucedidos en la historia, que ameritan de un reflexión en el seno de la Iglesia.

En 1932, el partido nazi guiado por Hitler tomó el poder en Alemania e inmediatamente lanzó un plan para preparar al ejército para conquistar Europa. Lo primero que hizo fue romper el Tratado de Versalles firmado al final de la Primera guerra mundial y un pequeño Estado inmediatamente fronterizo devino su objetivo principal. Después de la anexión de Austria en marzo de 1938, le tocó el turno a Checoslovaquia, con la invasión del Studetenland, so pretexto de la humillación de los alemanes presentes en aquella región (1) . El gobierno checoslovaco no se atemorizó ante la amenaza y no vaciló a la hora de proteger el país.

Pero, en aquel momento, las potencias europeas autoras del Tratado de Versalles, el Reino Unido y Francia, se colocaron adelante para mediar: el primer ministro británico Chamberlain comunicó a Hitler que esperaba entablar negociaciones personalmente y concluir en un acuerdo de paz. Después de numerosas consultas entre Gran Bretaña, Francia y la Alemania nazi, el acuerdo fue firmado en Munich el 29 de septiembre de 1938, pero ningún representante de la República Checa estuvo presente. A expensas de la soberanía de Checoslovaquia, Gran Bretaña y Francia lograron la llamada promesa de paz de Hitler. Presionada por Gran Bretaña y Francia, Checoslovaquia se rindió y renunció a la región de los Sudetes. Pero, en realidad, este hecho marcó el inicio del final de ese país.

Después de la firma del acuerdo, el primer ministro británico Chamberlain volvió a Londres. En el aeropuerto, frente a los periodistas y al pueblo británico, se mostró satisfecho y triunfante por el acuerdo de paz estipulado con Hitler, diciendo “¡He traído la paz para una generación entera !”. Sin embargo, el Premier Churchill respondió que el tratado de Munich era una “capitulación completa” de los países democráticos occidentales a la fuerzas armadas nazis, “una vergonzosa derrota, sin guerra de Gran Bretaña”. De hecho, la tinta del acuerdo de Munich aún no se había secado, cuando Hitler rompió la promesa y ocupó toda Checoslovaquia. Las huelgas en Polonia de 1939 marcaron el inicio de la Segunda guerra mundial. Francia fue derrotada en 1940 y también el Reino Unido fue destruido bajo el bombardeo indiscriminado de los nazis. Chamberlain, que sostenía que había llevado la paz a una generación entera, presentó su renuncia y sus palabras después del acuerdo de Munich se convirtieron rápidamente en una burla. El análisis de Churchill en relación al acuerdo devino un clásico: “Si entre la guerra y la vergüenza eliges la vergüenza, la guerra es sólo pospuesta”.

Vale la pena recordar que mientras las potencias europeas llegaron a un compromiso con los nazis, el Papa Pío XI no tuvo miedo de los nazis. El 21 de marzo de 1937 (Domingo de Ramos), con la Encíclica “MIt brennender Sorge”, el Papa denunció la opresión de la Alemania nazi sobre la Iglesia, invitando a los católicos a resistir al racismo y al culto nacionalista (que van contra los valores morales y de fe de la Iglesia), a permanecer fieles a Jesucristo y a condenar las atrocidades nazis contra los católicos y las otras Iglesias. En el documento se recuerdan también los crímenes de la Alemania nazi y las violaciones de los acuerdos políticos y religiosos, pero al mismo tiempo, se reclama a la certeza de la presencia del Buen Pastor, que siempre defiende a su grey.

Cualquier acuerdo que carezca de justicia sólo terminará dañando a los demás. Aunque la intención parezca ser buena, es necesario evaluar correcta y claramente las consecuencias en un plano objetivo. Es verdad que la Iglesia predica la benevolencia, pero esto no significa que se puedan ignorar los sufrimientos ni ¡l pisotear la sangre de los mártires, en el nombre logros diplomáticos! ¡La historia es un espejo que refleja claramente el ascenso y la caída de los países del mundo! ¡La historia de la humanidad debe ser maestra para la Iglesia, un lugar donde aprender, sobre todo para no repetir los mismos errores! ¡De otro modo realmente se descarga sólo sobre el Salvador la responsabilidad de ocuparse de la grey!

 

(1) Sudetenland, en checo y eslovaco Sudety, en polaco Kraj Sudetów, es el término alemán con el cual se indican los territorios germanófonos en las fronteras septentrionales, meridionales y orientales de la actual República checa.

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