07/10/2022, 14.37
ONU-CHINA
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El inútil Consejo de Derechos Humanos de la ONU desestima el debate sobre los abusos en Xinjiang

de Emanuele Scimia

Desmintió un informe interno en el que se mencionan violaciones de los derechos humanos que podrían constituir crímenes de lesa humanidad. Muchas naciones musulmanas rechazaron la moción para debatir el contenido del documento. China llevó a cabo una eficaz campaña de presión. El sistema de la ONU no resuelve los problemas: es un bazar diplomático.

Roma (AsiaNews) - Por apenas dos votos, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU rechazó ayer una moción para abrir un debate sobre el trato que reciben los uigures y otras minorías de habla turca y credo islámico en el Xinjiang chino.

Si nos atenemos a los hechos, el organismo de la ONU desmiente su propio informe. Este fue publicado -tras numerosos aplazamientos- por la oficina de la ex comisaria de Derechos Humanos, Michelle Bachelet, el 31 de agosto. Para la ex presidenta de Chile, ese fue su último día en el cargo. El documento sostiene la credibilidad de las acusaciones de expertos, grupos humanitarios y medios de comunicación internacionales cuando afirman que China comete crímenes de lesa humanidad contra las minorías musulmanas.

Entre los abusos que se atribuyen a Beijing está el de haber encarcelado a casi dos millones de ciudadanos -principalmente uigures- en auténticos campos de concentración, donde se los somete a trabajos forzados. Los chinos niegan todas las acusaciones, alegando que los campos de Xinjiang son centros de formación profesional y proyectos para reducir la pobreza, luchar contra el terrorismo y el separatismo.

La moción promovida por Estados Unidos y otros países occidentales -además de Turquía- se proponía como mínimo un debate sobre el asunto y el contenido del informe y no la apertura de una investigación oficial -al menos, no por el momento.

Votaron en contra 19 países: Bolivia, Camerún, China, Costa de Marfil, Cuba, Eritrea, Gabón, Indonesia, Kazajistán, Mauritania, Namibia, Nepal, Pakistán, Qatar, Senegal, Sudán, Emiratos Árabes Unidos, Uzbekistán y Venezuela. Sólo 17 estuvieron a favor: Alemania, Corea del Sur, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Honduras, Japón, Lituania, Luxemburgo, Islas Marshall, Montenegro, Países Bajos, Paraguay, Polonia, Reino Unido y República Checa. Hubo 11 abstenciones, entre ellas las de India, Brasil, México, Argentina y Ucrania.

Es sorprendente el apoyo a China por parte de varias naciones musulmanas, temerosas de ver deterioradas sus relaciones políticas y comerciales con Beijing. La decisión también podría tener repercusiones internas. Al hacer oídos sordos a lo que ocurre en Xinjiang, estos gobiernos dejan el campo libre a la propaganda de los fundamentalistas islámicos y los terroristas, que se erigen en defensores de los uigures, llegando a amenazar al gobierno chino.

Un ejemplo de ello es la rama afgana del Estado Islámico y su llamado a las armas contra Beijing. Quizás hayan tomado nota de ello los kazajos, que llevan más de 600 días protestando frente al consulado chino en Almaty por sus familiares encarcelados en Xinjiang. El gobierno de Tokaev ignora sus reclamos.

La Turquía de Erdogan -con el visto bueno de Biden, por la mediación turca en la guerra entre rusos y ucranianos- se sintió lo suficientemente fuerte como para proponer el debate. Y esto, a pesar de que no es miembro del Consejo de Derechos Humanos y, por tanto, no participó en la votación.

Los chinos llevaron a cabo una eficaz campaña de presión, "advirtiendo" que debates como el de Xinjiang se transformarían en una intromisión occidental en los asuntos internos de los países en desarrollo.

Debería abrirse un verdadero debate sobre la utilidad de todo el sistema de la ONU, que malgasta el dinero de los contribuyentes de los distintos Estados miembros en la redacción de documentos oficiales que luego ni siquiera se debaten. El Palacio de Cristal no parece capaz de resolver los problemas: parece más bien un bazar en el que los grandes actores mundiales tejen redes diplomáticas para reforzar su posición de poder. Son aleccionadores los casos de Ucrania, Corea del Norte, Irán y Xinjiang, por citar solo los más recientes.

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