18/11/2023, 17.05
MUNDO RUSO
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El patrono Nikolai Patrushev y el destino de Rusia con el 'Putin congelado'

de Stefano Caprio

Crecen las dudas en el país sobre la existencia real del presidente, al que se da por muerto o sustituido hasta el punto de que se lo apoda "el hombre del frigorífico". El líder supremo es una expresión casi anónima e impersonal. Kirill encarna el rol celebratorio, pero el poder está en manos del oscuro secretario del Consejo de Seguridad, que habla del "zar Putin" en pasado.

 

 

En los últimos tiempos se está creando en Rusia una singular atmósfera helada, no a causa al frío invernal que tarda en imponerse, dados los giros impredecibles del cambio climático, sino a las percepciones inciertas sobre el presidente Vladimir Putin. Así como en la mente de los rusos no hay certezas absolutas sobre la repentina y espectacular desaparición del "cocinero" Yevgeny Prigozhin o la mala salud del "carnicero" checheno Ramzan Kadyrov, ahora se suman los recelos sobre la existencia real del mismo Putin. Algunos lo consideran muerto y reemplazado por varios dobles, otros, "congelado" en sus búnkeres por razones de salud o simplemente de seguridad, hasta el punto de que ahora lo llaman "el hombre del refrigerador".

Además, no es tan decisivo si el próximo presidente - que será proclamado el 18 de marzo de 2024 con más del 80% de los votos - es el mismo que controla el país desde hace más de veinte años, o uno de sus alias de la época de los drones y la inteligencia artificial, y sobre todo de los maquillajes y las operaciones quirúrgicas. Aquel que se siente en el trono del Kremlin tendrá que cumplir una función definida por la ideología e incluso la religión; un ídolo ante el cual postrarse en nombre de la grandeza de la Madre Rusia, una verdadera divinidad venerada desde antes del bautismo de Kiev en el 988, en las todavía inciertas inspiraciones del paganismo escandinavo, caucásico y asiático de los pueblos a caballo entre Oriente y Occidente. Los "valores tradicionales" personificados por esta figura semidivina trascienden incluso al cristianismo ortodoxo, interpretado en varias ocasiones como tan sólo un atributo de la auténtica alma rusa, preexistente a cualquier otra forma de moral o religión, proyectado sobre la solución final de la historia universal.

Por eso el líder supremo de Rusia debe seguir siendo una expresión casi anónima e impersonal, evitando confundir y contaminar la pureza del colectivo, la sobornost del pueblo elegido. Los monarcas que a lo largo de la historia han intentado imponer su propia personalidad y visión siempre fracasaron en su misión, como el primer zar Iván el Terrible, cuyas paranoias histéricas sumieron a la Rusia de la "Tercera Roma" del siglo XVI en el dramático conflicto con Polonia-Lituania, que hoy Putin trata de evitar que se reproduzca "defendiendo" a Ucrania de la invasión del inmoral Occidente. En la orilla opuesta, el occidentalista Pedro el Grande no fue capaz de preservar la verdadera alma rusa, difundiendo el espíritu abyecto de la "ciudad maldita" que él creó a imitación de las capitales europeas, esa San Petersburgo en cuyos antros oscuros se retuercen los grotescos y apocalípticos personajes de las novelas de Gogol y Dostoievski. El modelo perfecto, en el que hoy se inspira la Rusia de Putin, fue en cambio el gris secretario georgiano Iosif Stalin, cuyo culto a la personalidad en la ortodoxia "invertida" del comunismo ruso señaló el camino para la purificación total.

El estalinismo es la verdadera realización de la sobornost, que garantiza la paz y la seguridad a la luz de la victoria sobre los enemigos, alimentando el estado de guerra permanente, tal como era precisamente la "Guerra Fría", que debía librarse en el campo y en la mente de todas las latitudes. Tras la sacudida del "deshielo kruscheviano", la Rusia soviética se recompactó durante los veinte años de "estancamiento" posteriores, liderada por un ser impersonal como Leonid Brezhnev precisamente durante los años de la formación juvenil de Putin y el patriarca Kirill. Después de las "turbulencias de Yeltsin", como consecuencia del desastre del colapso del sistema que provocó la intemperancia fantasiosa de la perestroika de Gorbachov, ahora Rusia puede descansar nuevamente en el neoestalinismo de Putin, garantizado por un anónimo padrino cuya permanencia en el trono del Kremlin no es puesta en tela de juicio ni siquiera por la molestia de la muerte física.

El poder supremo y metafísico se basa en las dos grandes prerrogativas de la religión stalinista, el conflicto y la seguridad, que Putin está llevando a la práctica al más alto nivel. La guerra ya está en marcha a nivel planetario, y encuentra en Ucrania e Israel los coprotagonistas perfectos para proyectarse en al menos un siglo de enfrentamientos, hundiéndose en las represas del Donbass y los túneles de Gaza. Y la seguridad interna de Rusia es tan capilar que ha eliminado no sólo a todos los adversarios políticos, encerrados en campos de concentración o dispersos en el vacío de Occidente, sino incluso los sentimientos pacifistas y liberales que todavía quedan en la mente de los rusos. Los disidentes no preocupan a los dirigentes del Kremlin, lo más importante es la sensación de impotencia y sumisión en las masas, a la que se debe alimentar con propaganda y vigilancia. De esto se encargan las verdaderas estructuras de poder, los únicos legados estalinistas que quedaron vivos tras la caída de la URSS: el patriarcado de Moscú y el Consejo de Seguridad

El patriarca Kirill ha encarnado a la perfección el rol celebrativo para el que se había estado preparando desde que era un joven obispo brezhneviano, el "monaguillo del poder", según la definición del Papa Francisco. En los últimos días ha dado la señal de apertura de la próxima campaña electoral llamando a reprimir las "intenciones favorables" al aborto, en el país donde la práctica del aborto es más fácil y más extendida del mundo: lo que cuentan no son los hechos, sino las “intenciones”. En la variante estalinista el jefe de la Iglesia debe proporcionar las justificaciones de la guerra, y en la guerra de Ucrania se ha glorificado  la alianza entre sacerdotes y soldados que ya se había profetizado en la "Catedral de la Victoria" inaugurada en 2020 para la celebración de los 75 años de la entrada en Berlín de los salvadores del mundo, verdaderos hijos del Cristo que empuña la espada y de la Virgen con ametralladora.

Si la función patriarcal adquiere contornos públicos y litúrgicamente enfáticos, resulta menos evidente la contribución de los hombres de la seguridad, los legendarios fantasmas de los servicios de la KGB-FSB, de donde proviene el propio "zar del refrigerador". En la inquietud que que sobrevuela con respecto a la persona física del presidente, cobra cada vez más importancia el oscuro secretario del Consejo de Seguridad de Moscú, Nikolai Patrushev, al que muchos llaman el "patrono de Rusia", aquel que vigila y garantiza el orden de las cosas. Según las normas, en caso de ausencia repentina (o muerte disimulada) del jefe de Estado, es él quien asume las funciones de regente o líder del equipo de alias y dobles.

En algunos discursos recientes Patrushev ha alimentado la sospecha de que es él quien tiene el control de la situación, exponiendo con autoridad los planes del país con vistas a la reelección de Putin y dictando la línea política en la fase aguda del conflicto mundial. El 16 de septiembre había denunciado el "colapso del imperio de los parásitos occidentales" en un largo reportaje que se publicó en la revista de los servicios de inteligencia Razvedčik ("El Investigador"). El 4 de noviembre, con motivo de la celebración de la fiesta de la Unidad del Pueblo, aseguró que "el pueblo ruso es capaz de superar todas las amenazas internas y externas gracias a su unidad". Pronunció ese discurso durante el “maratón” de la Sociedad Znanie (“Conocimiento”), una de las estructuras supervivientes de la época soviética fundada en 1947, en la ola del entusiasmo stalinista por la Victoria, con el objetivo de “difundir los conocimientos políticos y científicos", sobre todo por medio de la propaganda antirreligiosa, la "catequesis" atea. Aparentemente se había disuelto, pero en los últimos años Patrushev ha inspirado su refundación, usándola como el lugar privilegiado para exponer las nuevas visiones de la Rusia antioccidental.

El "patrono" resulta ser entonces el garante del "padrino", perfeccionando un sistema de "paternidad anónima" respecto del pueblo, que no ve alternativas a Putin y al putinismo porque la religión del Estado ha eliminado el concepto mismo de " alternativa" y, junto con él, el principio de sucesión. Sólo Putin puede suceder a Putin, la continuidad del poder se convierte en la reencarnación del poder, gracias a una vigilancia que lo abarca todo. Patrushev controla el FSB, que a su vez controla el Poder Judicial, los tribunales y la Guardia Nacional. El Servicio Federal de Protección (FSO) mantiene una independencia formal y se encarga de cuidar el "frigorífico", pero en realidad todo funciona perfectamente al unísono y no se esperan sorpresas al estilo Prigozhin. Siempre suponiendo que se trataba de una verdadera revuelta en las estancias secretas del gélido búnker del Kremlin.

El discurso de Patrushev en Znanie también ha sido llamado "el obituario de Putin", porque haciendo un balance de sus 23 años de gobierno, el "patrono" sólo habló de ello en tiempo pasado y en tono taciturno. Afirmó que el zar "salvó al país de la deriva de Yeltsin porque conocía todos los detalles de la situación y tenía un programa claro, un objetivo que él sabía que debía asumir para salvar a toda la sociedad". Recordando los méritos del "padrino" de la Patria, Patrushev volvió una y otra vez sobre las acciones del pasado, durante los años noventa y principios del 2000, sin mencionar al Putin actual, salvo una breve referencia a la nueva Constitución de 2020. Ni una sola palabra sobre la operación militar especial, consecuencia lógica de todo el "plan de salvación". El zar no vive en el presente, sino que adquiere una dimensión eterna y etérea, porque la verdadera Rusia sólo se encuentra en los cielos, donde todos los sufrimientos y todas las tragedias quedan superados, y todo lo que hay en la tierra se hunde en el abismo.

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