El regreso de los migrantes fallecidos a los países de Asia Central
Entre los millones de trabajadores que se encuentran en el extranjero en condiciones precarias, hay cientos que mueren cada año. El regreso de sus cuerpos a casa es un procedimiento complejo y no siempre las autoridades locales se hacen cargo de los gastos. La historia de Džamila, una mujer tayika de 30 años asesinada en Rusia por su empleador, se ha vuelto viral y ha dado lugar a una recaudación de fondos en línea.
Dusambé (AsiaNews) - Millones de ciudadanos de los países de Asia Central se desplazan al extranjero en busca de trabajo, debido al desempleo y a los bajos salarios en su país, y cada año mueren miles de ellos por diversas razones mientras se encuentran en tierra extranjera. El regreso de sus cuerpos a casa es un procedimiento complejo, y las autoridades de los países de origen no siempre están dispuestas a garantizar la repatriación a cargo del Estado. Cuando las embajadas y consulados de sus países no ofrecen respuestas ni soluciones, los migrantes deben organizarse para reunir los medios necesarios para el regreso, o se ven obligados a enterrar a sus compatriotas en los cementerios de los lugares a los que habían acudido en busca de trabajo.
Según cuenta un reportaje de Radio Azattyk, Džamila Nurzod, de 30 años, había llegado a Rusia desde Tayikistán para mantener a su único hijo, que había dejado con sus abuelos tras divorciarse de su padre. Un día fue a limpiar otro piso y, al llegar, se encontró con un gran desorden y suciedad, por lo que se negó a hacer el trabajo. El propietario moscovita que la había llamado comenzó a golpearla, para luego prender fuego al apartamento y huir para esconderse. Los vecinos llamaron a los bomberos y Džamila fue trasladada al hospital con graves quemaduras y numerosas heridas, pero no se pudo salvar. El culpable, Vladimir Upadyšev, fue encontrado y detenido, y el cuerpo de la joven fue trasladado a su ciudad natal, Vakhdat. Su compañera de habitación, que había llegado con ella desde Tayikistán, recuerda que Džamila quería volver a su país para llevarse a su hijo, pero «solo pudimos repatriar su cuerpo ya frío».
La noticia del asesinato de Džamila se difundió rápidamente en las redes sociales, también entre los numerosos migrantes tayikos que trabajan en Rusia, y se organizó una colecta para repatriar su cuerpo. Lamentablemente, este trágico suceso no es un caso aislado, y son muchos los migrantes de los países de Asia Central que mueren por asesinatos, enfermedades y accidentes diversos, hasta tal punto que solo en los primeros seis meses de este año se han repatriado a Tayikistán unos 600 cadáveres. Existe también una disposición del Gobierno de Dusambé, según la cual las autoridades están obligadas a garantizar la repatriación de los cadáveres a cargo del Estado, aunque no existe un decreto escrito al respecto, y por lo general se ofrece el vuelo de regreso de forma gratuita.
Además de Rusia, hay otros países que acogen a migrantes de Asia Central, teniendo en cuenta también las expresiones cada vez más insistentes de xenofobia de los rusos. Uno de ellos es Turquía, donde hay una mayor afinidad tanto religiosa como lingüística, y cada día llegan aquí miles de personas en busca de trabajo, sobre todo de Uzbekistán, el país más poblado de los cinco de Asia Central. Sin embargo, aquí tampoco las condiciones de los migrantes son ideales, sobre todo las de las mujeres, y no faltan noticias de casos trágicos ocurridos en los últimos años. En los últimos meses, tres jóvenes uzbekas han sido asesinadas en Turquía, una de ellas, Malika, de 32 años, fue encontrada en su apartamento con la garganta cortada.
En abril de este año, el Gobierno de Taskent decidió asumir los gastos de los rituales funerarios y el transporte a su país de los cuerpos de los compatriotas fallecidos durante la migración laboral, y solo este año se han repatriado unos cincuenta desde Turquía. Kirguistán también cubre los gastos de estas dolorosas necesidades, mientras que Turkmenistán impone condiciones más complicadas, ya que considera a los migrantes laborales en Rusia y, sobre todo, en Turquía como personas sospechosas de participar en acciones de oposición al régimen de Asjabad, y no permite su regreso a su país ni siquiera para el entierro. En Turquía viven alrededor de un millón de ciudadanos turcomanos, en su mayoría inmigrantes ilegales.
Kazajistán tiene una economía más sólida que la de sus países vecinos, sobre todo gracias a la exportación de petróleo y metales, y durante los treinta años de su presidencia, Nursultan Nazarbaev afirmaba que no existe la migración laboral para los kazajos, porque «al extranjero se van las materias primas, no la mano de obra». En realidad, muchos kazajos, sobre todo de las provincias más pobres, viajan en busca de trabajo, con flujos notables en los últimos tiempos hacia Corea del Sur, donde también se producen casos de muerte súbita con grandes dificultades para repatriar los cuerpos de los fallecidos, dada la gran distancia. Y como no se considera un fenómeno masivo, las autoridades kazajas no prestan mucho apoyo a sus compatriotas en caso de extrema necesidad.
23/12/2015
05/03/2021 14:51
