29/04/2023, 16.06
MUNDO RUSO
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El África rusa vista desde Jartum

de Stefano Caprio

Acuerdos para una base en el Mar Rojo, suministro de armas a ambos bandos, negocios del grupo Wagner: en la guerra de Sudán, Moscú consolida su penetración en el continente. Que también tiene el rostro del metropolitano Leonid, el "cocinero de Kirill".

 

A medida que se acerca el deshielo de la primavera y las fatídicas celebraciones del Mayo de la Victoria, la expectativa por la solución final del conflicto en Ucrania adquiere cada vez más las características de una hinchada en los grandes campeonatos deportivos. Ofensiva y contraofensiva que parecen semifinales y finales de una copa, junto con tratativas comerciales para las nuevas adquisiciones de los dos equipos, misiles y tanques de países donde la guerra es una tradición centenaria. Y mientras la ansiedad de los hinchas se hace cada vez más febril entre Kiev, Moscú y Bajmut, la atención se desvía hacia otros acontecimientos de intensa carga dramática, en otras latitudes pero siempre relacionados con los "deportes bélicos": la guerra civil en Sudán, donde también hace furor la selección rusa, excluida de todos los campeonatos y olimpíadas pero evidentemente capaz de encontrar por sí misma muchos otros campos de juego en el escenario internacional.

La selección nacional de guerra rusa se reproduce en las múltiples variantes del grupo Wagner, el equipo que es capaz de exhibirse en todos los continentes y aspira, con su cocinero-entrenador Prigozhin, al título de campeón mundial de lucha fraterna entre Oriente y Occidente, pero también entre el norte y el sur del mundo. Ensamblado con elementos de todas las especies criminales, el Wagner se inspira en las míticas bandas de los cosacos del Don, progenitores de todos los conflictos de Ucrania. El deporte mercenario ha arraigado tanto en Rusia que cada semana nace una nueva ČVK (Častnaja voennaja kompanija, "Compañía de guerra privada"), algunas de formación regional o correspondiente a una república; otras, financiadas por empresas públicas o privadas, hasta el punto de que el Wagner no tiene que luchar sólo contra el enemigo externo, sino que a veces dispara contra los imitadores que intentan arrebatarle el liderazgo territorial e informativo.

Las primeras noticias sobre el grupo Wagner son incluso anteriores al conflicto "híbrido" con Ucrania de 2014; ese mismo año había estallado también la segunda guerra civil en Libia, donde gobiernos y bandas rivales ya se enfrentaban desde la caída de Gadafi en 2011. Los rusos vieron en esta circunstancia una excelente oportunidad para sumarse a los juegos mediterráneos, una antigua pasión de los ejércitos imperiales y bolcheviques, pero también un excelente campo para entrenar a sus equipos de asaltantes y un buen pretexto para recuperar, al menos en parte, esa África tan amada por los soviéticos y que después terminó en manos de los chinos.

 

En la última semana la furia de los contendientes en Sudán ya ha causado medio millón de muertos, aterrorizando a la población y a las comunidades extranjeras radicadas en su territorio, que ahora huyen en desbandada con cualquier medio a su alcance. Entre los generales de los ejércitos regulares sudaneses y las "Fuerzas de Apoyo Rápido" (RSF) que no quieren someterse al ejército, el banquete sangriento parece corresponder perfectamente a los apetitos del cocinero del Kremlin. La evacuación de los diplomáticos occidentales de Jartum está dejando un vacío sobre el que Rusia se lanza deseosa de agasajar a todos los países con las especialidades del "mundo ruso", como ya observó el ministro finlandés de Relaciones Exteriores, Pekka Haavisto.

¿Cuáles son los verdaderos intereses de Rusia en Sudán? Hace apenas dos meses los militares locales acordaron la construcción de una base para la flota rusa en el Mar Rojo, un nudo crucial donde convergen muchas rutas y que puede alojar cuatro grandes buques de guerra y cerca de trescientos soldados de todas las Fuerzas. El control del Canal de Suez y la apertura al Océano Índico lo convertiría de alguna manera en un "mar ruso". Por lo tanto, no se trata solo de un enclave africano, sino de una de las mejores oportunidades para volver a ser realmente una superpotencia mundial. A cambio, los rusos se han comprometido a suministrar a Sudán armas y tecnología militar, como prueban las negociaciones que ha llevado a cabo en Moscú Mohamed Hamdan Dagalo, general y político sudanés de la tribu mehriya de Darfur, vicepresidente del Consejo de Soberanía de Transición tras el golpe de Estado de 2019 y miembro del Consejo de Soberanía de Transición Cívico-Militar.

Precisamente Dagalo encabeza hoy la oposición de las Fuerzas de Apoyo Rápido al ejército nacional y, para darle su respaldo, el 9 de febrero viajó a Sudán el Ministro de Relaciones Exteriores Lavrov y devolvió la visita. Por otra parte, como afirma el New York Times, el general había volado a Moscú con un avión rebosante de lingotes de oro, satisfaciendo también de esa manera el hambre de recursos alternativos que vive Rusia en estos tiempos de sanciones. Y las minas de oro de Sudán son otra razón, no menor, para inmiscuirse en el conflicto. Precisamente es aquí donde toma cuerpo la figura de Prigozhin.

El fundador del Wagner ya había llegado a un acuerdo hace algunos años para la explotación de los yacimientos de Sudán, que se encomendaría a su empresa "M Invest". Esta quedó luego afectada por las sanciones estadounidenses, razón por la cual las operaciones auríferas fueron asumidas directamente por el Wagner, oficialmente a cargo de la "vigilancia" de las minas. Según el politólogo y africanista ruso Andrej Rudyk, entrevistado por Currentime, la visita de Dagalo a Moscú precisamente en la fase más violenta del conflicto en Ucrania "demuestra la amplitud de los planes militares y paramilitares del Kremlin", que en cualquier caso no se limita a apoyar a las RSF, sino que también mantiene relaciones para suministros militares con los opositores al Consejo de Soberanía de Transición que encabeza Abdel Fattah Burhan, a quien en el pasado ya se le entregaron aviones de combate y helicópteros. Ni Estados Unidos ni Francia ni cualquier otro actor de la escena internacional son capaces de controlar, ni mucho menos limitar, el gran mercado bélico de Rusia en Sudán y otros varios países africanos.

Además de los minerales preciosos, Rusia también se beneficia políticamente, sumando votos favorables o neutrales de los países africanos en las asambleas de la ONU donde actualmente ocupa la presidencia del Consejo de Seguridad, debilitando así el frente "occidental" y demostrando la centralidad de Moscú en una visión "multipolar" del mundo. Además, según datos recientes, el 24% de las importaciones de cereales y el 20% de los hidrocarburos de toda África -cuya población se acerca poco a poco a los mil quinientos millones de habitantes- procede de la Federación Rusa, empezando por Argelia, uno de los países más "amistosos" con el Kremlin. Y como telón de fondo, naturalmente, se perfilan las sombras del enfrentamiento con el "gran hermano de Beijing", que ha heredado gran parte de los negocios soviéticos en el continente negro.

Por último, el interés ruso por África también ha adquirido desde hace un par de años el carácter solemne y "metafísico" de la religión, con la creación del Exarcado africano del patriarcado de Moscú, encabezado por el metropolita Leonid. Nacido en Stavropol (cerca de las actuales zonas de guerra), hace 55 años, con el nombre de Leonid Gorbachov (es uno de los pocos que conservan su nombre civil en el oficio monástico), también tiene el título de "patriarca de todas las Áfricas", sumando al cargo exarcal la diócesis de Klin, en la provincia de Moscú, donde celebra en la iglesia de Todos los Santos de Kulishki, sede del exarcado africano. Antes de la caída de la URSS sirvió en el Ejército Rojo y se retiró con el grado de mayor para dedicarse a la vida eclesiástica, como hicieron muchos soldados soviéticos que quedaron sin trabajo y sin hogar.

Leonid tuvo la ventaja de no tener una familia a su cargo y se dedicó a la fusión espiritual de la Iglesia y el Ejército, convirtiéndose en 1997 en uno de los fundadores del Departamento Sinodal para la colaboración entre las dos instituciones que custodian el espíritu patriótico, en lo que algunos llaman la “Ortodoxia Atómica”. Desde entonces se ha dedicado sobre todo a desarrollar su ministerio como capellán y líder espiritual del Ejército, primero en las fuerzas de paz de la ONU en Bosnia-Herzegovina y después en otras varias zonas. Posteriormente fue nombrado jefe de la misión rusa en Jerusalén, delegado patriarcal para Armenia, obispo ruso para Argentina y América Latina y representante de la Iglesia rusa en El Cairo ante el patriarcado griego de Alejandría, que él mismo ha suplantado ahora porque aquel fue acusado de "cismático" por su apoyo a la autocefalia ucraniana. Para no perderse nada, Leonid también preside la Comisión patriarcal para el diálogo con la Iglesia Malankar de la India.

En este momento el exarcado ruso en África incorpora continuamente nuevas sedes y parroquias, repartidas en dos grandes diócesis del Norte (31 países) y del Sur del continente (23 países), con más de un centenar de sacerdotes africanos ya incorporados y "reeducados" en las estructuras del patriarcado de Moscú. Las habilidades bélico-espirituales de Leonid permiten que la Iglesia se combine perfectamente con las tácticas del Wagner, hasta el punto de que muchos comparan su figura con la del propio Prigozhin y le ha valido el título de "cocinero de Kirill". Por otra parte, en Argentina él también había fundado su propia empresa, no militar sino asistencial, la "MORAL" (Mecenas Ortodoxos Rusos en América Latina), que fue acusada de participar en el tráfico de estupefacientes cuando encontraron una maleta con casi 400 kg de cocaína en la escuela rusa de la embajada en Buenos Aires, tras lo cual Leonid fue trasladado a otra parte.

Actualmente la financiación de las diócesis ruso-africanas depende de sus iniciativas como "mecenas" ortodoxo y, como afirma Leonid, al generoso apoyo de "hombres de fe que no son indiferentes al destino de la Iglesia", sin que hasta el momento se haya mencionado ningún nombre concreto de estos patrocinadores. Unas cuantas maletas con lingotes de oro sudanés ciertamente pueden ayudar a la conquista militar y pastoral de África, y atraer la atención de sacerdotes y fieles africanos -y del mundo entero- hacia la única Ortodoxia universal "auténtica": el patriarcado del Kremlin.

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