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VATICANO
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En la plaza de San Pedro, el mundo asiste al funeral de Benedicto XVI

En su homilía, Francisco citó las palabras pronunciadas en la misma plaza por Ratzinger el día que comenzó su ministerio petrino: “Ser pastor significa amar, y amar significa también estar dispuesto a sufrir para dar a las ovejas el verdadero bien, el alimento de la verdad de Dios”. Estuvieron presentes 120 cardenales, entre ellos unos quince de Asia. Los restos fueron enterrados en las Grutas del Vaticano en la misma tumba donde estuvo Juan Pablo II.

 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - El ataúd de madera en la plaza de la basílica de San Pedro, coronado por el libro de los Evangelios. Esta es la imagen que marcó esta mañana el rito fúnebre del Papa emérito Benedicto XVI, que encabezó la Iglesia entre 2005 y 2013, antes de recluirse casi diez años en oración silenciosa en el monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano tras su renuncia al ministerio petrino. Cerca de 200.000 personas rindieron homenaje a sus restos en los últimos días y otras 50.000 abarrotaron la plaza esta mañana.

El Papa Francisco presidió el rito asistido por el decano del Sacro Colegio, card. Giovanni Battista Re. Lo acompañaban 120 cardenales de todo el mundo, de los cuales aproximadamente 15 de Asia, entre ellos el obispo emérito de Hong Kong de noventa años Joseph Zen Ze-kiun, el patriarca de los caldeos Luis Sako y el de los maronitas Bechara Rai, los arzobispos mayores de las Iglesias siro-malabar y siro-malankar, el card. Felipe Neri Ferrao, arzobispo de Goa y presidente de la Conferencia de Obispos de Rito Latino de la India, y el joven cardenal mongol Giorgio Marengo. También hubo gran presencia de representaciones ecuménicas, incluida la del Patriarcado de Moscú.

Cerca del féretro se ubicaron el secretario mons. Georg Gänswein y las Memores Domini que han estado cerca de Benedicto XVI todos estos años. Junto a ellos, las delegaciones oficiales del Estado italiano y el Estado alemán, nacionalidad de origen del Papa emérito. 

En su homilía el Papa Francisco - inspirándose en las palabras de Jesús en la cruz "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" - invitó a reconocer en la vida y muerte de Joseph Ratzinger la "continua entrega en las manos de su Padre. Manos de perdón y de compasión, de curación y de misericordia, manos de unción y de bendición, que lo llevaron a entregarse también en manos de sus hermanos". Del pastor, Francisco subrayó los rasgos de “agradecida entrega al servicio del Señor y de su pueblo”, la “dedicación orante, que se forma y se afina silenciosamente en medio de las encrucijadas y contradicciones que el pastor debe afrontar”, la “dedicación sostenida desde el consuelo del Espíritu, que le precede siempre en la misión".

En la homilía central citó un pasaje de las palabras que Benedicto XVI pronunció en esa misma plaza el 24 de abril de 2005, en la Misa de inicio de su pontificado: "Ser pastor - dijo Joseph Ratzinger, recién elegido para el trono de Pedro - significa amar, y amar significa también estar dispuesto a sufrir. Amar significa: dar a las ovejas el verdadero bien, el alimento de la verdad de Dios, de la palabra de Dios, el alimento de su presencia".

“También nosotros, firmemente unidos a las últimas palabras del Señor y al testimonio que marcó su vida - añadió Francisco - queremos, como comunidad eclesial, seguir sus huellas y encomendar a nuestro hermano a las manos del Padre: que estas manos de misericordia encuentren su lámpara encendida con el aceite del Evangelio, que él difundió y del que dio testimonio durante su vida”.

“El pueblo fiel de Dios, reunido, acompaña y encomienda la vida de quien ha sido su pastor - dijo el pontífice-. Como las mujeres del Evangelio en el sepulcro, estamos aquí con el perfume de la gratitud y el ungüento de la esperanza para demostrarle, una vez más, el amor que no se pierde; queremos hacerlo con la misma unción, sabiduría, delicadeza y dedicación que él ha sabido ofrecer a lo largo de los años. Queremos decir juntos: 'Padre, en tus manos entregamos su espíritu'. Benedicto, amigo fiel del Esposo -concluyó el Papa Francisco-, sea perfecto tu gozo al escuchar su voz definitivamente y para siempre".

Al terminar el rito fúnebre, el Papa Francisco se detuvo a orar en silencio y tocó con las manos el féretro de Benedicto XVI para la bendición final, mientras el grito "Santo subito" se elevaba desde la multitud en la Plaza de San Pedro, como ya había sucedido con Juan Pablo II. Precedidos por la procesión de los cardenales, los restos entraron luego en la basílica donde, en privado, fueron enterrados en las Grutas del Vaticano. Por su expresa voluntad reposarán en la misma tumba que -hasta que fue trasladada con motivo de la beatificación en 2011- fue la sepultura de san Juan Pablo II.

 

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