14/05/2024, 20.30
EDITORIAL
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Israel: El aislamiento no es independencia

de Giorgio Bernardelli

Hoy se conmemora el nacimiento del Estado moderno de Israel en el contexto del drama del 7 de octubre y la guerra en Gaza. El riesgo de una derrota política es aún más grave que la militar. El desafío de "realizar su parte en el esfuerzo común por el progreso de todo Oriente Medio", como está escrito en la Declaración de la Independencia.

Marcado por el trauma que sufrió el 7 de octubre, Israel está viviendo un nuevo aniversario de su Independencia, la fiesta nacional que celebra la declaración que leyó solemnemente David Ben Gurion el 14 de mayo de 1948 y que dio comienzo a su historia moderna. Seis meses antes, la Asamblea General de las Naciones Unidas había votado la resolución 181 que ponía fin al mandato británico en Palestina y anticipaba un horizonte de "Estados árabes y judíos independientes". Al día siguiente, el 15 de mayo, los ejércitos de los países árabes de la región atacaron al recién constituido Estado de Israel, primer acto del conflicto que todos conocemos y que en estos siete meses ha alcanzado en los kibutzim y en Gaza niveles de violencia sin precedentes, de los que todavía resulta difícil vislumbrar una posible salida.

Israel celebra su independencia, como todos los países del mundo. Pero nunca como en estas circunstancias debe hacer frente a la pregunta ¿puede realmente un país confiar sólo en sus propias fuerzas para salvaguardar su independencia? Evidentemente es una pregunta válida para todos los países. Pero en Israel - después de la Shoá - tiene un significado mucho más fuerte. En un libro muy provocativo de hace unos años, Avraham Burg - ex presidente de la Knesset (el Parlamento israelí) y secretario de la Agencia Judía - hablaba de la necesidad de "derrotar realmente a Hitler" y señalaba a Israel el camino de la redefinición de su identidad colectiva, tratando de ir más allá de una mera exaltación nacionalista para recuperar esa mirada universal que el sionismo de los orígenes llevaba en su ADN.

Es una parábola opuesta a la que ha seguido Israel en los últimos veinte años. Haber llevado al gobierno a la extrema derecha nacionalista de Ben Gvir y Bezalel Smotrich - los herederos del Kach, el movimiento que en 1994 Yitzhak Rabin definió como "una vergüenza para el sionismo" - ha supuesto para Benjamín Netanyahu cerrar el círculo de la teorización de un Estado judío dispuesto a ir "contra todo y contra todos", a fin de afirmar una identidad única. Y el terrorismo homicida de Hamás no ha hecho más que acelerar esta carrera. El resultado es el escenario actual, en el que Israel se encuentra en un aislamiento sin precedentes en la comunidad internacional, e incluso su gran aliado, Washington, vacila en apoyarlo.

Cada día que pasa resulta más evidente que el resultado de la guerra actual no será militar sino político. Y al seguir confiando únicamente en su fuerza, Israel no hace más que agravar su crisis, arriesgándose a perder todo lo que ha construido en estos 76 años. No es casualidad que, mientras en el pasado los conflictos siempre habían unido a Israel, esta vez el país se encuentra profundamente dividido, como lo demuestran las manifestaciones en las calles con los familiares de los rehenes en primera fila.

Limitarse a repetir como un mantra el derecho a "defenderse", hoy, para Israel, no es una manifestación de independencia sino un camino hacia el precipicio. Muchos países han demostrado que están dispuestos a defender a Israel; incluso algunos Estados árabes lo hicieron la noche del ataque con drones y misiles de Teherán. Pero sólo puede volver a ocurrir dentro de los confines de esa misma comunidad internacional que hoy pide a Israel que asuma la responsabilidad respecto de la cuestión palestina no resuelta, como ocurrió la semana pasada en la Asamblea General de la ONU. No es un "premio" al terrorismo, sino la única manera de derrotar realmente a Hamás y erradicar el antisemitismo que ha vuelto a difundirse.

"Extendemos nuestra mano a todos los Estados vecinos y a sus pueblos en una oferta de paz y buena vecindad, y los exhortamos a establecer vínculos de cooperación y ayuda mutua con el pueblo judío soberano asentado en su tierra. El Estado de Israel está dispuesto a realizar su parte en el esfuerzo común por el progreso de todo Oriente Medio". En su declaración de Independencia, los padres fundadores del Estado de Israel escribieron esto en 1948. Y lo hicieron muy conscientes del conflicto que estaba a punto de estallar, al tiempo que ofrecían una orientación para el futuro. Quizás haya llegado el momento de que quienes se preocupan por el destino de Israel tengan el valor de volver a empezar desde aquí.

 

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