15/11/2022, 15.00
PUERTA DE ORIENTE
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Kurdos, ISIS y Siria: las espinas que minan el poder del sultán Erdogan

de Dario Salvi

El PKK desmiente su implicación en el atentado ocurrido en una avenida de la zona comercial de Estambul. Ahora el Gobierno "no descarta" la pista yihadista. La Iglesia turca ora por las víctimas. Vicario de Estambul: el ataque fue como un “rayo”, algo completamente inesperado, que golpea la reanudación del turismo y las peregrinaciones. Los "enemigos" internos y externos y la carrera presidencial del 2023.

Milán (AsiaNews) - A casi 48 horas, todavía hay muchos puntos oscuros respecto al atentado ocurrido en la tarde del 13 de noviembre en una de las calles más populares y concurridas de Estambul, la capital económica y comercial de Turquía. Las máximas instituciones, desde el presidente hasta los miembros del gobierno, levantaron el dedo acusador contra los "terroristas" autores de un "vil atentado" para golpear el corazón del país. El ministro del Interior apuntó contra los kurdos, atribuyendo la responsabilidad al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y a las milicias kurdo-sirias YPG -quizá con sospechosa precipitación, o al menos descuido. Las investigaciones convergerían en Kobane, la ciudad siria de la que procede la (presunta) terrorista, Ahlam Albashir, y donde se habría gestado la acción.

En las últimas horas, el movimiento de combatientes kurdos desmintió tajantemente su implicación en la explosión que mató a seis personas e hirió a más de 80. "Es absolutamente inconcebible para nosotros atacar a civiles, de ninguna forma", sostiene la nota del PKK. También parecen surgir algunas dudas en el bando de Ankara, porque casi en simultáneo con el comunicado, surgió una declaración de un funcionario del gobierno según el cual "no se descarta por completo la hipótesis de que el gesto haya sido obra del Estado Islámico (EI, ex ISIS)", a pesar de que el grupo yihadista suele reivindicar sus acciones a través de los canales sociales. Y tras el atentado en Estambul no ha habido ninguna declaración ni comentario en este sentido: los partidarios del "califato" no manifestaron ningún entusiasmo particular.

Sin duda, lo que queda es el dolor por las víctimas y sus familias, y también resurgen los viejos fantasmas que agitan el sueño de Recep Tayyip Erdogan en su lucha por mantenerse en el poder. Además del problema de una economía estancada y una inflación galopante, el sultán lidia con tres espinas: los kurdos, el conflicto sirio y sus refugiados -antes bienvenidos y ahora una carga engorrosa- y el ISIS. Las elecciones de 2023 se vislumbran en el horizonte. Y como señalan varios observadores, las elecciones del pasado reciente estuvieron precedidas por un semestre de atentados y episodios de violencia externa e interna, incluido el controvertido golpe de Estado de 2016 que sacudió los cimientos de Ankara. Frente a todo esto, permanece el liderazgo de Erdogan que, en los últimos años, ha sabido mantener el control del país. Sin embargo, hoy, más que nunca, pareciera que Erdogan necesita un "enemigo" para mantenerse pegado a su silla presidencial.

 

La oración de la Iglesia turca

El atentado tomó por sorpresa a la ciudad y a sus habitantes, que luchan por dejar atrás dos años de cierres y restricciones por la pandemia de Covid-19 y tienen en el comercio y el turismo su principal fuente de ingresos. Al mismo tiempo, se reabren las heridas del pasado. "Desgraciadamente, el atentado fue como un rayo" -dice a AsiaNews monseñor Massimiliano Palinuro, vicario apostólico de Estambul. "El clima en la ciudad, sobre todo en los últimos tiempos, era relajado. Y se registraba un aumento considerable del flujo de turistas y visitantes, era un momento favorable para la reactivación del sector en Turquía".

"En estos momentos -continuó el prelado- sentimos que es prioritaria la actitud de oración, de recogimiento y de solidaridad con las víctimas que perdieron la vida y con los numerosos heridos, atrapados en la tragedia. Como cristianos, nos sentimos aún más comprometidos a construir relaciones de paz, a ser constructores de puentes y artífices de la reconciliación en la sociedad turca".

Veinticuatro horas después del atentado, ayer por la tarde, el vicario de Estambul declaró: "Hay mucho miedo, algunas calles están desiertas y la población está desconcertada. Hay temor por el futuro, es tanta la incertidumbre, que grupos de turistas y peregrinos han cancelado sus viajes, tomados por el pánico. Y esto es un problema muy real, porque había habido un repunte de turistas y peregrinos, que garantizan puestos de trabajo. Esta es una página muy importante para la economía turca". Ahora, señala Monseñor Palinuro, es el momento de "mantener los nervios a raya, hay que evitar precipitar la situación, la policía turca es muy eficiente" y tiene experiencia "en la identificación de las células terroristas que puedan estar detrás del atentado". Hay toda una organización, en materia de seguridad, que está poniendo en marcha las iniciativas necesarias para neutralizar posibles ataques en el futuro. Está claro que la situación política internacional no contribuye a facilitar la situación", concluye. "La incertidumbre económica también se convierte en un elemento disuasorio del descontento popular". Por eso es fundamental tener nervios de acero".

 

Las espinas del Sultán de cara a las elecciones presidenciales

La avenida Istiklal, escenario del atentado, es una calle comercial multiétnica de la parte europea de la ciudad de Estambul. Allí abundan los restaurantes, las tiendas, los comercios y los lugares de culto, incluidas las iglesias y las mezquitas, así como los consulados extranjeros. Quien haya atacado puede haberla elegido no sólo por ser un lugar concurrido, sino por ser un símbolo de consumo, de apertura, de diversidad en un país donde el nacionalismo (y el islam) se han abierto paso en los últimos años, dos armas que han permitido a Erdogan ejercer el poder, incluso antes de la nueva escalada de la crisis desencadenada por la pandemia. Además, no es el primer caso en el que los dirigentes utilizan el terrorismo como un factor de cohesión, para consolidar un gobierno tambaleante, alimentando sentimientos como el miedo y la ira para apuntalar el consenso.

Máxime en esta fase de crisis económica en la que el propio Erdogan se ha jugado muchas de sus cartas en el frente internacional, incluso más que en el ámbito doméstico. En la guerra en Ucrania, intenta erigirse en mediador con la Rusia de Vladimir Putin, para impulsar su propio prestigio. Y de esta manera, acallar las numerosas acusaciones de autoritarismo, violaciones de los derechos humanos y represión crónica de la oposición interna -para lo cual recurre a los jueces y a las normas ad hoc.

Sin embargo, los fantasmas (viejos y nuevos) que podrían oscurecer la estrella del sultán proceden precisamente del exterior. Ante todo, los kurdos (sirios e iraquíes), que son bombardeados por el presidente turco desde hace meses, en ataques selectivos con vistas a una operación más amplia, cuyo objetivo es ampliar el cinturón de seguridad a lo largo de la frontera (hasta ahora, Moscú y Washington han impedido que esto se concrete).

Las miras expansionistas han reflotado el tema de la resistencia kurda también en el vecino Irak, donde se han hecho acusaciones (no probadas) de uso de armas químicas que han suscitado la indignación y la amenaza de una respuesta igualmente dura. De Siria procede la segunda bomba de tiempo que amenaza a la sociedad turca: esos cuatro millones de refugiados que, al principio de la guerra, Erdogan acogió en nombre de la "hermandad islámica" común (y como arma de chantaje hacia Europa), y que hoy representan una carga insoportable, mientras la economía se tambalea. Un peso que también es político, porque cada vez más turcos ven su presencia con recelo (cuando no con odio manifiesto), y exigen que el gobierno inicie tratativas con el "enemigo" Bashar al-Assad para que los refugiados regresen a su país de origen. 

Por último, está la galaxia yihadista que ha jurado vengarse de Erdogan: en los primeros tiempos, el sultán dejó el campo libre al ISIS para su tráfico a lo largo de la frontera turca; posteriormente, lo combatió militarmente y detuvo a sus líderes (también con fines propagandísticos). Todos estos frentes siguen abiertos, son nudos sin resolver que ahora afloran y podrían costarle a Erdogan la reelección, además de representar pistas creíbles para explicar el atentado de Estambul. Es otro duro golpe al prestigio del país y del gobierno, que ha intentado manejar (y censurar) la información tras la explosión, incluyendo fotos y vídeos en las redes sociales. El columnista de Haaretz, Zvi Barel, escribe; "Erdogan no puede mostrar que ha perdido el control de la seguridad del país". 

 

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