24/05/2022, 14.45
OCEANÍA
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La Australia de Albanese y la cuenca del Pacífico

de Giorgio Licini *

El cambio de rumbo en Canberra con la derrota del conservador Scott Morrison y el regreso de los laboristas al gobierno también se sigue con atención fuera del país. La recién nombrada ministra de Asuntos Exteriores, Penny Wong - ella misma de la etnia china Han y originaria de Malasia -, la clave de las relaciones con Beijing

Port Moresby (AsiaNews) - Australia y varios miembros de la comunidad internacional contuvieron literalmente el aliento el sábado 21 mientras esperaban los resultados de las elecciones federales y la composición del nuevo Parlamento en Canberra. En los últimos años, fueron escasas las expresiones públicas de disidencia contra el gobierno conservador de la Coalición Liberal-Nacionalista, que está en el gobierno desde 2013 y tiene al primer ministro Scott Morrison a la cabeza desde hace cuatro años. Esto había creado la sospecha de que la mayoría de los australianos se había inclinado políticamente hacia la extrema derecha y estaba dispuesta a perdonar cualquier cosa a unos líderes tan abiertamente propensos a renegar de las leyes internacionales, los derechos humanos, la empatía y el apoyo a los desfavorecidos y marginados de la sociedad.

Por el contrario, hora tras hora, el recuento de los votos reveló un vuelco sorprendente. El Partido Laborista, de la oposición, tomó inmediatamente la delantera. Ya cuenta con un puñado de escaños después de cuatro días, todavía demasiado cercanos para que se los asignen, porque faltan muchos votos enviados por correo, sujetos al recuento manual. Su líder, Anthony Albanese, tiene prácticamente la certeza de obtener la mayoría necesaria de 76 votos en la Cámara de Representantes, que tiene 151 escaños.

Eso no es todo. Los verdes, los independientes y otros partidos menores terminarán asegurando juntos, por primera vez, unos 15 escaños en la cámara baja, en su mayoría arrebatados a los conservadores. El Partido Liberal perdió las grandes ciudades de Sídney, Melbourne y Brisbane frente a los laboristas, los verdes y el llamado Teal Movement, donde seis candidatos conservadores independientes derrotaron sorprendentemente a seis candidatos conservadores principales. Su programa electoral básico: cambio climático e igualdad de género. Los verdes y los independientes están dispuestos a apoyar al nuevo gobierno laborista en caso de que no consiga la mayoría en la Cámara Alta del Senado, compuesta por 76 escaños, lo que es probable que ocurra al final del recuento. No es que el bipartidismo se haya acabado en Australia, como algunos han dicho, sino que se le ha dado un golpe a los políticos complacientes y a los grupos de presión políticos tradicionales.

El Partido Liberal de Scott Morrison fue el que más sufrió. Sólo los candidatos de los distritos más conservadores tuvieron éxito en las urnas. Por lo tanto, el partido está ahora aún más posicionado ideológicamente a la derecha, y dispuesto a elegir como nuevo líder de la oposición a Peter Dutton, que apenas sobrevive a las elecciones gracias a su ventajosa posición de ministro de Defensa. Hace tiempo fue responsable del trato brutal hacia las personas que solicitaban asilo, los refugiados y los inmigrantes, cuando se desempeñaba como Ministro del Interior.

Los australianos guardaron silencio durante tres años y esperaron pacientemente a las elecciones para castigar a Scott Morrison y a su gobierno por su mala gestión de los desastres que devastaron las regiones del este y del sur de Australia. Incendios forestales de una magnitud sin precedentes, inundaciones, Covid-19 y retrasos inexplicables en la campaña de vacunación. Grandes pérdidas humanas en el sistema de atención a los ancianos y miles de ciudadanos varados en el extranjero durante meses, a los que no se les permitió regresar supuestamente por falta de instalaciones para cumplir la cuarentena. Scott Morrison consiguió dar una prueba más de su falta de empatía cuando concedió la victoria al líder laborista Anthony Albanese y abandonó el escenario sin decir una palabra de agradecimiento para los profesores y enfermeras que tanto se sacrificaron durante la pandemia. Este descuido no pasó desapercibido para la opinión pública.

Podemos dar cuenta de primera mano de la desconcertante actitud del gobierno conservador australiano, especialmente en los últimos tres años. Sobre la cuestión de las personas que solicitaban asilo en Australia en 2013 y fueron reubicadas por la fuerza en la remota isla de Manus, en Papúa Nueva Guinea, las respuestas a nuestra correspondencia por parte de la ministra de Asuntos Exteriores, Marise Payne, y de los ministros de Interior, Peter Dutton, primero, y Karen Andrews después, fueron sorprendentemente formales, frías, deprimentes, casi despectivas. Entre las líneas se podía ver el trabajo y los patrones de escritura de los secretarios del ministerio, bien entrenados en la maldad y la brutalidad.

Ahora le corresponde al 31º Primer Ministro, Anthony Albanese, invertir la marea de descontento y desilusión en tantos frentes. Es el primer líder australiano de ascendencia no anglo-celta. Lleva el apellido de un padre italiano con el que no creció y el recuerdo de una madre irlandesa-australiana que lo educó con sacrificio. Recibió su educación en las escuelas católicas de Sídney y se afilió a los sindicatos en su juventud. En 1996, a los 33 años, se convirtió en diputado por el Partido Laborista y desde entonces es parlamentario. Ocupó cargos ministeriales en los anteriores gobiernos laboristas. Ahora está formando un gabinete equilibrado desde el punto de vista étnico y de género. Por primera vez, el Ministro de Asuntos Indígenas procederá de las filas de la First Nation.

La nueva ministra de Asuntos Exteriores, la senadora Penny Wong, en su primer día en el puesto, se dirigió a la "familia" de naciones independientes del Pacífico (y no a "nuestro patio trasero", como la llamaban los conservadores), asegurándoles un camino común y un apoyo mutuo. Por supuesto, estas son sólo palabras por el momento, pero no se habían escuchado en mucho tiempo.

China se está expandiendo tanto en el Pacífico como en el resto del mundo. El reciente tratado económico y de defensa con el controvertido primer ministro de las Islas Salomón, Manasseh Sogavare, sorprendió a Australia. Probablemente fue el último clavo en el ataúd del gobierno de Morrison, que agotó la última reserva de confianza de los liberales moderados y preocupados. Cuando las cosas no van bien, los australianos no salen a la calle, sino que eligen el cambio recurriendo a la oposición. El Partido Laborista perdió en 2013 y luego tardó nueve años en volver al poder porque las arcas del Estado estaban vacías y el electorado no podía permitirse más gastos.

Será la ministra de Asuntos Exteriores, la senadora Penny Wong - quien es  de la etnia china Han y originaria de Kota Kinabalu, en Malasia- quien se reúna y se relacione regularmente con los mandatarios de Beijing. Anthony Albanese ya dijo que es China la que ha cambiado su actitud en los últimos años, no Australia. Es probable que el nuevo gobierno reanude el diálogo con Francia y le conceda cierto espacio en el Pacífico, después de que el gobierno de Morrison la rechazara bruscamente en el fallido acuerdo sobre los submarinos nucleares en favor de un nuevo acuerdo con Estados Unidos y Gran Bretaña.

Nueva Zelanda también espera que se establezcan lazos más amistosos con Australia para la seguridad y la cooperación en el Pacífico, y especialmente para que se ponga fin a la cruel práctica australiana de deportar a los residentes agresivos de larga trayectoria y a los indeseables de ascendencia kiwi, incluidos los menores, que ahora no tienen vínculos ni apoyo al otro lado del foso. El régimen de inmigración australiano con detención indefinida es aberrante. Una joven neozelandesa se suicidó al día siguiente de la elección de Albanese. El último de una larga serie de suicidios.

En cuanto a la inmigración, Australia seguirá siendo uno de los destinos más atractivos del planeta. Sin embargo, el gobierno de Albanese intentará que los solicitantes de asilo no  retomen las peligrosas llegadas por mar, aunque sean legítimas según el derecho internacional. Queda por resolver la situación de unas mil personas que llegaron así entre julio y diciembre de 2013 (de las cuales unas 220 siguen detenidas en alta mar en Papúa Nueva Guinea y Nauru) y que no tienen posibilidad de reasentarse en otro país que no sea Australia, a pesar de que las leyes nacionales vigentes lo impiden.

Sin embargo, la demanda más fuerte que surgió de las urnas, y la primera mencionada por Anthony Albanese, es un enfoque diferente sobre el cambio climático. Después de las enormes pérdidas de hábitat natural, propiedades y vidas a causa de las sequías, los incendios y las inundaciones, los australianos dejaron de creer el cuento de Scott Morrison de que el problema no existía y que no había necesidad de abandonar el carbón y los combustibles fósiles. La tecnología de las energías limpias será también el futuro de Australia y, en palabras del nuevo primer ministro, en este sentido será necesario recuperar el respeto nacional por parte del resto del mundo desarrollado.

Australia no puede evitar su destino como líder del Pacífico. Pero es necesario que el gobierno de Canberra siga siendo decente, compasivo, honesto y respetable.

 

*secretario general de la Conferencia Episcopal de Papúa Nueva Guinea y las Islas Salomón 

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