08/04/2023, 10.09
MUNDO RUSO
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La Semana auténtica de Rusia

de Stefano Caprio

En estas horas en que la Pascua latina y la Semana Santa ortodoxa se entrelazan con la guerra, no podemos sino recordar a los filósofos del "renacimiento de la idea rusa", como Florensky, Berdjaev y Bulgakov, cuando contraponían la falsa verdad ideológica de la intelligentsija a la autenticidad de la Iglesia, que anuncia la redención cristiana.

 

Mientras los católicos celebran la Santa Pascua, la Iglesia ortodoxa entra en la Semana Santa, para vivir a su vez los mayores misterios de la fe cristiana: la muerte y resurrección de Jesús. Lo hace una semana más tarde que los latinos, según los cálculos diferentes de calendarios que a veces coinciden en las celebraciones, como sucederá el año próximo.

La semana se denomina de distintas formas, según tradiciones litúrgicas y populares más o menos antiguas: Semana Grande y Santa, Hermosa (Krasnaja), Roja o 'de la Sangre' (Červonaja) y también Istinnaja, 'verdadera' o 'auténtica' como en el rito ambrosiano latino, en el que la influencia de las tradiciones orientales es más marcada. La diferencia de calendarios también hizo que los ortodoxos celebraran la Anunciación el 7 de abril, fiesta que en el rito bizantino también se conmemora cuando coincide con la Pascua, acentuando la necesidad de revelación del misterio divino.

Ahora, trás más de un año terrible de guerra y ruptura con el mundo entero, Rusia se enfrenta a la Istina, la autenticidad de su vida espiritual y nacional, proclamada con cañones y misiles para desafiar la "mentira de Occidente". En la época soviética, se ensalzaba la Pravda, la "verdad ideológica" más que la verdad metafísica y religiosa, que se define con un término más elevado. En la época de la revolución bolchevique, los filósofos del "renacimiento de la idea rusa", como Florensky, Berdjaev y Bulgakov, contrapusieron la falsa Pravda de la intelligentsija que apoyaba la revolución, a la verdadera Pravda de la Iglesia, que anuncia la redención cristiana.

El Patriarca de Moscú intenta reafirmar la autenticidad de la fe ortodoxa rusa, cuestionada en el resto del mundo por el explícito e insoportable apoyo eclesiástico a la guerra, lo que ha despertado muchas dudas, precisamente respecto a su fidelidad a la verdadera tradición cristiana. Kirill, nacido bajo el nombre de Vladimir Gundjaev, hoy de 77 años, originario de San Petersburgo, es un hombre que ha atravesado las vastas neblinas del ateísmo de Estado. Es hijo y nieto de sacerdotes perseguidos, pero devino fiel colaborador de todos los regímenes, y ha buscado por todos los medios beber en las fuentes originarias de la Sagrada Escritura y de la teología. Durante muchos años, representó el alma más culta y "dialogante" de la Iglesia rusa, desde los tiempos del comunismo.

En vísperas de la Semana Santa, el Patriarca ha publicado un nuevo libro, Pascua: Cristo nos ha dado la vida eterna. En él relata la fiesta de las fiestas, la Santa Pascua, "en el contexto de los acontecimientos globales" que la humanidad ha estado afrontando en los últimos años. Plantea preguntas que ciertamente tocan la autenticidad de la experiencia cristiana contemporánea: ¿cómo pueden los cristianos de hoy construir rectamente su camino de vida? ¿Cómo prepararse para el encuentro con el Salvador resucitado? ¿Cómo responder a los desafíos de nuestro tiempo? Kirill intenta brindar algunas respuestas, recordando que "en la perspectiva de la eternidad que nos es dada, incluso las circunstancias más dramáticas de nuestro tiempo pierden su fuerza malévola".

Ante una personalidad como la del patriarca ruso, lo más desconcertante es precisamente este intento de mantener unidas la "fuerza malévola" y la "perspectiva de la eternidad", la ideología atea soviética y la custodia de las tradiciones religiosas, la locura imperialista del "mundo ruso" con el renacimiento religioso en el mundo secularizado.

Esta ambigüedad es exactamente lo contrario de la Istina y caracteriza a muchos jerarcas de la Iglesia rusa, metropolitanos y obispos, que proceden fundamentalmente del monacato -a diferencia del simple clero parroquial, formado por hombres casados, menos condicionados por las teorías y más cercanos a los sufrimientos y las contradicciones del pueblo llano. Y son precisamente los prelados de la Ortodoxia los que sirven de modelo a los propios políticos rusos -desde el zar Putin hasta el sombrío Lavrov, pasando por el ebrio Medvédev y el amenazador Prigožin-, todos ellos empeñados en presentar una realidad distinta de la que se ve y vive en carne propia.

Hace pocos días, durante una homilía, el Patriarca comentó el Evangelio sobre el poder y la riqueza, en el que Jesús trata de convencer a los discípulos de que "quien quiera hacerse grande entre ustedes, ha de ser el servidor de todos". Kirill recordó que "el hombre tiende a la riqueza, y con ella suelen entrelazarse los planes y propósitos de toda la vida... pero el Señor no rechaza la riqueza, tampoco el poder, y las dos cosas suelen ser sinónimos". Sólo que el mensaje del Evangelio "habla de algo muy distinto", no incita a la grandeza según las medidas humanas, sino que "debe ayudar a los hombres que quieren estar en el poder, y no desdeñan la riqueza", a comprender que estas cosas no conducen automáticamente a la caída en el infierno: lo que cuenta es la manera de utilizar las palancas del poder y del dinero.

El líder espiritual de los rusos luego explica que hoy, de manera especial, esta "sabiduría divina superior" debe "ser tenida en cuenta por nuestro pueblo, por nuestra sociedad, por nuestro Estado". "Rusia se ha convertido realmente en un Estado poderoso, capaz de responder a los desafíos y amenazas que enfrenta... el pueblo se hace más fuerte, y muchas personas se vuelven más ricas". Que ello "no nos haga perder la cabeza, creyendo que somos más grandes de lo que somos". Por el contrario, debemos aprender a "utilizar la riqueza para el bien de las personas, porque la riqueza es un don de Dios, no propiedad del individuo".

Luego se recuerdan las "numerosas buenas obras" de los ricos mercaderes de la antigua Rusia, que muchas veces "olvidaron su propio interés, y cuya bondad creó el poder económico de Rusia". La propia Kiev, ciudad madre de la Rus', nació para desarrollar el comercio de la ruta de los varyghi a los griegos, la motivación histórica del nacimiento del nuevo Estado a finales del primer milenio. El patriarca concluye que "el bienestar del pueblo garantiza su seguridad, independencia y libertad".

El meollo de la prédica del patriarca es que los ricos oligarcas deben ponerlo todo a disposición del Estado, en una economía que ha explotado las contradicciones de la guerra, con enormes ganancias por la fluctuación de los precios de la energía, y en general las contradicciones de la globalización en los últimos treinta años, contra la que Rusia se ha rebelado con la operación especial en Ucrania. De la autenticidad de la fe, se pasa a la prueba de la autenticidad de la ideología aislacionista y autárquica. Rusia se ha convertido en el principal blanco de las sanciones internacionales y ahora comienzan a tambalearse las certezas de su propio poderío.

Fe y riqueza, misión religiosa y construcción de una nueva civilización, éstas son y serán por mucho tiempo las dimensiones de la vida del pueblo ruso, durante y después de ésta y otras guerras de "liberación". El 4 de abril, el Kremlin anunció el inicio del quinto concurso para los líderes del país, "Líderes de Rusia".  El concurso es fruto de un proyecto muy apreciado por Putin: "Rusia - Tierra de Oportunidades", la respuesta escatológica al ideal estadounidense de la Land of Opportunity, la construcción del Paraíso en la tierra. En 2010, el entonces presidente Medvédev pronunció un discurso en la Universidad de Stanford y declaró que Rusia pretendía "convertirse en el país de las nuevas posibilidades".

La homilía patriarcal, con su llamamiento a los oligarcas para que se dediquen a las "buenas obras", es un respaldo explícito a estas intenciones y proyectos, que constituyen la verdadera motivación de la oposición de Rusia a Occidente y a su "poder esclavista global". La envidia y el resentimiento contra los "millardos en oro" de los anglosajones y europeos, contra los siete millardos del resto de la población mundial, empuja a los rusos a verse a sí mismos como portadores de un mensaje de "bienestar del pueblo", incluso más que la China comunista, que aún es vista como un modelo esclavista oriental: Rusia quiere enseñar a enriquecerse en libertad. De ahí los numerosos proyectos como "Primavera Estudiantil", "Verdad en los Nuevos Medios", uno de los aspectos más sensibles de la nueva concepción del poder, y los "Líderes de Rusia" cuya elección se llevará a cabo incluso a nivel regional y en todos los ámbitos -parlamentario, académico y social.

Por supuesto, la búsqueda de la nueva Istina choca con el desvarío habitual de la Pravda, que oculta los fracasos económicos y sociales con proclamas ideológicas, como en los tiempos de la colectivización y la planificación soviéticas. Y oculta también el fracaso de una guerra trágica en Ucrania, donde desde hace dos meses se proclama la conquista de Bajmut, cuando es evidente que ninguna victoria brindará una sonrisa a los "dirigentes del Kremlin" y del patriarcado. Ya ni siquiera se trata de resistir heroicamente en los meandros del Monasterio de las cuevas de Kiev. Ucrania, Europa, América y el mundo entero deben aceptar el desafío de la verdad lanzado por Rusia, recordando siempre la enseñanza del Evangelio: 'el que quiera ser el primero entre ustedes, será esclavo de todos'.


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