02/05/2022, 11.04
RUSIA
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Las escuelas rusas y la propaganda

de Vladimir Rozanskij

Con la invasión de Ucrania, en las escuelas rusas se intensifica un modo de enseñar la historia que demuestra la superioridad rusa. Los establecimientos escolares están subfinanciados. Sigue vigente el sistema de la ideología soviética.

Moscú (AsiaNews) - En estos meses de guerra, han proliferado los proyectos y decretos del parlamento y del gobierno que exaltan la importancia de la educación escolar en el país, especialmente la enseñanza de la historia. Se considera ésta como una dimensión fundamental del espíritu patriótico y una demostración de la superioridad moral y cultural de los rusos con respecto al odiado Occidente y al mundo entero. Se renueva un esquema ideológico típicamente soviético, el de la "mejor escuela", la de la verdadera ideología.

La escuela se convierte así en un instrumento de propaganda, pero muchos observadores subrayan que esta perspectiva no es más que un deterioro adicional para un sistema escolar que está en crisis desde hace tiempo. Un análisis de RBK-Media muestra la falta total de financiación que padecen las escuelas primarias y secundarias de Rusia en materia de infraestructuras:. Miles de establecimientos se encuentran en un estado lamentable, más allá de algunas intervenciones puramente cosméticas -muy "soviéticas"- como el repintado de las paredes y la sustitución de algunas capas de linóleo en los pisos destruidos por las pisadas de las botas de nieve de los alumnos. En muchas regiones, sólo se toman medidas cuando las escuelas están en riesgo de derrumbe.

No se trata sólo de falta de fondos, que a veces se dispersan o se malversan de un modo tan turbio, que los gastos de alimentación superan incluso los gastos de manutención del plantel docente. Y aún así, se multiplican las quejas por las pobres raciones que reciben los niños, muchos de los cuales han sufrido problemas de alergia o grave malestar por la comida en mal estado.

En las regiones más alejadas de Moscú, las clases se imparten en dos o tres turnos. Como consecuencia, la calidad de la enseñanza se deteriora considerablemente: los profesores no pueden hacer frente a la carga de trabajo, las familias deben lidiar con la discontinuidad y las aulas y el material escolar se utilizan en exceso.

En un contexto tan estresado, el parlamento y el gobierno compiten por introducir nuevas normas y programas todo el tiempo, pero es evidente que lo hacen con fines propagandísticos, para evitar cualquier discrepancia ideológica en las nuevas generaciones. En los últimos 10 años, los estudiantes -especialmente, a partir de la adolescencia- han sido muy receptivos a las campañas de protesta contra la corrupción, impulsadas por Navalny y sus compañeros.

Los docentes tienen que aprobar constantemente exámenes de actualización para satisfacer las exigencias de la dirigencia y salvar sus puestos de trabajo y sus sueldos. Y no son pocos los que han sido despedidos por no adherirse a la línea oficial, sin mencionar a algunos valientes profesores que han expresado algunas críticas.

Salvo por algunas escuelas de excelencia en las grandes ciudades, el sistema educativo ruso está muy atrasado desde el punto de vista tecnológico. No aprovecha las oportunidades digitales, y sigue funcionando como la "cadena de montaje" de las escuelas del pasado. El nivel de los estudiantes es muy bajo, una situación ya crónica, y no parece que vaya a resolverse en breve para elevarlo y volverlo aceptable. 

Las lenguas extranjeras siguen siendo un privilegio del que solo gozan los alumnos que pueden acceder a estudios de "interés nacional", es decir, a los que prometen un futuro en los servicios de seguridad y en la política -otra herencia de la época soviética.  Ya es habitual el menosprecio hacia las asignaturas humanísticas, que se enseñan de forma aproximativa, exaltando la "primacía científica" -cuyo enfoque es, por otra parte anticuado, ya que se excluyen los logros científicos de origen occidental, de los “países capitalistas”, como se decía en la URSS.

No hay nada más parecido a un jerarca de antaño que el Ministro de Educación Sergei Kravtsov, a pesar de ser relativamente joven a sus 49 años. Putin le encomendó en los últimos años vigilar el sistema para evitar huidas hacia adelante o desviaciones ideológicas, gestionando todo con dosis extremas de formalismo burocrático.

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