26/07/2025, 15.36
MUNDO RUSO
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Las justificaciones religiosas en tiempos de guerra

de Stefano Caprio

Debate en la Duma sobre el matrimonio con los caídos en la guerra, al que se quiere atribuir un valor civil aunque no se haya podido oficializar antes de partir al frente, lo que plantea la cuestión del "relativismo moral" fundado en la guerra como valor civil y religioso al mismo tiempo. Un debate que pide a la Iglesia ortodoxa que se pronuncie sobre el nivel de "tradicionalidad" de los valores que hay que defender, como en una versión rusa de la "casuística" de la escolástica medieval.

 

Las nuevas leyes y las propuestas de enmienda que se suceden en la Duma Estatal de la Federación Rusa a un ritmo cada vez más acelerado, para intentar diseñar a nivel jurídico a Rusia de la manera más correcta y "patriótica", tratan cada vez más de aplicar el "filtro moral" de los valores tradicionales, que en su mayoría pasan por las valoraciones del patriarcado ortodoxo de Moscú.

Una de las cuestiones se refiere a la justificación religiosa del matrimonio con los caídos y heridos de guerra, al que se quiere atribuir un valor civil aunque no se haya podido formalizar antes de partir al frente. Esto plantea la cuestión del "relativismo moral" basado en la guerra como valor civil y religioso al mismo tiempo. Algunos consideran que en el concepto de "valores tradicionales" se puede incluir también el asesinato en acciones militares, si esto es realmente necesario para el Estado; para otros, esa motivación es bastante dudosa.

El presidente de la Comisión del Consejo de la Federación para Asuntos Sociales, el senador Andréi Klishas, publicó en su canal de Telegram un llamamiento al patriarca de Moscú Kirill (Gundyaev), para que conceda su bendición a las "relaciones matrimoniales de hecho" en circunstancias bélicas. En esta acepción las mujeres que conviven o están casadas sólo civilmente con los caídos o heridos deberían considerarse al mismo nivel que las esposas unidas por el sacramento eclesiástico, lo que permitiría incluirlas en categorías con mayores garantías a nivel social. El patriarca respondió directamente al presidente del Parlamento, Viacheslav Volodin, afirmando que el proyecto "merece apoyo".

En realidad, se pronunciaron en contra de esta propuesta las dos vicepresidentas, Anna Kuznetsova, esposa de un sacerdote y madre de siete hijos, e Irina Jarovaya, autora de las leyes más restrictivas en materia de libertad religiosa, que consideran la propuesta una "violación de los valores tradicionales", afirmándose como más ortodoxas que el propio patriarca. Volodin se vio obligado a apoyar la versión de las dos damas "tradicionales", y el proyecto de ley fue aplazado indefinidamente.

Como antecedente de este conflicto ideológico se recuerda la amistad del poderoso protoierej Vsevolod Chaplin, el consejero "tradicionalista" del patriarcado, fallecido en 2020 durante la pandemia, con el entonces simple senador Klishas, y en conflicto con el presidente Volodin. En la evaluación del nivel canónico de los matrimonios, parece que el patriarca Kirill no ha olvidado el equilibrio de simpatías y antipatías de los políticos con las instituciones eclesiásticas, a pesar de que en su momento él mismo había destituido a Chaplin, para tratar de mantener un mayor equilibrio ideológico. El protoierej, miembro del círculo de poder religioso desde el final del período soviético, recordaba a menudo que "el patriarca Kirill es un proyecto colectivo", identificándolo en este aspecto con la presidencia del nuevo zar Vladimir Putin.

No todos los proyectos de ley, al menos por ahora, requieren la bendición patriarcal, pero de todos modos se plantea de manera evidente la cuestión del nivel de "tradicionalidad" de los valores que hay que defender, que, si no hay un pronunciamiento de los máximos responsables de la Iglesia ortodoxa, quedan en una dimensión suspendida en el aire y poco creíble. La cuestión de los matrimonios "de guerra", más allá de las especificidades de cada situación, plantea de manera bastante espinosa la contraposición de las diferentes concepciones de estos "valores", de los cuales incluso la población tiene una comprensión bastante vaga y difusa, teniendo en cuenta la escasa propensión de los rusos a establecer vínculos familiares estables y duraderos, como ocurre, por otra parte, con el propio presidente Putin y el círculo de los principales jerarcas del régimen, todavía muy apegados a las tradiciones soviéticas, más que a las ortodoxas. La ley del divorcio fue proclamada por Lenin en marzo de 1918, un mes después de la disolución de la Asamblea Constituyente que había sancionado su poder absoluto, admitiendo la anulación unilateral de la unión matrimonial por parte de uno de los cónyuges con una simple comunicación a las oficinas del Registro Civil, sin siquiera avisar al marido o a la mujer.

En la época de Brezhnev, cuando se formaron los jóvenes Putin y Kirill, el poder soviético intentó relanzar la imagen del matrimonio con la celebración de ceremonias civiles que imitaban los ritos eclesiásticos, pero con muy pocos resultados. La "tradición de los valores" se encontró entonces en una extraña alternativa entre el "fundamentalismo" y la ikonomia, para usar el término ortodoxo que indica la "canonicidad", considerando que en las tradiciones de la Iglesia rusa se admite el segundo e incluso el tercer matrimonio, como "reparación" por el fracaso del sacramental. El matrimonio "indisoluble" es promovido principalmente por los laicos "super conservadores", como el oligarca ortodoxo e ideólogo putinista Konstantin Malofeev, quien por su parte dejó a su primera esposa para casarse con la ex esposa de un sacerdote ortodoxo. Siguiendo los consejos de los más fervientes startsy de los monasterios, Malofeev y sus seguidores del "Concilio Universal Ruso Ortodoxo" proclaman la importancia del matrimonio canónico, aunque obtienen para sí mismos dispensas eclesiásticas.

Los tradicionalistas ortodoxos rusos, además, están en parte condicionados por las campañas de los protestantes estadounidenses más conservadores, que tuvieron una considerable influencia en Rusia en la década de 1990, en un cortocircuito de influencias y negaciones que hoy pasa factura a nivel ideológico global. La prohibición del aborto y la oposición al divorcio también son caballos de batalla de los rusos más fervientes, aunque deben lidiar con las costumbres de un pueblo donde las tasas de abortos y divorcios son las más altas del mundo. Malofeev y su partidaria Ekaterina Muzilina, directora del Centro de ayuda a la infancia, tenían relaciones muy estrechas con el Congreso Mundial de Familias, vinculado a los neoconservadores estadounidenses, que obviamente se suspendieron en 2014 cuando comenzó el conflicto en Ucrania, pero que ahora parecen estar recuperando fuerza con la nueva administración de Donald Trump. Esta conexión había sido definida en los últimos años como el "giro moralista del Kremlin".

El patriarca Kirill ha intentado entonces restablecer el principio ortodoxo de la ikonomia, una versión más flexible de la aplicación de las normas canónicas, según la cual en cada caso particular se deben evaluar las diferentes circunstancias y factores, como en la "casuística" de la escolástica medieval, adoptada también por las academias teológicas rusas. La interpretación rusa de este enfoque prioriza la "utilidad para la vida del Estado", por encima de las necesidades de los fieles individuales. Si el Estado se posiciona genéricamente a favor de los "valores tradicionales", entonces no es necesario ser demasiado puntilloso en las cuestiones individuales. Las necesidades del Estado son "fuente de redención" de las diversas infracciones a las leyes morales, y tienen la capacidad de "sacralizar" incluso los matrimonios más desordenados, desde el del presidente hasta los de los soldados en el campo de batalla.

Las "viudas civiles", por lo tanto, pueden mantener la frente en alto y recibir los subsidios materiales que corresponden por su honorable condición, asegurando de esta manera apoyo adicional a la guerra con la gratitud hacia el Estado amoroso y la Iglesia misericordiosa. La administradora del patriarcado, la igúmena Ksenia Chernega, ha aclarado que la Iglesia apoya el proyecto de ley no sólo por simpatía, sino para respaldar las intenciones del presidente de defender los valores de los héroes y veteranos de la "guerra santa". Para apoyar estos principios, desde los primeros días de julio se están llevando a cabo en toda Rusia las "marchas de la familia", que preparan la fiesta solemne del Bautismo de la Rus' el 28 de julio, con desfiles en todas las regiones de Rusia, desde Kamchatka hasta Kaliningrado, de cientos de miles de ciudadanos reunidos en las distintas generaciones de las familias, abuelos, padres, hijos y nietos, sin tener en cuenta cuán regulares sean a nivel canónico, para difundir el lema de que "Rusia es la familia de las familias".

Por otra parte, hasta el día anterior a su Bautismo en el 988, el propio príncipe Vladímir de Kiev era famoso por la gran cantidad de esposas y concubinas (en su mayoría menores de edad), que según las antiguas crónicas eran más de ochocientas. Incluso sus doce hijos oficiales, los futuros jefes de las tribus del "nuevo pueblo elegido", habían sido engendrados por diferentes esposas. Solo uno de ellos, el príncipe primogénito Sviatopolk llamado "el Maldito", era hijo de una extranjera, la princesa bizantina Irina, por la cual Vladímir había aceptado el bautismo cristiano, en parte en función de los acuerdos económicos con Constantinopla. Fue precisamente él, el primer "agente extranjero" de la historia rusa, quien inició la guerra contra todos sus demás hermanos, asesinando a los más jóvenes Boris y Gleb, los primeros santos canonizados de la historia rusa en 1025, cuando ni siquiera se había producido el cisma con los católicos. Afortunadamente los sucesores de Vladimir, comenzando por su otro hijo Yaroslav el Sabio, arreglaron todo con el éxito de la guerra en los territorios de la actual Ucrania, restableciendo los "valores tradicionales" del cristianismo ruso y sus victorias contra todas las tentaciones del mundo.

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