03/09/2025, 15.10
VATICANO
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León XIV: 'Nuestra fragilidad es un puente hacia el cielo'

La catequesis durante la audiencia en San Pedro estuvo dedicada a los últimos instantes de la vida terrenal de Jesús. Su sed es la sed de la humanidad: "deseo profundo" de amor. La salvación se encuentra "en el arte de pedir sin vergüenza y de ofrecer sin cálculo". Pidió por el pueblo de Sudán, agobiado por la guerra, la hambruna y ahora también por un devastador corrimiento de tierra que ha causado muchísimas muertes.

 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - La alegría se esconde "en la fraternidad, en la vida sencilla, en el arte de pedir sin vergüenza y de ofrecer sin cálculo". "Nuestra fragilidad es un puente hacia el cielo", dijo hoy el Papa León XIV en la audiencia general en la Plaza de San Pedro, continuando el ciclo de catequesis para el Jubileo dedicado a "Jesucristo, nuestra esperanza". El tema central de hoy fue el Evangelio de Juan, cuando narra el "momento más luminoso y a la vez más oscuro de la vida de Jesús": la pasión. "En la sed de Cristo podemos reconocer toda nuestra sed. Y aprender que no hay nada más humano, nada más divino, que saber decir: 'necesito'", afirmó.

"No temamos pedir, sobre todo cuando nos parece que no lo merecemos. No nos avergoncemos de tender la mano. Es precisamente allí, en ese gesto humilde, donde se esconde la salvación". Prevost explicó que en las páginas que narran el final de la vida terrenal de Jesús, el evangelista nos entrega algunas palabras que encierran un "misterio inmenso": "Tengo sed" (19, 28) y "Todo se ha cumplido" (19,30). En la cruz, Jesús es un "mendigo de amor". "No proclama, no condena, no se defiende. Pide, humildemente, lo que por sí solo no puede darse de ninguna manera", dijo el pontífice. Su sed —la de todas las personas— no es sólo fisiológica. Sino que expresa un "deseo profundo de amor, de relación, de comunión", dijo.

Y el amor "verdadero" también implica "aprender a pedir", no solo a "dar". Así, incluso Dios "no se avergüenza de mendigar un sorbo", añadió León XIV. Y manifiesta allí toda su humanidad, que es la misma de cada persona. "Ninguno de nosotros puede bastarse a sí mismo. Nadie puede salvarse por sí mismo. La vida se 'cumple' no cuando somos fuertes, sino cuando aprendemos a recibir". En efecto, solo cuando Jesús recibe de beber —con una esponja empapada en vinagre— proclama: "Todo se ha cumplido". "El amor se hizo necesitado, y precisamente por eso ha llevado a cabo su obra", afirmó el Papa.

Esta lógica representa la "paradoja cristiana". "Dios salva no haciendo, sino dejándose hacer. No venciendo el mal con la fuerza, sino aceptando hasta el fondo la debilidad del amor", continuó Prevost. La enseñanza de Jesús en la cruz es "que el ser humano no se realiza en el poder, sino en la apertura confiada a los demás, incluso cuando son hostiles y enemigos". La salvación no reside en la "autonomía", sino en "reconocer con humildad la propia necesidad y saber expresarla libremente", dijo el Papa en la primera audiencia del mes. "Pedir no es indigno, sino liberador". Y luego: "Somos criaturas hechas para dar y recibir amor".

Cuando saludó a las personas de habla italiana, el pontífice se refirió a las "noticias dramáticas" que llegan de Sudán, cuyo pueblo está agobiado por numerosas tragedias. "En El Fasher hay muchos civiles atrapados en la ciudad, víctimas de la hambruna y la violencia", recordó. "En Tarasin, un devastador corrimiento de tierra ha causado muchísimas muertes (más de mil personas, ndr), sembrando dolor y desesperación". A estos desastres se suma la sombra del cólera, "que amenaza a cientos de miles de personas ya exhaustas". "Estoy más que nunca cerca de la población sudanesa, en particular de las familias, los niños y los desplazados. Rezo por todas las víctimas".

El Papa León XIV pidió a los responsables, así como a la comunidad internacional, "que se garanticen corredores humanitarios y se organice una respuesta coordinada para detener esta catástrofe humanitaria". "Es hora de iniciar un diálogo serio, sincero e inclusivo entre las partes, para poner fin al conflicto y devolver al pueblo de Sudán esperanza, dignidad y paz", afirmó.

Antes de la bendición final, el pontífice se dirigió "a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados" y recordó la memoria litúrgica que se celebra hoy de san Gregorio Magno, papa y doctor de la Iglesia cuyo cuerpo descansa en la basílica de San Pedro. "A este Papa se le llama 'el grande' por su excepcional actividad como pastor y maestro de fe en tiempos muy difíciles para la sociedad y la Iglesia: una 'grandeza' que extraía fuerza de la confianza en Cristo", explicó Prevost. "Deseo a cada uno de ustedes que reconozcan en el Señor la única verdadera fuerza de la existencia".

 

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