León XIV: 'La arqueología cristiana enseña que nada puede ser descartado'
En el centenario del Pontificio Instituto de Arqueología Cristiana fundado por Pío XI en 1925, el pontífice ha publicado una carta sobre la importancia de esta disciplina para la Iglesia. La arqueología tiene una función "sensorial", para poder "tocar, ver y escuchar el Verbo hecho carne". Enseña que "nada de lo que ha sido tocado por la fe es insignificante". Y protege la memoria: "Quien conoce su propia historia, sabe quién es".
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - La época actual, “marcada por rápidos cambios, crisis humanitarias y transiciones culturales”, requiere una “sabiduría profunda” capaz “de preservar y transmitir” lo que es “esencial”. La arqueología cristiana - reitera el Papa León XIV en una carta que se publicó hoy con motivo de la audiencia con la comunidad del Pontificio Instituto de Arqueología Cristiana en el centenario de su fundación - es una herramienta “imprescindible” para interpretar el cristianismo en la Historia. Y un “camino” accesible a todos aquellos – “no es un privilegio para unos pocos, sino un recurso para todos” – que quieren comprender “la encarnación de la fe en el tiempo, en los lugares y en las culturas”.
Dirigiéndose a la delegación del Pontificio Instituto fundado por Pío XI en 1925, Prevost afirma que es necesario interrogarse sobre la actualidad de la arqueología - que "enseña a leer los signos, interpretar el silencio y el enigma de las cosas”- en una época caracterizada por “la inteligencia artificial y las investigaciones en las infinitas galaxias del universo”. Y plantea hasta qué punto puede seguir siendo provechoso el papel de la arqueología cristiana en la sociedad y para la Iglesia. Reflexiona que el cristianismo no nació de un concepto abstracto, sino "de un vientre, de un cuerpo, de un sepulcro”, y la arqueología “recuerda que Dios eligió hablar en una lengua humana, caminar en una tierra, habitar lugares, casas, sinagogas, calles”, dice.
Por eso la arqueología cristiana tiene una tarea “sensorial”. Ella, añade el pontífice, “quiere tocar, ver, escuchar al Verbo que se hizo carne”, y “educa a una teología de los sentidos”. “Enseña que nada de lo que ha sido tocado por la fe es insignificante”. En resumen, “enseña a no despreciar lo que es pequeño”: incluso un trocito de mosaico, o una inscripción oculta, "pueden contar la biografía de la fe”. La arqueología es también “escuela de humildad” - nada se puede considerar secundario - y “ciencia del umbral, que se encuentra entre la historia y la fe, entre la materia y el Espíritu, entre lo antiguo y lo eterno".
La arqueología cristiana enseña “que incluso el más pequeño testimonio merece atención, que cada rastro tiene valor, que nada se puede descartar”, dice León XIV, mientras que en nuestra época "el uso y el consumo han prevalecido sobre la conservación y el respeto”. "En este sentido -sigue diciendo - “es una escuela de sostenibilidad cultural y ecología espiritual”. Prevost señala que si “nada es realmente inútil o perdido”, entonces es también “escuela de esperanza”. Y constituye un fundamento para la “formación teológica”: no habla “solo de cosas, sino también de personas”. “Una teología que ignora la arqueología corre el riesgo de volverse desencarnada, abstracta e ideológica”, continúa.
El pontífice señala la importancia de la memoria en la evangelización, porque no es “un simple recuerdo”, sino “una reactualización viva de la salvación”. Ya las primeras comunidades, en efecto, conservaban “lugares”, “objetos” y “signos”. “La tumba vacía, la casa de Pedro en Cafarnaúm, las tumbas de los mártires, las catacumbas romanas: todo contribuía a dar testimonio de que Dios había entrado realmente en la historia”, dice. En la Iglesia, la arqueología tiene el cometido de “ayudar […] a recordar sus orígenes, a custodiar la memoria viva de sus comienzos, a narrar la historia de la salvación no sólo con palabras, sino también con imágenes, formas y espacios”. En una época que “a menudo pierde sus raíces”.
La arqueología cristiana también invita hoy a continuar el “proceso de inculturación”, que ha permitido al Evangelio llegar “a contextos culturales diferentes”. Ella todavía sigue hablando hoy a los “creyentes”, pero también a los “no creyentes”, que en la belleza de las antigüedades reconocen “un eco de eternidad”. Así como a los “jóvenes”, a los “estudiosos”, a los “peregrinos”. “En un momento en el que la Iglesia está llamada a abrirse a las periferias —geográficas y existenciales—, la arqueología puede ser un poderoso instrumento de diálogo; puede contribuir a tender puentes entre mundos distantes, entre culturas diferentes, entre generaciones”, dice el papa al Pontificio Instituto de Arqueología Cristiana.
Prevost recuerda que en el pasado el Instituto ha sido “promotor de paz y de diálogo religioso”. En este sentido, cita el XIII Congreso internacional en Split, durante la guerra en la ex Yugoslavia; así como "su operatividad con misiones en el extranjero en países políticamente inestables”. El Papa recuerda también su origen: el Motu Proprio del Papa Pío XI “Los cementerios primitivos” del 11 de diciembre de 1925. Y antes de concluir, comparte un recordatorio. “La Iglesia […] está llamada a educar en la memoria, y la arqueología cristiana es uno de sus instrumentos más nobles para hacerlo. No para refugiarse en el pasado, sino para habitar el presente con conciencia, para construir el futuro con raíces. Quien conoce su propia historia sabe quién es, sabe adónde ir, sabe de quién es hijo y a qué esperanza está llamado”.
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