Los obispos de Myanmar: 'Lloramos con los que lloran, buscamos lo que es justo'
Cuando faltan pocas semanas para las elecciones que la junta militar birmana quiere celebrar a toda costa en un país que sigue en guerra, los obispos de ese país han difundido un mensaje a su pueblo, agobiado por la crisis general que ha provocado el conflicto, el terremoto y el colapso económico. "Tres millones de personas desplazadas no son números. La paz es el único camino. No permitamos que el odio nos defina. No dejemos que venza la desesperación".
Rangún (AsiaNews) - Los enfrentamientos armados, el terremoto, los desastres naturales, el colapso económico. Y tres millones de personas desplazadas de sus hogares debido a una guerra cuyo final no se vislumbra. A un pueblo agobiado por el sufrimiento, los obispos de todas las diócesis de Myanmar han dirigido en estas horas un mensaje para expresar una vez más su cercanía y la invitación a la reconciliación, punto de partida para una verdadera reconstrucción. El mensaje llega cuando faltan pocas semanas para las elecciones generales que la junta militar ha convocado para el 28 de diciembre y el 11 de enero, pero en un país donde los líderes de las fuerzas políticas que ganaron las elecciones de 2021 todavía están en prisión y muchas zonas del país están controladas por milicias rebeldes, parecen lejos de ser un verdadero ejercicio de democracia. Publicamos a continuación, en nuestra traducción, el texto íntegro del mensaje difundido ayer por los obispos de Myanmar.
Queridos hermanos y hermanas de Myanmar y de todo el mundo,
En estos tiempos de gran dolor, incertidumbre y confusión, aunque no estemos presentes físicamente estamos con ustedes en espíritu. De norte a sur, de este a oeste, nuestro amado país se enfrenta a una crisis sin precedentes en su historia. No se trata de una tragedia aislada, sino de una crisis general, como la definen los expertos. Las emergencias se acumulan, una situación difícil genera otra. Vivimos en medio de guerras, desastres naturales, desplazamientos, colapso económico y desintegración social. Para muchos de nosotros los días son largos y las noches también.
Trauma humano – Desplazamiento y sufrimiento
Comencemos por lo más desgarrador de nuestras vidas: el sufrimiento humano. Según las Naciones Unidas, tres millones de birmanos se han visto obligados a abandonar sus hogares desde el comienzo del conflicto. Estos tres millones de personas no son números. Son seres humanos: padres, madres e hijos. Algunos viven en los bosques bajo los árboles, otros en los campos, en monasterios o en tiendas de campaña. No tienen comida, seguridad ni educación. En las zonas afectadas por el terremoto, aldeas enteras han quedado destruidas. Se han producido derrumbes. Hay edificios que han colapsado. Vidas que se han apagado en pocos segundos. Ciudades y aldeas en las zonas de conflicto que han quedado reducidas a escombros. Algunas personas han tenido que huir varias veces de sus hogares; otras se han desplazado de un lugar a otro en busca de seguridad, llevando consigo pocas pertenencias, pero también miedo y trauma.
El sufrimiento silencioso de mujeres y niños
En tiempos de guerra y desastre, las mujeres y los niños soportan las cargas más pesadas. Muchos niños no van a la escuela desde hace años. Sus aulas están en ruinas, su futuro es incierto. Algunos han perdido a sus padres, otros han presenciado la violencia con sus propios ojos. Muchos sufren hambre, su salud empeora y ni siquiera pueden expresar su dolor. Muchas mujeres lloran en silencio. Sufren por la pérdida de familiares, cuidan de los huérfanos y temen los abusos. A veces crían a sus hijos a la intemperie, sin refugio ni atención médica. Y sin embargo, en medio de estas dificultades, siguen atendiendo a sus familias, cocinando para la comunidad, rezando en el silencio de la noche y consolando a los que están de luto.
Falta de entendimiento entre las partes
Queridos amigos, una de las heridas más profundas que vemos es la falta de comprensión y confianza entre los principales actores y entre las partes en conflicto. Hay muchas facciones, muchos puntos de vista, muchas necesidades. Pero hay poco diálogo. Pocos espacios reales donde los corazones puedan escucharse unos a otros. Como consecuencia, bloquean la ayuda, el desarrollo se ralentiza y la asistencia humanitaria es limitada. A menudo los civiles, que no están de parte de nadie, quedan atrapados en medio del conflicto y sufren todas las consecuencias. Los jóvenes que antes deseaban estudiar, trabajar y construir un futuro mejor ahora están llenos de miedo, ira y desesperación. Sus fuerzas flaquean, sus talentos se desperdician, sus esperanzas quedan sepultadas. Algunos huyen del país, otros sufren en silencio.
Las dificultades de la vida cotidiana
Para la gente común, la vida cotidiana es una prueba de supervivencia. En todo el país, los precios se disparan, los puestos de trabajo escasean, el combustible y las medicinas son difíciles de encontrar y la electricidad es intermitente. Todas las familias conviven con el dolor. El miedo y el pánico están arraigados, pero la gente sigue ayudándose. Con las manos vacías, pero con el corazón entero, muestran compasión y apoyo.
El camino cristiano hacia la armonía y la paz
Como cristianos que caminan en la fe, nos hacemos algunas preguntas: "¿Adónde ir desde aquí?" "¿Cómo podemos detener las guerras?" "¿Podremos levantarnos juntos y gritar: 'Que no haya más guerra en el mundo'?" El cristianismo no ofrece atajos para escapar del sufrimiento, sino que señala un camino silencioso que conduce a la reconciliación, a la sanación y a la paz duradera. En la Segunda Carta a los Corintios, Pablo nos recuerda: "Dios nos ha confiado el ministerio de la reconciliación" (2 Cor 5,18). Este ministerio no es solo un deber religioso, sino un deber humano. La reconciliación no significa olvidar los problemas o fingir que todo va bien. Significa escuchar las historias de los demás, llorar con los que lloran, buscar lo que es justo para todos sin sacrificar el bien de una persona por el de otra. Cristo mismo dijo: "Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios" (Mateo 5,9). La paz no es un estado de inactividad o de silencio, sino algo vivo: una elección de vida contra la muerte, de honor contra la venganza, de dedicación a la familia contra la soledad.
Un mensaje de esperanza
No es momento de rendirse. Es momento de profundizar. Debemos encontrar la joya de la esperanza entre las cenizas del dolor. La paz es posible, la paz es el único camino. No permitamos que el odio nos defina. No dejemos que la desesperación triunfe. Actuemos según los principios de la "compasión en acción, verdad en la dulzura y paz incansable." Que nuestro país, desgarrado por tantas heridas, pueda resurgir. Que se renueve no solo con edificios, sino con corazones nuevos. Que las voces de nuestros hijos y nietos puedan decir algún día: "No dejaron de buscar la paz, por eso pudimos volver a casa".
Que Dios les bendiga a ustedes y a la gran nación de Myanmar.
Los obispos de Myanmar
01/09/2021 15:28
23/02/2021 13:18
15/02/2021 12:31
 
						
 
			 
						 
						 
						 
						 
						