08/02/2024, 11.39
JAPÓN
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Madres e hijos desprevenidos: la dura lección del terremoto de Noto

La lenta respuesta al terremoto ha dejado al menos a 30 víctimas atrapadas en el frío, a la espera de ser rescatadas. Además, un informe gubernamental revela que muchos municipios japoneses, no sólo los afectados por el seísmo, carecen de suministros de emergencia para embarazadas y bebés.

Tokio (AsiaNews/Agencias) - En muchos municipios japoneses faltan suministros de emergencia para las jóvenes embarazadas, para las madres primerizas en período de lactancia y para los propios niños. Así lo revela un estudio gubernamental que refleja un país en pleno invierno demográfico y con una clara disparidad de género incluso en las funciones de toma de decisiones en la coordinación de emergencias: en el 61,1% de las administraciones locales, de hecho, no hay ni una sola mujer en los departamentos de prevención de catástrofes y gestión de crisis. Según el estudio realizado en los 1.741 municipios del país, sólo el 14,3% disponía de alimentos para bebés, mientras que el 0,5% contaba con ropa de maternidad. Estos elementos adquieren mayor gravedad tras el terremoto del primero de año - de magnitud 7,6 - que sacudió la prefectura de Ishikawa, en el centro de Japón, causando 238 muertos y más de 14.000 personas que siguen desplazadas y viven en refugios desde hace más de un mes. Aunque han recibido ayuda humanitaria, el informe revela que el 82,5% de los kits de emergencia contienen tampones, pero sólo el 11,9% tiene ropa interior femenina. Mientras que el 72,5% proporciona leche artificial para los lactantes, sólo el 14,3% dispone de los alimentos necesarios para el destete de los niños de hasta seis meses. Y sólo 2 de cada 3 municipios disponen de pañales.

Una de las conclusiones más graves del estudio es que sólo el 6,4% de las administraciones japonesas dispone de dispositivos personales de alerta -como silbatos- para quienes quedan atrapados bajo un derrumbe causado por un terremoto. Esto fue trágicamente fatal en el último terremoto, donde más de 30 personas murieron de hipotermia o congelación mientras se encontraban bajo edificios derrumbados. Vidas que, según un experto en mitigación de catástrofes, podrían haberse evitado al menos en parte si el gobierno hubiera previsto dispositivos en los kits de emergencia y reaccionado con mayor rapidez ante el desastre.

Todavía hay 19 personas desaparecidas cuyos cuerpos se están buscando, pero al menos 32 murieron de frío mientras esperaban a los equipos de rescate. Así lo informó la policía tras realizar las autopsias a los cadáveres. La mayoría se encontraban en las localidades costeras de Wajima y Suzu, en la costa norte de la prefectura, que se llevaron la peor parte del terremoto y el posterior tsunami.

Según Takeshi Sagiya, catedrático del Centro de Investigación de Sismología, Vulcanología y Mitigación de Desastres de la Universidad de Nagoya, las primeras 72 horas después de cualquier catástrofe natural se consideran críticas para las labores de recuperación, ya que las tasas de supervivencia descienden considerablemente después de este periodo. Y añade: "El gobierno y los servicios de emergencia deben aprender las lecciones de la catástrofe. Debemos desarrollar un sistema automatizado que transmita todos los datos críticos a los servicios de emergencia para que puedan responder con rapidez y salvar tantas vidas como sea posible".

El terremoto del 1 de enero fue uno de los más potentes de los últimos años en Japón y fue un seísmo de gran magnitud incluso comparado con el de Kumamoto en 2016 y el de Kobe en 1995. El objetivo es, al menos, no repetir los errores del pasado, ya que en algunas zonas de la aislada península de Noto es posible que no se restablezca el suministro de agua hasta dentro de dos meses, lo que aumenta los riesgos para quienes viven hacinados en centros de evacuación donde, según las autoridades, se han detectado infecciones respiratorias y gastroenteritis. El intenso frío también supone un reto adicional, especialmente para las decenas de residentes que duermen en sus coches. Según expertos en salud pública, más de 900 personas murieron tras el devastador terremoto de Kobe en 1995, debido a la gripe y a la falta de atención médica en los centros de evacuación.

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