19/09/2018, 14.38
CHINA – VATICANO
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P. Ticozzi: 'El gobierno chino quiere el control absoluto sobre la Iglesia’

Mientras circulan los rumores de un inminente acuerdo entre Beijing y la Santa Sede, persisten  fuertísimas dudas sobre la efectiva libertad que el Partido podrían garantizar a los católicos chinos. Hay que rezar por ellos, por la unidad de la Iglesia y por el discernimiento de los pastores locales. China “continúa considerándose el centro absoluto del mundo”. La opinión de un misionero y gran erudito en el Imperio Medio. 

Roma (AsiaNews) – El posible acuerdo entre China y el Vaticano “no cambia la realidad de los hechos. El gobierno chino quiere el control absoluto sobre la Iglesia católica y sobre el episcopado”. Quien está convencido de ello es el Pbro. Sergio Ticozzi, un gran experto en China y misionero del PIME. En esta entrevista, resalta la criticidad que revestiría un compromiso con el Partido: “Si ahora el Vaticano está dispuesto a reconocer a obispos que tienen amante e hijos, obedientes ante todo a ello y convertidos en piezas políticas desde el seminario mismo, en el futuro no hará problemas cuando se trate de aceptar cualquier candidato propuesto por las autoridades chinas o por las diócesis que hayan sido fijadas por aquellas”.  

 

Hace tiempo que los rumores referidos a un acuerdo alcanzado entre China y la Santa Sede (sobre el nombramiento de obispos) se han vuelto cada vez más insistentes. Al mismo tiempo, en China estamos asistiendo a un recrudecimiento de la violencia ejercida sobre los fieles – principalmente subterráneos – y las demás religiones. ¿Cuán creíbles son estos rumores?

Ya todos saben de la existencia de un texto, que se está debatiendo entre las delegaciones del Vaticano y del gobierno chino. Aún no se han dado a conocer los detalles de su contenido. Sin embargo, según fue informado por las autoridades eclesiásticas oficiales, éste se refiere al modo en que habrán de nombrarse los obispos. Para ello, las autoridades chinas reclaman la legitimación de siete obispos ilegítimos, de los cuales tres están excomulgados. El Vaticano parece estar deseoso de hacer esto, con el objetivo de evitar que se continúe con las ordenaciones episcopales ilegítimas, con el consiguiente peligro de un cisma.

El gobierno se aprovecha de esto y de la emotividad del Papa Francisco, sabiendo que, si ahora el Vaticano está dispuesto a reconocer obispos con amante e hijos, obedientes ante todo a ello y devenidos piezas políticas desde el seminario mismo, a futuro no hará problemas cuando se trate de aceptar cualquier candidato propuesto por las autoridades chinas y las diócesis por fijadas por aquellas (la subdivisión de las diócesis suele ser una instancia muy compleja, y los miembros de la delegación vaticana no parecen saber mucho de la geografía eclesiástica china).

Por lo tanto, el episcopado chino y la Iglesia católica continuarán bajo su control absoluto. Además del nombramiento de obispos, hay otros problemas, como el de la oficialización de los obispos clandestinos (hay 35, de los cuales sólo 19 están activos), el registro del clero clandestino, el rol de la Asociación Patriótica, etc.: no sé si estos puntos se tratan –y cómo se tratan- en el acuerdo, o si se postergarán para más adelante. Lamentablemente, temo que seguirá manteniéndose la ambigüedad del Vaticano sobre los principios de autonomía e independencia de la Iglesia china.

 

¿Cómo se concilia el impulso a favor de un acuerdo, con el hecho de que perdure la persecución y el control de las religiones y de los católicos? Y esto vale tanto para China como para el Vaticano...

La sorpresa surge por el hecho de que, mientras el Vaticano parece muy optimista, las autoridades chinas están limitando fuertemente la libertad de la práctica religiosa, transfiriendo el pleno control sobre ella desde el gobierno al Partido comunista. Todos están al tanto de las restricciones actuales en lo que atañe a la educación religiosa de los niños, así como del control de la administración de las iglesias y de la interferencia en los asuntos religiosos en nombre de la “sinización”.

Esto demuestra que en China existen dos posiciones opuestas: el ministro de Relaciones Exteriores, que empuja en una dirección, mientras el Partido, con el Departamento del Frente Unido y la Administración estatal de asuntos religiosos se oponen a ella en términos prácticos. Por lo tanto, la actuación de cualquier tipo de acuerdo será muy difícil, si no imposible, a menos que el Vaticano se contente con la teoría.

 

Se dice que gracias a este acuerdo, el Vaticano fomenta una mayor unidad de la Iglesia china. ¿Es realmente así? ¿Cuál es la situación de la Iglesia china en términos de unidad?

Sin lugar a dudas, la preocupación del Vaticano es evitar un cisma, eliminando las ordenaciones episcopales ilegítimas: en esto, su intención es fomentar la unidad de la Iglesia en China. Sin embargo, no parece tomar en consideración el dato concreto de la división que rige en la Iglesia y de la existencia de su sección no-oficial. Muchos tienen la impresión de que está siguiendo el juego a las autoridades chinas y que coopera en su intento de eliminarla. Luego hay un estado de confusión en los fieles, que permanece: ¿cómo tratar a obispos y clero que dicen ser fieles al Santo Padre, pero que adhieren a los principios de autonomía e independencia de la Asociación Patriótica y obedecen en todo al Partido? ¿Pertenecen a la Iglesia católica universal o a una iglesia nacional?  

 

China es vista como la inminente superpotencia mundial que terminará desbancando a los Estados Unidos. Hasta hace poco tiempo, los analistas pensaban que poco a poco, China se abriría al mundo y al liberalismo económico, y que habría mayor libertad política y religiosa. Por el contrario, China parece ofrecer otro modelo: bienestar económico, control social, control de los medios, de las religiones…

El inconsciente del pueblo chino –desde sus jefes de gobierno hasta el ciudadano común-, un inconsciente creado a partir de su historia imperial, es ser el “Imperio de centro”, es decir el “Centro del mundo”, al cual los demás Estado deberán “rendir tributo”, y los chinos aspiran a esto. En términos numéricos, los son, y económicamente se están convirtiendo en ello; incluso quieren convertirse militarmente en [el centro del mundo]. Para China, es difícil aprender a comportarse a la par y con igualdad en el escenario mundial, aunque lo repita de palabra (lamentablemente no tiene buenos ejemplos de los que poder aprender). Por todo esto, quiere seguir ‘su camino’: todo debe ser ‘sinizado’.

Este punto jamás ha sido tomado en debida consideración, sobre todo por los países occidentales. Al no tener un modelo imperial, el grupo dirigente actual está convencido de que un país tan vasto como China necesita de un poder central muy fuerte, que actualmente sólo el Partido Comunista puede brindar, con Xi Jinping en su centro. ‘Su camino’ o modelo actual parece ser “ante todo, el control total; y luego, el bienestar económico”.

 

¿Qué podemos hacer por China y por la Iglesia en China?

El clero y los católicos chinos merecen un gran respeto. Tratar de resolver sus problemas sin un involucramiento suyo directo, no me parece justo. En lo personal, me siento muy disgustado cuando constato que los extranjeros juzgan a los chinos, o deciden en su lugar. Por otro lado, debemos manifestar nuestro apoyo a los católicos, nuestro aliento y estima por las dificultades que deben afrontar al vivir la fe, además de facilitar con todos los medios posibles, las ocasiones para reforzar su formación religiosa y su espíritu de evangelización, siendo que hay tanta necesidad de ello (las vocaciones sacerdotales y religiosas muestran una fuerte disminución). La unión en la oración, con ellos y por ellos, es indispensable, siendo que la fe y la correspondencia a ella son dones del Señor”.  

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