15/01/2019, 14.31
VATICANO
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Papa: en la edad de los robot relanzar un humanismo fraterno entre individuos y pueblos

Carta de Francisco por los 25 años de la Pontificia Academia por la vida. “Mientras, por un lado, se reivindican presuntos derechos, de carácter arbitrario e innecesario, con la pretensión de verlos reconocidos y promovidos por las estructuras públicas, por otro lado, hay derechos elementales y fundamentales desconocidos y violados contra tanta parte de la humanidad”.

 

Ciudad del Vaticano  (AsiaNews)– Relanzar una nueva visión “por un humanismo fraterno y solidario de los individuos y los pueblos”, reaccionando, “antes que sea demasiado tarde” a los “espíritus negativos que fomentan la división, la indiferencia, la hostilidad” y mirando a las consecuencias que los desarrollos de las tecnologías pueden traer, en positivo o en negativo, al género humano. Es el campo de intervención de la Pontificia Academia por la vida como lo indica el Papa Francisco en una carta a Mons. Vincenzo Paglia, presidente de la Academia, en ocasión de los 25 años de la fundación de la institución.

En el documento el Papa invita a la Academia a ser “lugar valiente” de confrontación y diálogo al servicio del bien de todos, enfrentando las preguntas que se ponen en el diálogo entre las diversas culturas y sociedades hoy siempre más en contacto, con una particular atención a lo temas de la vida y de los derechos humanos. Si “la vida humana es violada hoy en modos brutales no sólo por comportamientos individuales, sino también por los efectos de las elecciones y de arreglos estructurales”, para los derechos humanos “está en juego la comprensión y la práctica de un justicia que muestre el rol irrenunciable de la responsabilidad en el discurso sobre los derechos humanos y su estrecha correlación con los deberes, partiendo de la solidaridad con la cual está mayormente herido y sufriente”. Benedicto XVI insistió mucho sobre la importancia de “solicitar una nueva reflexión sobre cómo los derechos que presuponen deberes sin los cuales se transforman en árbitro. Se asiste hoy a una pesada contradicción. Mientras, por un lado, se reivindican presuntos derechos, de carácter arbitrario e innecesario, con la pretensión de verlos reconocidos y promovidos por las estructuras públicas, por otro lado, hay derechos elementales y fundamentales desconocidos y violados contra tanta parte de la humanidad” (Encíclica “Caritas in veritate, 43)”.

Una atención particular va puesta a las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, las biotecnologías, las nanotecnologías, la robótica. Ellas hacen posible intervenir muy profundamente en la materia viviente y también en el cuerpo humano. Son intervenciones que “pueden modificar no sólo sus funciones y prestaciones, pro también sus modalidades de relación, en el plan personal y social, exponiéndolo siempre más a las lógicas del mercado. Por lo tanto se necesita comprender las transformaciones de época que se anuncian sobre estas nuevas fronteras, para individuar cómo orientarlas al servicio de la persona humana, respetando y promoviendo su intrínseca dignidad”.

En el actual momento histórico, evidencia el documento, “la pasión por lo humano, para la entera humanidad, está en grave dificultad. Las alegrías de las relaciones familiares y de la convivencia social aparecen profundamente desgastadas” por “una desenfrenada búsqueda del propio interés y de una competencia exasperada, que no escapa de la violencia”. La “poca atención” a la cuestión de la unidad de la familia humana y de su futuro es consecuencia y se refleja en la “deconstrucción del humanismo”.

En cambio, es necesario afirmar que “la diferencia de la vida humana es un bien absoluto, digno de ser guarnecido, precioso para el cuidado de toda la creación. El escándalo es el hecho que el humanismo se contradiga a sí mismo, en vez de tomar inspiración del acto del amar de Dios. La Iglesia antes que los otros debe reencontrar la belleza de esta inspiración y hacer su parte, con renovado entusiasmo”.

Para el pueblo cristiano se trata de ofrecer una específica contribución “ a una visión de lo humano capaz de sostener la unidad de la familia de los pueblos en las actuales condiciones políticas y culturales”. “Porque una cosa es sentirse obligados a vivir juntos y otra cosa es apreciar la riqueza y la belleza de las semillas de vida común que deben ser buscadas y cultivadas juntas. Una cosa es resignarse en concebir la vida como una lucha contra los jamás terminados antagonistas, otra cosa es reconocer a la familia humana como signo de la vitalidad de Dios Padre y promesa de una destinación común en el rescate de todo el amor que ya ahora, la tiene en vida”.

“La medicina y la economía, la tecnología y la política que son elaboradas en el centro de la moderna ciudad del hombre, deben permanecer expuestas también y sobre todo al juicio que es pronunciado desde las periferias de la tierra. De hecho, los muchos y extraordinarios recursos puestos a disposición de la creatura humana de la investigación científica y tecnológica arriesgan oscurecer la alegría del compartir fraterno y la belleza de las empresas comunes, de cuyo servicio obtienen en realidad su auténtico significado. Debemos reconocer que la fraternidad permanece la promesa faltante de la modernidad. El aliento universal de la fraternidad que crece en la recíproca confianza-dentro de ciudadanía moderna, como entre los pueblos y las naciones- aparece muy debilitado. La fuerza de la fraternidad, que la adoración de Dios en espíritu y verdad genera entre los humanos, es la nueva frontera del cristianismo. Cada detalle de la vida del cuerpo y del alma en el cual brillan el amor y es rescate de la nueva creatura que se va formando en nosotros, sorprende como el verdadero y propio milagro de una resurrección ya en acto (cfr Col 3,1-2). ¡Que el Señor nos done la capacidad de multiplicar estos milagros! El testimonio de San Francisco de Asís, con su capacidad de reconocerse hermano de todas las creaturas terrestres y celestiales, nos inspire su perenne actualidad”. (FP)

 

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