Quiénes son las milicias pro iraníes que amenazan la convivencia y la paz en Irak

El Patriarca de la Iglesia caldea, Raphael Louis Sako, emitió su primera declaración desde Erbil, tras su traslado forzoso desde Bagdad. Sus palabras describen la situación en la que se encuentra Irak, asolado por demasiadas divisiones políticas que podrían llevarlo a su fin. Según los expertos, las milicias son el resultado de la exclusión reiterada de diferentes grupos étnicos y religiosos, operada cada tanto por los diversos dirigentes en el poder.

Erbil (AsiaNews) - "En las difíciles y complejas circunstancias actuales de Irak y ante los graves conflictos que afronta el mundo, es necesario el encuentro, el consenso moral y nacional y el rechazo del fanatismo y del odio, para salvar al país de una escalada y de ser arrastrado a un final desfavorable". Estas son las palabras de la primera declaración emitida ayer por el Patriarca de la Iglesia caldea, el arzobispo Raphael Louis Sako, desde Erbil. Hace pocos días, el cardenal debió refugiarse en la capital del Kurdistán iraquí luego de abandonar la sede patriarcal de Bagdad. La decisión fue tomada a modo de protesta por la retirada del reconocimiento por parte del presidente iraquí Abdul Latif Rashid y las presiones de las Brigadas de Babilonia, una milicia cristiana proiraní que pretende apoderarse de los bienes de la Iglesia caldea.

Según el Patriarca, es necesaria una seria confrontación nacional para recuperar la armonía perdida de Iraq. Esto se logra colocando "en primer plano el interés público, el respeto de los derechos del pueblo iraquí, la consecución de la justicia, la seguridad y la estabilidad, el desarrollo de los servicios y la educación, la salud y la economía, construyendo así un verdadero Estado y abandonando los intereses individuales y partidistas, poniendo fin a la existencia de Estados incompatibles".

Las palabras del patriarca describen el actual choque de fuerzas políticas en Irak, cuyos principales protagonistas son las milicias pro iraníes -no sólo chiíes, como se las suele presentar, sino también suníes, cristianas (como las Brigadas de Babilonia) y yazidíes. Conocidas desde 2014 como Fuerzas de Movilización Popular, surgieron de un núcleo original de siete grupos armados que ya existían en Irak en el momento de la invasión estadounidense de 2003. Comenzaron a tener un papel destacado entre 2014 y 2017, cuando lucharon contra el Estado Islámico (ISIS), y luego se convirtieron (teóricamente) en un brazo armado del ejército iraquí gracias a una reorganización del ex primer ministro Haider Al-Abadi.

Hoy, sin embargo, las milicias están cada vez más fragmentadas y luchan por el poder. Las principales están financiadas directamente por Irán y adoptan los nombres de Kataib Hezbolá, Asaib Ahl al-Haqq y Haraka Hezbolá al-Nujaba, parte del grupo original, y que afirman ser la "resistencia" (en árabe: muqawama) contra Estados Unidos y las fuerzas extranjeras que supuestamente tienen designios sobre Irak. Otro grupo que ha desempeñado un papel importante en el Irak contemporáneo es la Organización Badr, que surgió en la década de 1980 como brazo armado del Consejo Supremo para la Revolución Islámica en Irak -siguiendo el modelo de uno similar que surgió en Irán tras la revolución jomeinista, y que durante décadas operó a lo largo de la frontera entre ambos países. Tras la invasión estadounidense, el grupo Badr transfirió al menos 10.000 combatientes a Irak y, con el tiempo, la milicia -gracias al poder que había adquirido en la escena nacional- se convirtió en una organización política.

Desde mediados de 2019 -y en particular tras el asesinato (por parte de Estados Unidos) del general iraní Qassem Suleimani y del comandante iraquí de las Brigadas Badr, Abu Mahdi al-Muhandis- se han registrado al menos 500 ataques de estos grupos. Se han producido contra objetivos estadounidenses, turcos (Ankara es el principal oponente de Irán por el control de los yacimientos de gas y petróleo del Kurdistán iraquí) o contra actividades consideradas no islámicas, especialmente en los alrededores de Bagdad. Según los expertos, el objetivo de la violencia es aumentar la presión contra las fuerzas extranjeras y obtener el consenso de ciertos sectores de la población iraquí. Desde finales del año pasado, la violencia se vio facilitada por la retirada de los sadristas -los seguidores del clérigo chií Muqtada al-Sadr- del gobierno, y posteriormente la redistribución de sus escaños entre candidatos próximos a las milicias pro iraníes.

Entre las milicias chiíes hay subgrupos que no reciben financiación de Teherán -como la Saraya al-Salam dirigida directamente por al-Sadr-, pero también hay grupos armados chiíes leales al ayatolá Ali al-Sistani, cuya base se encuentra en Nayaf, el centro político del islam chií en Irak. Muchos de estos grupos no forman parte de las Fuerzas de Movilización Popular desde marzo de 2020. Se encuentran bajo el control directo de las fuerzas armadas iraquíes con un frente de fricción en el seno del mundo chií.

También hay milicias pro iraníes suníes, cristianas, yazidíes y turcomanas (los turcomanos son el tercer grupo étnico más numeroso de Irak, después de los árabes y kurdos). Algunos grupos de las Fuerzas de Resistencia de Sinjar se han unido a las Fuerzas de Movilización Popular como la 80ª brigada. Las brigadas turcomanas, que afirman reclutar tanto suníes como chiíes, se unieron a las demás milicias iraquíes en 2014. Por su parte, la Brigada Salah al-Din, la 51, es la principal formación suní y luchó junto a los chiíes contra los terroristas del Estado Islámico.

Entre las milicias que se autodenominan cristianas, la más conocida es la Brigada Babilonia, comandada por Ryan, apodado "el caldeo" -como ya dijimos, se trata de una organización que mantiene estrechos vínculos con la Organización Badr e Irán. En el pasado, el grupo fue acusado de corrupción y de apoderarse ilegalmente de propiedades y tierras de cristianos asirios en la llanura de Nínive. En marzo de este año, la población local, con su propio regimiento de hombres de las Unidades de Protección de la Llanura de Nínive, repelió a la milicia, que no sólo recibe financiación directa de Teherán, sino que también está formada por musulmanes chiíes del sur de Irak. En la misma región, y en particular cerca de la ciudad de Bertella, también está aparcada la Quwat Sahl Ninawa, una milicia compuesta por hombres de la etnia shabak local, que se consideran de origen distinto a los árabes y kurdos. Son ellos quienes controlan la carretera que conecta Mosul y Erbil.

Según los analistas, la situación actual es consecuencia directa de las sucesivas exclusiones de grupos étnicos y religiosos en el sistema político iraquí posterior a 2003: "En los Estados con altos niveles de inclusión étnica, si los representantes de comunidades grandes o acaudaladas no consiguen cierta parte de los puestos ministeriales, cabe esperar mayores niveles de violencia política", explicó el académico Clionadh Raleigh. De hecho, desde que el sectarismo ingresó a Irak con la Constitución de 2005, el objetivo (al menos el objetivo declarado) de las milicias es defenderse de las amenazas internas (otros grupos religiosos, étnicos o políticos) o externas (potencias extranjeras). A pesar de las protestas juveniles de 2019 -y de los repetidos llamamientos de la Iglesia caldea- contra el sistema político sectario, las milicias son a todos los efectos parte del Estado iraquí, dicen los expertos. Tras los repetidos fracasos del proceso político de las dos últimas décadas, la única forma de que sus voces sean escuchadas es tomar las armas.