27/12/2018, 17.04
MYANMAR
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Rangún, operador humanitario: Navidad, esperanza y deseo de una ‘vida bella’

de Livio Maggi

El country manager de la ONG New Humanity: “Vale la pena vivir para poner contentos a los otros”. El rescate de los jóvenes encarcelados, la batalla de los tóxico-dependientes por su propio rescate, los encuentros cotidianos: “El Señor, aún en medio de miles de dificultades, me hace ver muchas cosas bellas”.
 

Rangún (AsiaNews)Transcribimos a continuación amplios extractos de la carta que Livio Maggi, country director de New Humanity Myanmar (NHM), quiso enviarnos con ocasión de la Navidad a todos sus amigos para contar su experiencia en el país del Sudeste asiático. Organización sin fines de lucro, la NHM colabora con las autoridades en el mayor reformatorio de la nación: educación y formación son los objetivos centrales de la iniciativa, que involucra a seis jóvenes docentes, 120 jóvenes y actividades en la iniciación al trabajo con cursos de formación profesional. Otro frente en el que la organización está comprometida es la lucha contra la dependencia del alcohol y de las sustancias estupefacientes. Recientemente, la ONG inició las obras para la construcción de un nuevo jardín de infantes en el pueblo de Ho Nar, en la provincia de Taunggyi, para garantizar la educación de 130 niños con edades que van de entre los 3 a los 5 años.

 

Queridos:

La Navidad llegó un poco rápido este año, casi de manera inesperada y sin que me dé cuenta. Pero yo veo que los años pasan y no siempre se logra reaccionar como se debiera, desde un punto de vista físico y espiritual. En todo se siente el paso de los años.

Pero no puedo realmente lamentarme. Sería un pecado. Veo que el Padre eterno me pone en situaciones tan particulares que desearía a muchos poder tener las mismas experiencias, a mi edad. Cierto, no es el paraíso, entendámonos; pero el Señor, aún en medio de miles dificultades, me hace ver realmente muchas cosas bellas.

El trabajo con los jóvenes del centro “para menores” con sus numerosos problemas, experiencias de abusos y de violencia; pero también la belleza de los jóvenes que se encaminan hacia un trabajo después de años de “reformatorio”, fruto del trabajo de nuestras maestras -contentas de su nueva escuela- y de los cursos de profesiones.

O también con los jóvenes que quieren liberarse del peso de las anfetaminas y del alcohol y han iniciado un camino para la “reconquista de sí mismos” en un centro nuestro de Taunggyi. Además, la belleza de ver familias de niños con dificultad y discapacidades, que se unen y se dan una mano, aún en la pobreza y en la incapacidad de enfrentar los problemas a veces para ellos incomprensibles. Y aún mucho más...

Es bello compartir la cotidianidad con la gente. Tomar el autobús y recorrer un hora y media entre la multitud, o también detenerse a comer en esos negocitos donde de extranjeros no se ve ni siquiera una sombra; con tanta espontaneidad y atención el joven te limpia en un modo particular la silla como si casi que se tuviese que dar para que se siente el Papa, que seguramente él ni sabe quién sea...

Hay un jovencito que me encuentro cada mañana, en la calle. Vende maíz a quien quiera hacer “mérito” dando de comer a la enorme cantidad de palomas que dan vueltas en todas las esquinas de Rangún. Este muchachito de 13 años, está allí todas las mañanas de las 5,30 hasta la 9.00. Luego corre a la escuela, siempre serio. Hemos comenzado a ser amigos porque un día le dejé una especie de pan local para su comida.

Desde aquella mañana su sonrisa deslumbrante me recibe un segundo antes de llegar a la oficina. Un sonrisa de una estrella de cine: bellísimo. La semana pasada osó decir una palabra para pedirme que le regale zapatos, un uniforme y naturalmente un balón de fútbol. “También los guantes-me dijo. Porque yo juego como portero de fútbol”. No se si exista un muchachito más contento, como cuando el día después le llevé lo que me había pedido...  

Mientras escribo estas líneas, un grupo de jóvenes de la comunidad católica Kachin vino a cantar villancicos y dar los augurios de  Feliz Navidad. Lo hacen para las familias católicas y para los religiosos de la zona. Dos o tres días intensos cantando hasta las 2 o 3 de la madrugada, sin que nadie se enoje: esta es la Navidad de los cristianos de aquí, pero es una Navidad que un poco nos pertenece a todos. Así hacen muchos jóvenes, católicos y protestantes, durante estos días: augurar alegría.

Esta alegría es cuánto quisiera augurarles a cada uno de ustedes: a mi y a vosotros. A todos y a cada uno. La alegría de las pequeñas cosas, de la confianza recíproca, de las relaciones simples, de gozar de la belleza de cuánto Nuestro Señor nos ha dado y enseñado. Y pos si acaso la hemos olvidado… ¡nunca es jamás tarde para retomarla!

Esta es la Navidad de este año: volver a poner en movimiento la esperanza y el deseo de una vida bella. Esta es la belleza de Jesús. Es Él la fuerza de la esperanza. También la vida difícil puede cambiar...


Livio
 

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