Recepción difícil y poca integración: rusos que huyen de Crimea
Aproximadamente un millón de personas se mudaron después de la anexión de 2014 desde las regiones del norte, además de Moscú y San Petersburgo. Con el tiempo surgieron dificultades de adaptación y muchos decidieron regresar. Pesan el costo de los inmuebles y la falta de infraestructuras, junto con la «mentalidad crimea». De cada diez rusos que han llegado en los últimos años, sólo se quedan una media de dos.
Moscú (AsiaNews) - Alrededor de un millón de rusos se mudaron a Crimea después de la anexión de 2014, principalmente desde las regiones del norte, pero también desde Moscú y San Petersburgo, viendo en ello la oportunidad de vivir a orillas del mar y la posibilidad de ganar dinero con los subsidios federales que Moscú ha asignado a los nuevos habitantes. Sin embargo, muchos han tenido dificultades para adaptarse y han regresado a Rusia, y aún hoy no es fácil para los rusos integrarse verdaderamente en la realidad local, como documenta un reportaje de Krym.Realii.
Una dificultad para muchos es el elevado precio de los inmuebles, además de la falta de infraestructuras, los salarios demasiado bajos y un clima que no siempre es acogedor, más allá de la temporada estival. Sin embargo, para muchos rusos, lo que ha dificultado su estancia ha sido la «mentalidad crimea», que tiene características bastante específicas, además, por supuesto, del factor militar relacionado con la guerra y los continuos ataques de Ucrania contra objetivos rusos en Crimea, que se ha convertido en uno de los bastiones fundamentales para la defensa de los territorios ocupados. En realidad, según cuentan las agencias inmobiliarias y turísticas de la zona, el regreso a Rusia comenzó mucho antes de la invasión del Donbás.
Según la consultora inmobiliaria Ksenia Švarts, de cada diez rusos que han llegado en los últimos años, solo se quedan una media de dos. Ella misma es originaria de la ciudad septentrional de Perm, pero cree haber encontrado una forma adecuada de convivir con la población local. Muchos se apresuraron a venderlo todo y venir a Crimea con su familia, «pensando que los esperaban», cuenta Ksenia en su blog, y que todo iría bien, pero en realidad las dificultades surgieron desde el principio, empezando por la búsqueda de un trabajo en Sebastopol o en cualquier otro lugar. La propaganda estatal señala a la capital de la península como la que tiene el índice de crecimiento de habitantes más alto de todas las regiones de Rusia.
En realidad, la ciudad de Sebastopol no tiene un verdadero plan urbanístico, y muchos acaban «sintiéndose perdidos», como cuenta una familia procedente de Samara, que pronto se trasladó a Novorossiysk. La impresión es que «el mundo se ha detenido en los años 90, no hay un verdadero desarrollo». La capital, como muchas otras ciudades de la península, sigue siendo un centro vacacional, donde no es fácil construir una vida, sobre todo porque muchos habitantes locales siguen convencidos de que «forman parte de Ucrania» y de que, tarde o temprano, será posible reunirse con Kiev. La familia de Yuri y Oksana se marchó, y nada más salir de Sebastopol «sentimos como si nos hubieran quitado un peso enorme, el del mundo entero que pesa sobre Crimea, es una tensión insoportable».
Un empresario de Moscú, Aleksandr Sergeev, confirma que «no es fácil adaptarse a la mentalidad local, se nos considera extranjeros, aunque llevemos mucho tiempo viviendo aquí». No basta con el entusiasmo de ir a vivir «a un lugar interesante, con mar y buen clima», y solo aquellos que tienen capital ahorrado o que pueden trabajar a distancia pueden disfrutar de las bellezas de la zona. El salario medio en Crimea sigue siendo de entre 35.000 y 40.000 rublos al mes (menos de 400 euros), uno de los más bajos de todas las regiones de la Federación Rusa, solo un poco más alto en la capital, Sebastopol, mientras que el 11,4 % de la población local sigue por debajo del umbral de la pobreza, sin haber logrado mejorar mucho en los 11 años de anexión a Rusia.
Los rusos son vistos con hostilidad también por los traslados forzados de la población local a otras regiones, empezando por los tártaros de Crimea y aquellos que parecen más claramente proucranianos. Según diversas estadísticas, entre el 30 % y el 40 % de los crimeos han tenido que abandonar su tierra, y muchos nuevos habitantes han llegado del resto de Rusia por iniciativa del Estado, lo que puede calificarse como una forma de genocidio, similar a las deportaciones de estos y otros territorios decididas por Stalin en el siglo pasado, lo que ciertamente no favorece la acogida de los rusos en Crimea.
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