07/10/2022, 10.47
RUSIA-UCRANIA
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Nuevo cisma ortodoxo en el Donbass

de Vladimir Rozanskij

La anexión rusa de los territorios ucranianos plantea la cuestión de la jurisdicción eclesiástica ortodoxa. No es inevitable que las iglesias locales se incorporen al patriarcado de Moscú. Prioridad a la reconstrucción de los lugares sagrados destruidos (por los mismos rusos).

 

Moscú (AsiaNews)- Tras la anexión de cuatro territorios ucranianos a la Federación Rusa, se plantea ahora el problema de la jurisdicción eclesiástica de las iglesias ortodoxas en estas regiones. Podrían ser incorporadas de oficio al patriarcado de Moscú, pero eso provocaría nuevos conflictos y divisiones en lo que ya se denomina "el cisma del Donbass".

La Iglesia rusa se encuentra por segunda vez ante el dilema de la "anexión eclesiástica" después de Crimea en 2014. Ocho años atrás el patriarca Kirill decidió no sustraer a Kiev las eparquías y parroquias de la península, confiando en la fidelidad de la jurisdicción “patriarcal” ucraniana e impugnando así la apuesta de Putin a “nuestra Crimea”. Hoy el patriarcado está totalmente alineado con el Kremlin y los ortodoxos "moscovitas" de Ucrania tomaron distancia de Moscú en un sínodo que tuvo lugar en el mes de mayo, en el cual afirmaron su plena independencia eclesiástica.

Hay 9 eparquías en juego: Donetsk y Mariupol, Lugansk, Gorlov y Slavjansk, Berdjansk y Primorje, Rovenkov, Kherson y Tauride, Zaporožets, Novokhakovsk y Severodonetsk. En muchas iglesias de estos territorios, que ya habían sido ocupados por los rusos durante mucho tiempo, los sacerdotes se habían puesto del lado del patriarcado, pero otros habían permanecido en posiciones de expectativa y reserva. Hoy se ven obligados a mantener relaciones muy limitadas con el jefe de la Iglesia PZU ("Pravoslavnaja Zerkov Ukrainy"), a la que ya no se deben agregar las siglas MP ("Moskovskogo Patriarkhata"), encabezada por el metropolitano Onufryj (Berezovskyj) de Kiev, que hoy se encuentra en “tierra extranjera” tras la farsa de referendum impuesto por Putin.

Si en 2014 Kirill parecía querer tomar distancia de Putin, hoy se encuentra aislado por una "providencial" infección de Covid, sobre la que muchos ironizan por la coincidencia con las nuevas proclamas imperiales de anexión. Es conocida la prevención casi maníaca del patriarca con respecto al coronavirus, al que consiguió evitar durante dos años, y ahora se encuentra confinado en cama, en un "régimen de cuidados intensivos" que le impide comunicarse con el exterior.

El vocero del patriarcado, Vladimir Legojda, aseguró que "la Iglesia acepta respetuosamente la voluntad del pueblo y sus decisiones de pertenencia política y nacional", sin aclarar los detalles de la jurisdicción eclesiástica. "Esta cuestión, si se plantea, será afrontada por los órganos superiores de la autoridad eclesiástica en los tiempos que se establezcan”, declaró. Otro miembro del patriarcado, el protoierej Nikolai Balašov, explicó que en este momento "la prioridad es la reconstrucción de las iglesias destruidas", en su mayoría debido a los bombardeos rusos, lo que no predispone a los fieles locales a una fácil sumisión a la autoridad de Moscú.

Por ahora, la atención de las nueve eparquías de los territorios anexados se concentrará en programas de ayuda humanitaria y reconstrucción. Tampoco está claro a quién se le encomendará la gestión en esta coyuntura: en marzo el patriarcado asignó la responsabilidad de las "estructuras eclesiásticas en el exterior cercano" al metropolitano Pavel (Ponomarev), ex exarca de Minsk destituido en 2020 por no estar suficientemente alineado con el presidente bielorruso Lukashenko. Otros miembros del patriarcado considera, sin embargo, que el cuidado de los ex territorios ucranianos debería estar en manos de un "grupo de trabajo interdicasterial" para las eparquías "recién adquiridas", dirigido por el metropolitano Dionisio (Porubaj), moderador de la curia patriarcal de Moscú.

Mucho dependerá de las decisiones de las propias eparquías y parroquias y del clero local, que de acuerdo con las tradiciones locales han sufrido frecuentes oscilaciones en la orientación hacia las jerarquías superiores, como ocurre en cierto modo en todo el mundo ortodoxo. La pirámide patriarcal nacional, en realidad, no tiene la misma fuerza jurídica que el papado romano para los católicos, y muchas veces ni siquiera la de las conferencias episcopales y curias diocesanas, y no es raro que las cuestiones se resuelvan con asambleas locales que a menudo dan lugar a peleas acaloradas y competencias muy poco espirituales. Sin mencionar que una mayor presión por parte del patriarcado de Moscú podría conducir a un aislamiento aún mayor de la Iglesia rusa del resto de la Ortodoxia mundial.

 

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