29/12/2022, 14.41
CHINA-VATICANO
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Se cumplen 100 años de la llegada de mons. Celso Costantini a Beijing

de Gianni Criveller *

El 29 de diciembre de 1922 llegó a la capital china el primer delegado apostólico. El aniversario es una ocasión para reflexionar sobre el acervo del catolicismo chino en términos de inculturación y de promoción de una Iglesia con un rostro auténticamente chino.

Milán (AsiaNews) - Hoy se cumplen 100 años de la llegada de mons. Celso Costantini a Beijing. El arzobispo italiano fue el primer delegado apostólico en China. El P. Gianni Criveller, misionero del PIME y sinólogo, recorre el legado de esta figura fundamental del catolicismo contemporáneo que, junto con Matteo Ricci, sigue inspirando respeto y gratitud entre los católicos de China.

El año 1922 marcó un hito en la vida de Celso Costantini, el primer Delegado Apostólico en China. Fue un año importante para la Iglesia católica china ya que, gracias a Costantini, comenzó a aplicarse la reforma impulsada por la magna charta de la misión moderna: la Maximum Illud (1919) de Benedicto XV. Los objetivos de Costantini eran la promoción del clero indígena, la labor de inculturación y el proceso de emancipación del patronato de Francia y otras potencias europeas.

El 29 de diciembre de 1922, hace exactamente cien años, el arzobispo Celso Costantini llegó a Pekín, la capital de la República de China, como se llamaba entonces la nación china. La República de China existe actualmente en la isla de Taiwán, con la que la Santa Sede mantiene relaciones diplomáticas formales, establecidas hace 80 años, el 23 de octubre de 1942, y conmemoradas con actos significativos por la Embajada de China (Taiwán) ante la Santa Sede.

El 29 de diciembre de 1922, hace exactamente cien años, el arzobispo Celso Costantini llegó a Beijing, la capital de la República de China, como se llamaba entonces la nación china. Hoy, la República de China se encuentra en la isla de Taiwán, con la cual la Santa Sede mantiene relaciones diplomáticas formales desde hace 80 años. Los lazos entre ambos Estados comenzaron el 23 de octubre de 1942, una fecha que la embajada de China (Taiwán) ante la Santa Sede conmemora con actos significativos. 

Hoy Taiwán aloja algunas de las obras más preciadas del legado de Costantini, cuyo nombre chino es Gang Hengyi (剛恆毅). Una de ellas es la Universidad Católica Fu Jen, fundada en Beijing en 1925 con el patrocinio de Costantini, y que hoy funciona en Taipéi. Dentro de la universidad, Costantini impulsó la creación de una escuela para la promoción del arte cristiano chino. Fue una auténtica revolución para el imaginario visual de los católicos chinos: por fin, los retratos de las figuras sagradas de Jesús, María, la Sagrada Familia y otras adquirieron rasgos chinos, para mayor gozo y devoción de los fieles. Luke Chen, que mantuvo una intensa colaboración con Costantini, fue el artista más significativo de este movimiento artístico.

Hoy también continúa funcionando la congregación de las Discípulas del Señor (Discipuli Domine), fundada por Constantini en mayo de 1931 para que los sacerdotes y religiosos chinos pudieran formarse en la cultura de su país, para una labor de evangelización más eficaz.

Volvamos al 29 de diciembre de 1922, cuando Costantini arribó a la capital. "Llegué a Beijing alrededor de las 11 de la noche. En la oscuridad de la inmensa ciudad sólo pude vislumbrar la sombra de las grandes murallas: negras, altas, gigantescas, rematadas por grandes torres de defensa cuadradas, se alzaban en la noche con sus almenas, como un imponente fantasma del gran pasado". Más tarde, Costantini se refirió a la fascinación que ejerce Beijing, y escribió: "Beijing es la Roma del Lejano Oriente. Al igual que Roma irradió la humanitas latina a Europa, Beijing irradió la humanitas oriental a China, Corea, Japón e Indochina... La fascinación de Beijing reside en su historia ultra milenaria y en sus monumentos, que son un reflejo de esa historia... Posee las murallas más bellas del mundo"[1].

No es difícil imaginar la emoción de Costantini, y su aguda conciencia de la importancia de la misión histórica que se le había confiado. Cualquiera que haya estado en Beijing y haya vivido allí conoce esta sensación. Para un misionero que vive en China, pisar Beijing es un punto de llegada y al mismo tiempo un hito. La vida de Matteo Ricci, a quien el Papa Francisco declaró Venerable el pasado 17 de diciembre, es "una ascensión a Beijing". El misionero de Macerata llegó a ella en enero de 1601, luego de varias escalas,  tras 18 años de un arduo viaje misionero que comenzó en Macao. Fue precisamente Costantini quien heredó el testigo de Ricci, rehabilitando su memoria y siguiendo sus pasos en materia de inculturación, promoción de la Iglesia local y liberación de la política colonial. Fue Costantini quien, a su regreso a Roma para desempeñarse en un alto cargo en la Congregación de Propaganda Fide, inspiró el giro radical del Vaticano en la cuestión de los Ritos chinos (1939). No es casualidad que Costantini visitara la tumba de Matteo Ricci el primero de enero de 1923, pocos días después de su llegada.

Cuando llegó a China, Costantini era un obispo de 46 años. Su tierra natal era Castions di Zoppola, perteneciente a la diócesis de Concordia, en la región de Friul-Venecia Julia. Como sacerdote, se había distinguido por su generosa ayuda a la población atormentada durante la Primera Guerra Mundial. En 1920, Benedicto XV lo nombró administrador apostólico de Rijeka, una ciudad fronteriza que devino el centro de un conflicto entre italianos y croatas. Manejó la difícil situación con sagacidad y fue elegido obispo al año siguiente. La Santa Sede apreciaba las cualidades de Costantini para desenmarañar situaciones delicadas.

El 11 de junio de 1922 Costantini recibió una carta de Roma: en ella le informaban que el nuevo Papa, Pío XI, deseaba enviarle a China como delegado apostólico. Constantini adujo que carecía de la formación sinológica o diplomática necesaria, y que no había ningún motivo que justificara semejante decisión. Pero Roma ya había tomado la decisión y todo se mantendría en secreto. Se temía la reacción de Francia, en aquel entonces titular del protectorado sobre las misiones católicas. En efecto, apenas 36 años antes, en 1886, Francia había conseguido que el Papa León XIII se retractara de una decisión ya tomada: el establecimiento de relaciones diplomáticas con China y el envío de un nuncio a Beijing.

Costantini solo contó con pocas semanas de preparación para su nueva tarea. Todo sucedió rápidamente: el decreto papal de nombramiento tuvo lugar el 9 de agosto; la creación de la delegación papal en China y su elevación a arzobispo fue el 12 de agosto; hizo un breve viaje a Francia, estrictamente de incógnito, para mejorar su francés. El 22 de septiembre partió, desde Venecia. Tras su paso por el Canal de Suez, Sri Lanka y Singapur, en pocas semanas Costantini llegó (inesperadamente) a Hong Kong, su primera escala (el 8 de noviembre de 1922).

En aquel entonces, la misión católica en la colonia británica estaba dirigida por los misioneros de las Misiones Extranjeras de Milán (hoy, PIME). A la cabeza del Vicariato Apostólico estaba el obispo lombardo Domenico Pozzoni, que había sido alumno de Achille Ratti, es decir, de Pío XI. El propio Papa le había sugerido a Constantini que conversara con el obispo Pozzoni sobre todas las cuestiones referidas a China. Pío XI consideró que el obispo de Hong Kong compartiría la necesidad de una reforma, el propósito de la misión que Costantini podría finalmente revelar públicamente. Escribió en su diario: "La Santa Sede no juega a la política y no tiene objetivos imperialistas en China. La política de las potencias extranjeras no es asunto suyo. El Santo Padre ama a China y desea sinceramente su bien. China, para los chinos"[2].

Costantini permaneció en Hong Kong cerca de un mes, durante el cual recibió la dolorosa noticia de la muerte de su querida madre. Regresaría a Hong Kong el 13 de junio de 1926 para la ordenación episcopal de Enrico Valtorta, el sucesor de Pozzoni.

Para Costantini no fue fácil llevar a la práctica su objetivo. Muchos misioneros no compartían esta visión y argumentaban que el clero local no estaba preparado para asumir un rol de liderazgo y que el protectorado extranjero era necesario para proteger a los misioneros y a los católicos chinos. Costantini se enfrentó a la resistencia de los diplomáticos europeos en China (incluidos los de formación católica) y, en ocasiones, a la de los mismos misioneros. Para realizar la Maximum illud, Costantini tenía que lidiar con una mentalidad -misionera y política- consolidada.

Sin embargo, Costantini era un hombre equilibrado y decidido. No perdió de vista los objetivos de su misión. También encontró partidarios para sus innovadores proyectos, entre ellos el padre belga Vincent Lebbe. Y los misioneros del PIME también apoyaron al Delegado. De hecho, los dos únicos seminarios regionales que, siguiendo las indicaciones de Costantini, se construyeron en estilo arquitectónico chino, fueron precisamente en dos misiones dirigidas por el PIME: Kaifeng y Hong Kong.

Con el Concilio de Shanghái en 1924 y la ordenación episcopal de los seis primeros obispos chinos en 1926, Costantini consiguió finalmente encaminar la misión china por la vía de la renovación, confiándola al clero chino y promoviendo la inculturación. Él es una figura fundamental del catolicismo contemporáneo y todavía hoy, junto con Matteo Ricci, inspira respeto y gratitud entre los católicos chinos.

 

* misionero del PIME y sinólogo

 


[1] Celso Costantini, Con i missionari in Cina. Memorie di fatti e di idee. Roma, 1946, vol. 1, pp. 58-59. 200-201.

[2] Celso Costantini, Con i missionari in Cina. Memorie di fatti e di idee. Roma, 1946, vol. 1, p. 4.

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