02/12/2022, 15.22
CAMBOYA
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Una nueva iglesia entre los arrozales de Kampong Ko

de Giorgio Bernardelli

La consagración estuvo a cargo del prefecto apostólico de Batambang, monseñor. Enrique Figaredo. Ha sido dedicada a santa Teresa de Ávila y se levanta en un pueblo cristiano gracias al trabajo entre los pobres de un misionero francés, antes de que llegaran los Jemeres Rojos. El párroco, padre Kristofia Todjro, misionero del PIME y originario de Togo, explicó: "Los ancianos han custodiado la fe. El desafío de hoy es no perder a los jóvenes".

Kampong Thom (AsiaNews) - Una iglesia de ladrillos en medio de un campo de arroz. El 30 de noviembre la comunidad cristiana de Kampong Ko, en la prefectura apostólica de Battambang, Camboya, tuvo la alegría de celebrar solemnemente la consagración de su nueva iglesia, dedicada a santa Teresa de Ávila. Presidió el rito, en presencia del jefe de la aldea y las autoridades locales, el prefecto apostólico Mons. Enrique Figaredo Alvargonzales. Junto a él se encontraba el párroco del distrito de Kampong Thom, el P. Kristofia Komlavi Todjro, misionero del PIME originario de Togo, que trabaja en Camboya desde 2015. Fue él -con el aporte de la comunidad local- quien completó la obra iniciada por su antecesor, el jesuita Marc Lopez, gracias al apoyo de una benefactora española y las Obras Misionales Pontificias.

“Kampong Ko - cuenta el p. Kristofia: se encuentra a 17 km de la capital provincial, Kampong Thom. Es un pueblo perdido en los campos de arroz, habitado por gente sencilla: jemeres y vietnamitas de tercera o cuarta generación. Tiene una historia importante para nuestra comunidad católica: nació y creció como pueblo cristiano, antes de Pol Pot, reuniendo a los pobres a los que el P. Venet Robert, un misionero francés del MEP, dio la oportunidad de cultivar los campos de arroz protegidos por una pequeña presa que había construido. Por eso aquí no hay pagoda una budista".

Kampong Ko es la iglesia madre de este rincón de Camboya, no lejos del lago Tonle Sap. De aquí provienen las comunidades católicas que hoy también han surgido en los pueblos cercanos. Pero es, no obstante, fruto de una historia dolorosa: el templo que se acaba de dedicar a santa Teresa de Ávila es la cuarta iglesia de Kampong Ko. Después de la primera, que era de madera, el padre Venet construyó otro hermoso edificio de ladrillo en 1965. En 1970 la comunidad contaba con 800 cristianos. Pero después llegó la guerra y la gran iglesia fue destruida por los bombardeos estadounidenses. El resto lo hicieron los Jemeres Rojos.

Recién en 1995 -en el lugar exacto donde se encontraba la iglesia destruida- se construyó una tercera, de madera, para la comunidad que había vuelto a comenzar. El P. Franco Legnani, otro misionero del PIME, acompañó el renacimiento de la aldea de 1997 a 2008. "La pobreza era entonces extrema -recuerda-. No había camino para ir a Kampong Ko y en la estación de las lluvias solo se podía llegar en barcas . Esa pequeña iglesia de madera era el único punto de referencia". Hoy la situación ha cambiado: ha llegado la carretera, la electricidad y la conexión a internet. Las comunicaciones son más fáciles, pero para muchos jóvenes también significa poder tomar caminos muy diferentes. Por lo tanto, los desafíos para una presencia misionera no son menores que los de ayer.

"La cinta de la inauguración - cuenta el p. Kristofia – fue sostenida por las dos mujeres más ancianas del pueblo. Una de ellas tiene 102 años y fue bautizada por el P. Venet. Era una forma de demostrar que queremos transmitir a sus nietos la misma fe que ellos han costodiado”. Las imágenes de las paredes de la iglesia fueron realizadas por un pintor que pinta en las pagodas. Al principio dudó porque nunca se había enfrentado a la iconografía cristiana. El P. Kristofia le señaló el tabernáculo y le dijo: "Allí está el espíritu que es dueño de la tierra y del cielo, pregúntale a él". El pintor se quedó un rato dentro y después aceptó. Así que hoy la gente de Kampong Ko está orgullosa de su iglesia, que no desmerece en comparación con las pagodas.

Pero en el corazón del p. Kristofia sigue habiendo otro sueño: "Tenemos un jardín de infancia, pero también necesitaríamos una pequeña escuela con un centro pastoral. Cuatro aulas para apoyo escolar de los niños y las reuniones, un aula de informática para los jóvenes. No podemos dejar que se pierdan en las drogas o se vayan a la ciudad a trabajar en las fábricas”. Esta es la misión que hoy tiene Camboya. Y está en manos de una comunidad más fuerte que cualquier prueba entre los arrozales de Kampong Ko.

 

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