01/08/2017, 13.19
RUSIA - VATICANO
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Vuelven a Bari las reliquias de San Nicolás, en el aniversario del ‘Gran Terror' de Stalin

de Vladimir Rozanskij

En los últimos dos meses se acercaron a las reliquias 2,5 millones de peregrinos, haciendo hasta 12 horas de cola, bajo la lluvia, el viento y el calor. El patriarca Kirill agradece al Papa Francisco: la costilla de S. Nicolás es más eficaz que la diplomacia. Stalin se aprovechó de la Iglesia ortodoxa por su culto de la personalidad”. La “matanza” en los gulag y la “memoria compartida”. 

Moscú (AsiaNews)- El pasado 28 de julio, al despedirse de la sagrada reliquia de San Nicolás, que dejaba Rusia para volver a la catedral de Bari, el patriarca ruso Kirill (Gundajev) hizo notar que el sagrado resto del santo fue particularmente providencial, en el año del centenario de las gran tormenta revolucionaria (la revolución bolchevique de 1917). Durante la homilía en la solemne liturgia en la iglesia de la Santísima Trinidad de la Lavra de S. Aleksander Nevsky, desde donde el arca partió con la costilla de S. Nicolás, el patriarca subrayó “que nadie había preparado tal evento adrede, a propósito del centenario”.

Durante los dos meses que permaneció en territorio ruso, unos 2,5 millones de personas se acercaron a venerarlo y, tal como especificó Kirill, “lo importante no es el número, sino el hecho de que hombres modernos en un país contemporáneo no sólo han querido honrar una reliquia, sino que han soportado hasta 12 horas de cola, permaneciendo incluso bajo el viento, la lluvia, y esto sin ni siquiera lamentarse”. 

Además, el 28 de julio, la partida de la reliquia coincidió con el día de la conmemoración del bautismo de la Rus´de Kiev, que en 988 dio inicio a la historia cristiana de los pueblos eslavos orientales. El patriarca, que lleva el título de “todas las Rusias”, quiso rezar “por nuestro pueblo y por los países que forman parte de la misión pastoral de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Rezamos por Ucrania, para que cesen las luchas internas, para que el rencor y el odio abandonen la vida del bendito pueblo ucraniano”.

El jefe de los ortodoxos rusos quiso también agradecer al Papa Francisco, gracias al cual fue posible la visita de la reliquia a Moscú y a San Petersburgo. Según sus palabras, la presencia de los sagrados restos: “realizó la reconciliación del Oriente y el Occidente, algo que nunca logró hacer ninguna diplomacia”.

De hecho, en este contexto la diplomacia resulta ser una consecuencia, más que una premisa del gran evento que se ha celebrado. Como ya fue anunciado hace semanas, el Card. Parolin, Secretario de Estado de la Santa Sede, en agostó irá a Mosú en visita oficial, donde está programado un encuentro con el presidente Putin. En las entrevistas concedidas días atrás, el cardenal recordó la larga historia de los intentos vaticanos de mantener una relación constructiva con Rusia y los varios regímenes que se sucedieron en ella.

Yendo más allá de la delicada Ospolitik de la Santa Sede con los soviéticos en la segunda mitad del siglo pasado, Parolin recordó el episodio de cuando el mismo zar Nicolás I visitó Roma en 1845. En aquella circunstancia, el monarca ruso se encontraba en Italia por razones familiares (la familia se estaba curando en Sicilia), y quiso ver a Gregorio XVI para implorarle que no cediese a las tentaciones liberales que serpenteaban por Europa en esa época, y que habrían explotado en los movimientos de 1848. El zar temía por el futuro del principio de la autocracia y por su justificación sagrada y la figura del Papa-rey le parecía indispensable. También hoy los Estados están en crisis de identidad en el mundo globalizado y la nueva “santa Rusia” busca en el Vaticano un aliado con autoridad contra la degradación moral de la sociedad contemporánea.

Stalin y el culto de la personalidad

Otros tristes aniversarios se alinean en la memoria de la tragedia revolucionaria, y exhortan a no olvidar las posibles consecuencias de las dramáticas relaciones entre el trono y el altar, que han afectado a Rusia en el siglo pasado. A fines de julio de 1927, exactamente  90 años atrás, el último metropolita ruso, que quedó en libertad después de las primeras olas de persecuciones, firmó una declaración de lealtad al régimen soviético. El metropolita de Nizhnij Novgorod, Sergij (Stragorodskiy), era el último de la lista de los “lugartenientes patriarcales”, y esperaba también él la posible encarcelación. Después de la desaparición Tikhon (Bellavin), elegido durante el Concilio de 1917 después de 200 años de suspensión del instituto patriarcal, la Iglesia rusa parecía ya destinada a su definitiva desaparición en el infierno de los Gulag. Sergij, a quien Stalin hizo nombrar patriarca en 1944, decide someterse a pesar de las protestas de todos los otros obispos encarcelados, y desde entonces la Iglesia rusa trató de sobrevivir poniéndose al servicio del régimen ateo.

Stalin mismo no se limitó a explotar el espíritu patriótico del cristianismo ruso, que le servía para resistir a la invasión nazi, sino que usó a la iglesia para dar una nueva áurea de sacralidad a su poder personal. Lo que los históricos han llamado el “culto de la personalidad” no fue otra cosa que una reedición del sueño de divinización del autócrata, que se re -propone en varias salsas desde tiempos de Julio Cesar. Fuertes a raíz del apoyo de la religión y de la ideología, justo a fines de julio de 1937 el dictador georgiano dio origen a las “purgas” que constituyeron el Gran Terror de los años 1937-38, cuando los lagers se convirtieron en aquel Archipiélago denunciado por los disidentes, “la matanza” en la cual terminaron decenas de millones de personas. También esta fecha, 80 años después, contribuye a una “memoria compartida” y un indispensable fundamento para construir juntos un nuevo siglo, que venza en todos lados el odio y el rencor, tal como fue sugerido por el patriarca Kirill

Foto 2: La estela memorial de Sandormokh (Carelia), en el bosque de los fusilamientos en masa de los prisioneros del lager de las islas Solovvski. Entre éstos había muchos obispos y sacerdotes ortodoxos y católicos. Lo leyanda dice: “Hombres, no se maten unos a otros”.

 

 

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