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«Desármalos, desármanos": la cita de Argelia en las primeras palabras de León XIV

de Alessandra De Poli

El cardenal Prevost, hijo espiritual de san Agustín, fue elegido papa el mismo día en que la Iglesia celebraba la fiesta litúrgica de los mártires de Argelia, entre los que se encuentran también dos monjas agustinas. Y en la descripción de la paz «desarmada y desarmante» del Resucitado proclamada por el nuevo pontífice en su primera bendición urbi et orbi, resonó el eco de la oración escrita por Christian de Chergé, prior de Tibhirine.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - La paz de Cristo resucitado es «una paz que desarma, humilde y perseverante». En las palabras pronunciadas ayer por el Papa León XIV en su primera bendición Urbi et Orbi en el contexto del mundo actual, tan marcado por la carrera armamentista, esta descripción impactó inmediatamente a todos. Pero son también adjetivos que revelan un rasgo importante de la espiritualidad de Robert Francis Prevost. Probablemente contienen una cita extremadamente significativa: la referencia a los mártires de Argelia, asesinados entre 1994 y 1996 y proclamados beatos bajo el pontificado del Papa Francisco, cuya fiesta litúrgica cayó ayer - 8 de mayo.

«Señor, desármalos. Y desármanos» es, de hecho, la oración que dejó escrita uno de estos mártires beatificados por el Papa Francisco: el hermano Christian de Chergé, prior del monasterio trapense de Notre-Dame de l'Atlas en Tibhirine, secuestrado el 26 de marzo de 1996 junto a seis de sus hermanos en uno de los periodos más oscuros de la guerra entre los integristas islámicos y el ejército argelino, y encontrado degollado dos meses después. Prevost procede de la orden de los Agustinos, de la que fue Prior General durante doce años. Y remontándose a la figura de San Agustín -el gran filósofo y padre de la Iglesia, que fue obispo en Hipona del 395 al 430 d.C.-, esta familia religiosa siempre ha mantenido en su corazón un vínculo especial con Argelia.

No es casualidad que las monjas agustinas fueran también dos de las 19 mártires de Argelia: Caridad Álvarez Martín y Ester Paniagua eran misioneras españolas que trabajaban en el barrio Bab el-Oued de Argel, ayudando a ancianos, niños discapacitados y familias necesitadas. Fueron asesinadas el 23 de octubre de 1994, durante la llamada «Décennie noire». De hecho, entre 1992 y 2002, diversos grupos islamistas armados, entre ellos el Grupo Islámico Armado (GIA) y la Armée Islamique du Salut (AIS), perpetraron numerosos atentados contra civiles, intelectuales, periodistas y religiosos, tanto cristianos como musulmanes, una guerra interna contra el gobierno argelino que se cobró unas 150.000 vidas.

Sor Esther Paniagua Alonso y Sor María Caridad Álvarez Martín decidieron permanecer al lado del pueblo argelino a pesar de las amenazas que pesaban sobre su seguridad. Esther, nacida en 1949 en Izagre (León), ingresó a los 18 años en las Agustinas Misioneras y fue enviada como enfermera a Argelia. Allí se dedicó con amor a los niños discapacitados, aprendiendo árabe y profundizando en el conocimiento de la cultura musulmana. Durante un momento de discernimiento comunitario, dijo: 'Nadie puede quitarnos la vida porque ya la hemos dado... y si nos pasa algo, seguimos en manos de Dios'». Caridad, nacida en 1933 en Santa Cruz de la Salceda (Burgos), entró en la congregación en 1955 y pasó más de treinta años en Argelia, y en particular en el barrio Bab el-Oued de la capital. A pesar de las amenazas que recibió, optó por quedarse: «Quiero permanecer en esta actitud ante Dios».

Las Hermanas Agustinas continúan hoy su misión en Argelia, con comunidades activas en Dar El Beida y en Notre Dame d'Afrique, en Argel. Su labor se centra en la educación de los más pequeños, la atención sanitaria y la capacitación de mujeres y jóvenes, que viven en contextos marginales de la sociedad argelina.

Los frailes agustinos -de los que Prevost fue prior general durante 12 años, de 2001 a 2013- también mantienen su legado histórico y espiritual en Argelia, en particular a través de la custodia de la basílica de San Agustín de Annaba (antigua Hipona), restaurada en los últimos años. Esta basílica, situada cerca del lugar donde San Agustín fue obispo y murió en 430 d.C., es ahora un centro para el diálogo intercultural y las iniciativas de paz. Los frailes, con el apoyo de la Fundación Agustinos en el Mundo, han puesto en marcha programas sociales en beneficio de los jóvenes, los ancianos y los emigrantes, con el objetivo de salvar las diferencias culturales y religiosas mediante el compromiso comunitario.

«Creo que hoy la voz de la Iglesia -decía el Card. Prevost en una entrevista concedida a la televisión pública italiana hace unos meses- el testimonio de la Iglesia no como institución, sino como comunión de los fieles, con los mártires, con la presencia y el testimonio de hombres y mujeres que dan su vida tantas veces incluso en situaciones de violencia, de guerra, de conflicto, es una voz que ofrece una gran esperanza al mundo».

 

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