Francisco quiso dedicar a la comunidad Rom su último compromiso de la visita a Rumania. “A lo largo de la historia, los hemos discriminado, maltratado o mirado de forma equivocada, con la mirada de Caín y no con la de Abel, y no fuimos capaces de reconocerlos, valorarlos y defenderlos en vuestra singularidad”.
En su última jornada del viaje a Rumania, Francisco beatificó a siete obispos greco-católicos que fueron martirizados durante el régimen comunista. “Que seáis testigos de libertad y de misericordia, haciendo prevalecer la fraternidad y el diálogo ante las divisiones, incrementando la fraternidad de la sangre, que encuentra su origen en el periodo de sufrimiento en el que los cristianos, dispersos a lo largo de la historia, se han sentido cercanos y solidarios”.