21/05/2021, 10.25
RUSIA
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El centenario de Andrei Sajarov, el 'decimotercer apóstol'

de Vladimir Rozanskij

Fue el líder de la disidencia en los años de Brezhnev y Gorbachov. Como físico nuclear, dotó a la URSS un enorme poder militar y como disidente enseñó que hay derechos que están por encima del poder. En menor escala, Alexei Naval'nyj parece repetir la historia: un hombre solo contra el Estado todopoderoso. Valeria Novodvorskaja: Sajarov luchó por la misma causa que Jesucristo, el primer defensor de los derechos humanos.

Moscú (AsiaNews) - A pesar de algunas reticencias, se suceden en Rusia las conmemoraciones del centenario del nacimiento de Andrei Sajarov, líder de la disidencia en los años de Brezhnev y profeta de la nueva Rusia poscomunista. Físico nuclear y partícipe en la construcción de misiles atómicos, dotó a la URSS de un poder militar nunca antes visto y después enseñó a todos que existen derechos superiores a ese mismo poder.

La memoria de Sajarov parece estar dividida entre los nostálgicos de la gran potencia soviética y los defensores de los derechos humanos, de los que el gran disidente fue un campeón universal. Liberado del confinamiento en 1986, tras el desastre de la central eléctrica de Chernobyl, Sajarov formó parte del parlamento de Gorbachov hasta su muerte, el 14 de diciembre de 1989. Ante su féretro, desfiló una interminable procesión de personas de todo tipo, que durante horas esperaron a 20 grados bajo cero para poder despedirse del hombre que había sabido infundir a todos una nueva esperanza.

Después de haber conquistado una posición inexpugnable en la década de 1970, gracias a sus méritos en el desarrollo de armas termonucleares, Sajarov comenzó a escribir cartas abiertas en defensa de los prisioneros de los campos de concentración, ya fueran disidentes o simplemente personas a las que no se les reconocían sus derechos fundamentales. Organizó piquetes y marchas, concedió entrevistas a la prensa extranjera, acudió solo o acompañado a los palacios del poder, confundiendo a la policía, que no se atrevió a tocarlo hasta que lo condenaron al confinamiento en la ciudad de Gorky, que ahora ha recobrado su antiguo nombre de Nizhny Novgorod.

Sajarov mantuvo en jaque al poder soviético durante 20 años, junto con su compañero y adversario Solzhenitsyn (que abogaba por el retorno a la Rusia del pasado) y muchos otros héroes de la disidencia. Su memoria hoy parece desvanecerse poco a poco con el viento de la restauración de un país refractario a cualquier crítica, que vuelve a enviar a los disidentes a pudrirse en campos de concentración, como Naval'nyj. El opositor actual de Putin no tiene la estatura del gran académico y premio Nobel, defensor de los valores de la libertad en el totalitarismo soviético, pero en algo parece repetir su historia: el escenario de un hombre solo contra un Estado omnipotente.

Más de 30 años después de la muerte de Sajarov, Rusia adoptó una nueva constitución que otorga todo el poder al presidente. El científico disidente había presentado un proyecto constitucional muy distinto, en el que todos los poderes estaban confiados a la democracia parlamentaria y reservaba al presidente sólo el deber supremo de la defensa militar de la patria y de los acuerdos internacionales. Podemos recordar una frase de aquel proyecto: "La Unión Soviética ... busca proteger las condiciones externas e internas para una existencia digna de toda la humanidad y de la vida en toda la Tierra", con la T mayúscula.

Valeria Novodvorskaja, otra gran figura de la disidencia soviética (y también rusa en los últimos años), llamaba a Sajarov "el decimotercer apóstol", que se debía sumar a los oficiales. En su opinión, "si no hubiera sido un ateo racionalista, un seguidor del viejo Immanuel Kant, debería ser canonizado según todas las reglas del papado romano (los ortodoxos preferirían canonizar a Stalin) ... Estaba constantemente iluminado por la gracia, y hasta el último minuto de su vida luchó por la misma causa que Jesucristo, primer defensor de los derechos humanos”.

El corazón de Sajarov no pudo soportar las decepciones por las desafortunadas reformas de Gorbachov, que ya resultaban evidentes antes del fin de la URSS. Hoy sigue habiendo activistas en el Centro que lleva su nombre (ver foto), memoria de la lucha por la libertad de aquellos años, con la esperanza de que hoy también pueda inspirar a Rusia para no caer en la tentación de los sueños de poder, olvidando la fragilidad y los derechos de cada persona humana.

 

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