09/03/2017, 14.41
RUSIA
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Lágrimas político-religiosas en la Rusia de Putin

de Vladimir Rozanskij

Una diputada del Partido del presidente refiere sobre líquidos aparecidos en una iglesia de la reconquistada Crimea de un busto del último zar, canonizado en el año 2000 y un intendente por las lágrimas de una estatua de Lenin.

Moscú (AsiaNews)- El fenómeno de las lágrimas de estatuas e imágenes de los santos es bien conocido en la historia de la Iglesia, ya sea en Oriente como en Occidente y dio vida a muchas e importantes devociones, construcción de santuarios, conversiones y manifestaciones populares de la fe. En Rusia tal fenómeno siempre tuvo proporciones más importantes respecto al resto del mundo cristiano, ya sea católico como ortodoxo, atribuyendo una especial importancia al fenómeno de las lágrimas de las imágenes y de la sudoración de líquidos milagrosos de los huesos de los santos (famosa la del “Maná de S. Nicolás de Bari y muy buscada por los rusos como objeto de devoción).

En la nueva Rusia post-atea, tal prodigioso fenómeno fue considerado como una de las señales de la benevolencia divina para el “renacimiento religioso” de Rusia: las lágrimas de los únicos antiguos testimonian de la consolación divina por los decenios de persecución y aquellas de los nuevos íconos pintados en las iglesias reconstruidas o de nueva edificación, valen aún más como signo de entusiasmo para la fe que renace. Sucede por lo tanto que los fieles, que se quedan en oración delante de los íconos según la costumbre, notan signos y huellas de tal manifestación "líquida" y material de la divina gracia y justamente las nuevas iglesias y las nuevas parroquias consideran casi indispensable la confirmación de las lágrimas divinas por su inauguración.

Tal señal de sobrenatural aprobación parece hoy extenderse no sólo a la devoción y a la práctica religiosa, sino hasta la “santa iniciativa” de la política rusa de estos años, preocupada en defender el orgullo nacional  propiamente en nombre de la fe y de la misión de Rusia en un mundo siempre más abandonado a la degradación moral, social y económico. Tal misión alcanzó su culmen en la reciente “reconquista” de Crimea, tierra santa del pueblo ruso y de su cristianismo milenario, donde el príncipe Vladimir “el grande” aceptó la fe cristiana para luego donarla al entero pueblo suyo, haciéndose bautizar en las aguas del Dniéper. Justamente en Crimea, en una capilla de Simferópol, dedicada a los santos miembros de la familia imperial masacrada por los bolcheviques en 1918, la bendición divina se materializó en las lágrimas del santo emperador Nicolás II, canonizado en el año 2000 por el gran sínodo, después de finalizar el comunismo.

Quien dio la noticia el pasado 6 de marzo, en calidad de testigo ocular, fue un personaje bien conocido por las crónicas de los últimos años, el ex procurador de Crimea y ahora diputado de la Duma de Estado, Natalia Poklonskaya. La mujer jueza, de treinta años, fue uno de los símbolos de la re-anexión de Crimea a Rusia, en el contexto del conflicto con Ucrania hasta ahora en curso; dimitió en febrero de 2014 del cargo que revestía de un juzgado de provincia, en polémica con los “fascistas ucranianos” que habían impuesto el estado de guerra y en mayo sucesivo, después de la aventurada anexión, fue nombrada por Putin como ministro de justicia de la nueva Crimea rusa. En estos dos años se hizo notar por haber arrestado y declara fuera de la ley a los representantes de la oposición tártara en la administración rusa de la región, para luego dimitir cuando fue elegida en la Duma de estado, como diputada del partido de Putin “Rusia unida”.

Como diputada, la Poklonskaja hizo mucho ruido en octubre de 2016 con una interrogación parlamentaria y la apelación a la Justicia contra la película “Matilda”, en la cual se narra sobre la presunta relación entre el joven Nicolás Romanov, futuro zar, con la bailarina Matilda Kshesinskaja. La diputada en este caso se hacía vocera de las quejas del movimiento ultra-nacionalista denominado "Tsarskij Krest" (“Cruz imperial”), que señalaba en el cineasta Aleksej Uchitel, “una deformación de los acontecimientos históricos y una provocación anti-rusa y anti-religiosa en el ámbito de la cultura”.

Como la diputada y ex fiscal de renombre decidió asistir a ver las lágrimas del zar en Simferópol, inmediatamente vio como una confirmación de la importancia del defender la fe y la patria de los enemigos internos y externos, co sólo con la censura de las películas antipatrióticas, sino con medidas aún más radicales de control de la entera población, como de muchas partes se auspician y que ya se están poniendo en práctica, viendo la intensificación de las persecuciones y de las confiscaciones de los últimos días, también en departamento privados.

La cuestión asumió características de interés nacional y la misma Iglesia ortodoxa se ocupó directamente de este asunto. Una comisión de cinco sacerdotes de la diócesis de Simferópol y de Crimea ha examinado el busto de Nicolás II en Simferópol y llegó a la conclusión que actualmente el monumento no lagrima. “Por el momento sobre la visita de la capilla de los santos mártires imperiales, la comisión no reveló huellas de lágrimas en el busto de bronce del zar-mártir Nicolás II y sobre los íconos de la capilla”, se lee en el comunicado de la diócesis del 7 de marzo. Junto a esto, la comisión recomendó al sacerdote de la capilla que continúe observando y en “caso de apariciones de huellas de lágrimas, que lo comunique inmediatamente al obispo ordinario y a la comisión”. El busto de Nicolás II fue examinado por el archimandrita Kallinik (Chernyshev), por el protoierej Nikolaj Dotsenko y por los sacerdotes Bogdan Severin, Ioann Shimon y Ioann Pristanskij.

El hecho de las lágrimas de la estatua fue comunicado por la Poklosnkaja a la televisión, en el canal  patriótico “Tsargrad” (“Ciudad imperial”). Ella hizo un referencia también a los colaboradores de la Fiscalía general de Crimea que presidía hasta hace poco tiempo. Las palabras de la diputada fueron luego confirmadas por el padre espiritual de la capilla: según sus palabras, lagrimó no solamente el busto del zar, sino también los íconos que estaban cerca. El jefe de la Comisión sinodal para las canonizaciones de los santos del patriarcado de Moscú, el obispo Pankartij, propuso verificar sobre el tema. “No queremos criticar a la joven diputada, todavía inexperta en política y no se necesita dar importancia a los fanfarrones sin-Dios que comentan la red: el cajón de muerto endereza al jorobado”, observó el obispo usando un conocido proverbio ruso y continuó refiriéndose negativamente también a los “cultísimos intelectuales y teólogos ortodoxos, a los cuales la sola idea de las lágrimas provoca sarcásticas risitas”.

El obispo recordó que la historia recuerda muchísimos casos de lágrimas, a menudo acompañado de curaciones, afirmando se haber sido testigo él mismo testigo de ver las lágrimas de un ícono de Nicolás II que había sido llevado al monasterio de Valaam, del cual era superior. Las lágrimas del ícono trasbordaba el pizarrón donde estaba colocado y caían al suelo, según lo que narró Mons. Pankrratij: “cuando hemos transportado el ícono a la iglesia, lo pusimos en un ambón frente a un antiguo ícono del Salvador, junto a la columna de la derecha. En aquel momento la multitud que llenaba la iglesia comenzó a exclamar por el estupor e inició a agitarse. Justamente delante de sus ojos, de la mano que bendecía de Cristo en la antigua imagen comenzó a deslizarse un líquido de suave fragancia y algunas gotas cayeron a tierra. Un fenómeno análogo se repitió en la ermita de Smolensky del monasterio, ligado históricamente a la familia imperial de los Romanov, porque hasta 1940 en la misma ermita estaban escondidos las alhajas de la emperatriz Alejandra”, así se concluye el testimonio del obispo.

Tras las alas del entusiasmo por el signo prodigiosos de Simferópol, es necesario una declaración aún más clamorosa en una ciudad del norte de Rusia habría lagrimeado el mismo Lenin. El intendente de Svetogorsk, en la región de Vyborg en la frontera con Finlandia, Sergey Davydov, de hecho ha comunicado el 7 de marzo que en la ciudad se puso a lagrimar la estatua de Vladimir Ilich Lenin, que se levanta en la plaza Roja de la ciudad. “He pasado esta mañana por la plaza y noté un cambio apenas perceptible en el rostro de nuestro antiguo guía. M e acerqué y entendí que del rostro de Ilich se deslizaba una lágrima. Seguramente no se trataba de gotas de lluvia. Entonces entendí que también que el monumento de Lenin lagrimaba”, afirmó el jefe de la administración comunal. Según las palabras de Davydov, en Rusia “están sucediendo verdaderos milagros. No sé si los prodigios superarán las fronteras, pero yo en lugar de los finlandeses no estaría tranquilo. No me importa si alguien ´piensa que Lenin no llore y tome en broma la Poklonskaja”. El intendente de Svetogorsk es conocido por sus afirmaciones extravagantes; recientemente afirmó que en su ciudad no existe ni siquiera un homosexual.

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