04/08/2015, 00.00
VATICANO
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Papa a los monaguillos: la alegría de la amistad con Jesús nos vuelva a todos misioneros

En el encuentro con miles de participantes en la peregrinación internacional “¡Aquí estoy, envíame!”, que involucra a jóvenes de aproximadamente 20 países, Francisco agradece el servicio en los altares y recuerda que “es siempre Dios quien da el primer paso. La acción divina no es impedida por las imperfecciones del hombre, la benevolencia divina lo vuelve idóneo para la misión, trasformándolo en una persona totalmente nueva y por lo tanto capaz de responder a Su llamada”.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - La alegría de la amistad con Jesúcristo “nos vuelve a todos naturalmente misioneros. Como el profeta Isaías,  descubrimos con estupor que es Dios quien hace la primera movida, al acercarse primero; él se da cuenta de que la acción divina no es impedida por sus imperfecciones, que únicamente la benevolencia divina puede volverlo idóneo para la misión, transformándolo en una persona totalmente nueva y capaz de responder a Su llamada”. Lo dijo el Papa Francisco a miles de monaguillos reunidos en la Plaza San Pedro en ocasión de la peregrinación internacional “¡Aquí estoy, envíame!”.

Los jóvenes provienen de aproximadamente 20 países -entre los cuales están Austria, Alemania, Francia, Portugal, Suiza, Hungría, Serbia e Italia pero también de la India y de Filipinas- y son todos servidores del altar. Antes de recitar Vísperas presididos por el Pontífice llega el saludo del obispo de Zrenjanin que guía la peregrinación. El prelado regala al Papa el “pañuelo” de la organización “con el color de la paz”, y se lo hace entregar por un ministro ucraniano.

Francisco subraya al inicio de su discurso cómo “la cercanía y la familiaridad con Jesús Eucaristía al servir en el altar, se vuelve también ocasión para abrirse a los otros, para caminar juntos, para elegir metas desafiantes y encontrar las fuerzas para alcanzarlas”. Es fuente de auténtica alegría  “reconocerse pequeños y débiles pero saber que, con la ayuda de Jesús, podemos ser revestidos de fuerza y emprender en la vida un gran viaje en su compañía”.

También el profeta Isaías, explica el Papa, “descubre esta verdad, vale decir que Dios purifica sus intenciones, perdona sus pecados, sana su corazón y lo vuelve idóneo para desarrollar una tarea importante, la de llevar al pueblo la palabra de Dios, volviéndose instrumento de la presencia y misericordia divinas. Isaías descubre que, poniéndose con confianza en las manos del Señor, toda su existencia es transformada”.

Isaías, prosigue, “descubre con estupor que es Dios quien hace la primera movida, no se olviden de esto: es siempre Dios quien hace la primera movida. Es siempre Dios quien se acerca primero; él se da cuenta de que la acción divina no es impedida por sus imperfecciones, que únicamente la benevolencia divina lo vuelve idóneo para la misión, tranformándolo en una persona totalmente nueva y por lo tanto capaz de responder a su llamada y de decir: Aquí estoy, envíame” (Is 6,8).

A los miles de jóvenes en la plaza, Francisco les recuerda ser “más afortunados que Isaías. En la Eucaristía y en los otros sacramentos ustedes experimentan la cercanía íntima con Jesús, la dulzura y eficacia de Su presencia. No lo encuentran a Jesús puesto en un inalcanzable trono alto y elevado, sino en el pan y el vino eucarísticos, y Su Palabra no hace vibrar las jambas de las puertas sino las cuerdas del corazón. Como Isaías, también cada uno de ustedes descubre que Dios, aún haciéndose cercano en Jesús e inclinándose con amor hacia nosotros, permanece siempre inmensamente más grande y más allá de nuestra capacidad de comprender su íntima esencia. Como Isaías, también ustedes experimentan que la iniciativa es siempre de Dios, porque es Él quien los ha creado y querido. Es Él quien, en el bautismo, los ha vuelto criaturas nuevas y es siempre Él quien espera con paciencia la respuesta a Su iniciativa y quien ofrece su perdón a cualquier persona que se lo pida con humildad”.

Qué bello es, retoma, “¡descubrir que la fe nos hace salir de nosotros mismos, de nuestro aislamiento y, realmente porque estamos llenos de alegría por ser amigos de Cristo Nuestro Señor, nos hace movernos hacia los otros, volviéndonos naturalmente misioneros! Monaguillos y monaguillos misioneros. Así nos quiere Jesús”.

Ustedes queridos monaguillos, concluye, “más estarán en el altar, más se acordarán de dialogar con Jesús en la oración cotidiana,  más se alimentarán de la Palabra y del Cuerpo del Señor y más y en mayor grado estarán dispuestos a ir al prójimo llevándoles el don de aquello que habéis recibido, dando a su vez con entusiasmo la alegría que os ha sido donada”.

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