14/02/2020, 11.20
CHINA
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Sacerdote chino: El virus nos ha aislado y la gente tiene miedo

de Padre Pietro

Las autoridades controlan que nadie salga de casa. En los últimos días, solo salen de la aldea los que trabajan fuera. Las misas y actividades religiosas, canceladas hasta nueva orden de la Oficina de Asuntos Religiosos. El relato de cómo es la vida cotidiana  en un pueblo del centro de China, en la era del coronavirus.

Roma (AsiaNews) – Desde hace casi un mes, a causa de la epidemia de coronavirus, los chinos viven aislados en sus hogares: no pueden salir, ni visitar a sus vecinos o amigos, y tampoco pueden hablar con nadie en la calle. Cada dos días, solo una persona por familia puede salir para comprar los artículos de primera necesidad. En el pueblo se controla el ingreso y la salida. Son algunos detalles de cómo se vive en una aldea del centro de China, relatados a AsiaNews por el Padre Pedro, el párroco. Por orden de la Oficina de Asuntos Religiosos y por indicación de los obispos, la vida de las parroquias se ha detenido: no hay misas, ni siquiera los domingos, y tampoco encuentros o actividades. Las familias se reúnen en casa para leer la Biblia y rezar los heroicos doctores y enfermeros de Wuhan, y piden a Dios que salve a China y convierta a las personas. El Padre Pedro también habla sobre el miedo, que domina el corazón de la gente, obligada a ocultarse y a obedecer. Y el sacerdote hace un llamamiento: “Les pido rogar a Dios su misericordia, para que este desastre se termine lo antes posible, para que los chinos podamos volver a la normalidad y a nuestro trabajo”.   

 

El Nuevo Año chino del 2020 llegó de una forma totalmente inesperada. El tiempo parece haberse detenido desde que comenzó el año. Nuestra vida entera parece suspendida por la fuerza, con el desastre que eso significa para el trabajo y para los estudios.

Nos piden que permanezcamos en casa y que no salgamos a dar una vuelta. Nos piden que llevemos máscaras, que nos lavemos las manos con frecuencia y evitar participar en actividades grupales. Pero ya han pasado 20 días. La realidad es un poco distinta de lo que dice la TV, porque estamos cada vez más aislados, casi que completamente aislados. En particular, en los últimos días, nos han pedido salir de pueblo [en parte, para poder retomar el trabajo - ndr]. Han controlado la temperatura de todos, registrando el documento de identidad en cada caso. Si eres un empleado, debes mostrar el certificado de la empresa donde trabajas cada vez que entras o sales del pueblo; si no eres empleado, te obligan a permanecer en casa, no se te permite dar un paseo, no puedes conversar en la calle ni visitar a amigos o vecinos. Cada dos días, una sola persona por familia puede salir del pueblo para ir a comprar lo estrictamente necesario. 

Afortunadamente, los chinos acostumbran acopiar mucha comida y verduras cuando se acerca el Año Nuevo. De modo que cuando llegó el coronavirus, se pudo salir adelante con las provisiones que teníamos. Pero con el correr del tiempo, cada vez tenemos menos comida y verduras. Creo que en el futuro próximo, un montón de gente tendrá que salir del pueblo para comprar cosas.  Y esto implica que un gran número de personas se encontrará en los mercados o en los supermercados y tendrán contacto entre sí. Esto es lo que muchos temen, pero hay que hacerlo. La gente tiene miedo. No sabemos qué sucederá ni cuándo pasará este desastre. Y es por eso que cada día que pasa es vivido con un miedo difícil de explicar. También hay personas que no son conscientes del desastre. Y quizás viven como si no hubiese ningún problema, y esto aumenta las posibilidades de infección. 

Como es natural, todas las actividades de nuestra parroquia se han suspendido. Hemos cancelado la misa diaria y las demás actividades parroquiales. Pedimos a los fieles que cada domingo se reúnan en familia para leer la Biblia, y para rezar por el personal médico, especialmente por los de Wuhan, y por la conversión de las personas. No tenemos instrumentos profesionales para permitir que la gente pueda seguir la misa en directo por la TV, como hacen en Hong Kong o en Macao. He sabido que algunos sacerdotes usan su celular para transmitir la misa, cuando celebran. A mí me parece un poco extraño que los fieles tengan que asistir a la misa con sus celulares en la mano, recostados en un diván. Por mi parte, me parece más apropiado alentar a los fieles a leer la Biblia y a rezar juntos. Al fin y al cabo, el coronavirus pasará, ¡y el fin del mundo no está tan cerca! Si llegase el fin del mundo, es mejor leer la Biblia que participar en la misa desde el celular. 

Desde el día en que cancelamos las misas y hasta hoy, el Departamento de Religiones ha difundido documentos en los cuales se avisa que no podemos retomar la misa hasta nueva orden: tenemos que esperar el visto bueno de ellos. ¡Me parece tan extraño que todas nuestras actividades religiosas sean controladas por ellos hasta el detalle! Se haga o no la misa, siempre tenemos que seguir sus programas. 

Así es nuestra vida cotidiana. Algunas personas se sienten angustiadas: temen que ellas y sus familias se infecten con el virus; otras esperan, con la esperanza de que el desastre termine pronto; otras también están preocupadas, porque necesitan hallar un empleo y trabajar para mantener a sus familias. 

Les pido rogar la misericordia de Dios para que este desastre se termine lo más pronto posible, para que los chinos podamos volver a nuestra vida normal y a nuestro trabajo. 

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