07/03/2018, 09.42
CHINA
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Xi Jinping arrastra a China para retroceder a los tiempos de Mao Zedong

de Willy Wo-Lap Lam

Con la propuesta del Partido de eliminar el límite de dos mandatos para el cargo de presidente, Xi Jinping podría gobernar China hasta el año 2028, e incluso hasta el 2049, cuando él llegue a los 96 años de edad. La propuesta será votada en la Asamblea Popular Nacional, que se está desarrollando en Beijing. Xi ya ha eliminado a muchos interlocutores de facciones adversarias, no ha elegido ningún posible sucesor y ha emprendido el control del Partido sobre toda la sociedad y la economía. Pero el rol de “emperador vitalicio” es una fórmula que puede conducir a grandes desastres.  

Hong Kong (AsiaNews)- La política china se ha visto sometida a un sorprendente retroceso a raíz del brusco anuncio -dado a conocer por la agencia de noticias Xinhua el 25 de febrero pasado- según el cual una inminente modificación en la Constitución del Estado derogaría los límites al mandato para los cargos de Presidente y Vicepresidente. La dirigencia del Partido, según Xinhua, quiso quitar de la Constitución de la Nación “la expresión por la cual el Presidente y el Vicepresidente… ‘podrán desempeñarse en no más de dos mandatos consecutivos”(Xinhua, 25 de febrero). Esta enmienda a la Constitución, que parecería orientada a convertir al presidente Xi Jinping en líder vitalicio, significa que China podría regresar a los tiempos del presidente Mao, época en la cual el Gran Timonel, que no tenía plazos que cumplir en su mandato, gobernó a través del decreto.  Las intrigas políticas y las luchas partidarias internas pasaron a estar a la orden del día, mientras que el desarrollo socio-económico quedó paralizado (Radio Free Asia, 29 de diciembre, 2016).

Desde que Xi pasó a desempeñarse como Secretario General del Partido, en el XVIII Congreso del Partido celebrado en Noviembre de 2012, una de sus principales preocupaciones ha sido la acumulación de poder personal. Xi ha hecho caso omiso de las indicaciones que diera Deng Xiaoping, en el sentido de que ningún líder debía perseguir el culto de la personalidad, y de que China debía ser gobernada por una dirigencia colectiva, a saber, el Comité Permanente del Politburó. El éxito logrado por Xi en su implacable auto-exaltación se hizo patente en el XIX Congreso del Partido Comunista Chino celebrado en el pasado mes de octubre, en el cual la facción de Xi, conformada fundamentalmente por sus protegidos de Fujian y Zheijiang, fue promocionada y pasó a ocupar cargos altos del Partido, del gobierno y del ejército. Xi se convirtió en el “corazón del liderazgo del Partido” y en su zuigaotongshuai (comandante supremo), en tanto el “Pensamiento de Xi Jinping” fue incorporado a la Constitución del PCC como principio rector del partido y de la nación. También se prevé la consagración del “Pensamiento de Xi” en la Constitución del PCC, -según una versión enmendada- cuya aprobación debiera concretarse en la sesión plenaria de la Asamblea Nacional Popular de China (ANP), prevista para principios del mes de marzo (HK0I.com, 25 de octubre de 2017; Apple Daily [Hong Kong], 24 de octubre de 2017).

Entonces, ¿cuál es el significado de quitar los límites establecidos al mandato para el cargo de Presidente? En un editorial, la publicación conservadora Global Times resalta que la enmienda constitucional no necesariamente significa que “el presidente chino habrá de permanecer en el cargo de por vida”. Pero Global Times cita a ideólogos del Partido que mencionan que China necesita un “liderazgo estable, fuerte y consistente”, especialmente en el período que irá desde 2020 a 2035.  (Global Times, 26 de febrero). Según se comenta en People’s Daily Online, la tradición del sanweiyiti (tres posiciones desempeñadas por una misma persona) -en referencia a las tres posiciones ocupadas, a saber: Secretario General del Partido, Presidente del Estado y Presidente de la Comisión Militar Central (CMC), todas a cargo de la misma persona- ha resultado “beneficiosa para sostener y salvaguardar la autoridad de quienes se desempeñan en el gobierno central, a la vez que para concentrar un liderazgo unificado”. El medio que acostumbra ser vocero del Partido afirmó que la revisión de la Constitución facilitaría la continuidad de la tradición del sanweiyiti (People’s Daily Online, 26 de febrero).

 Dando por sentado que Xi seguirá gozando de buena salud, por ahora es casi seguro que él permanezca como presidente hasta el 2028, y posiblemente incluso hasta el 2033, cuando alcance los 80 años de edad. Asimismo, seguramente el hombre de 53 años nacido en Shaanxi, se mantendrá en sus dos cargos más poderosos –como Secretario General del PCC y como Presidente de la Comisión Militar Central- hasta el 2027, o posiblemente hasta el 2032. La Constitución del PCC no establece restricciones en cuanto a la edad o los términos del mandato en el caso del Secretario General ni del Comandante en jefe.  Un respetado historiador del Partido, Zhang Lifan, llegó al extremo de decir que “Xi Jinping podría mantener un rol decisivo [en el ejercicio de gobierno] incluso hasta el año 2049, cuando habrá de conmemorarse el centenario de la creación de la República Popular y él cumpla 96 años de edad” (Duowei News, 26 de febrero). Más allá de las inclinaciones megalómanas que aparente tener Xi, la señal más clara de que aspira a convertirse en el “Mao Zedong del siglo XXI” es su falta de interés en elegir un sucesor. De acuerdo a las reformas políticas iniciadas por Deng a principios de la década del ’80, el partido tiene la obligación de establecer un protocolo de sucesión institucionalizado y en el cual se evite el derramamiento de sangre. Más allá de ciertos sobresaltos que se han dado periódicamente, lo cierto es que el poder ha sido transferido de manera ordenada y pacífica, pasando de manos de Deng a Jiang Zemin, y de este último a Hu Jintao (Ming Pao [Hong Kong], 8 de noviembre de 2017).

 Si Xi apuntara a seguir la muy arraigada norma del partido de permanecer en el cargo de Secretario General y Presidente del Estado por tan solo dos mandatos, ya habría preparado a jóvenes talentos que puedan sucederlos a él y al premier Li Keqiang en sus funciones. Esto habría exigido dar curso a la iniciación de por lo menos uno o dos miembros de los denominados “Líderes de la Sexta Generación” (aquellos nacidos entre fines de la década del ‘50 y fines de los ‘60) y su incorporación al Comité Permanente del Politburó durante el XIX Congreso del Partido. Por el contrario, sólo unos pocos miembros de la Sexta Generación fueron nombrados en el Politburó. (ver China Brief, 13 de febrero). A fin de cuentas, si Xi está decidido a mantenerse en el poder hasta 2027/2028 o incluso hasta 2032/2033, no hay razones para que él elija sucesor con tanta anticipación.

 En consonancia con el impulso por incrementar sus poderes, Xi ha hecho todo lo posible para asegurarse de que el PCC controle de manera estricta todos los aspectos de la vida en China. La máquina de propaganda hace máximo hincapié en la cuasi-omnipotencia del partido y en su dominio absoluto sobre todos los sectores del sistema de gobierno. La Tercera sesión plenaria del XIX Comité Central, que acaba de concluirse, deliberó acerca de una cuestión clave: la “reforma de los sistemas del Partido y del Estado”. El comunicado que fue difundido tras la sesión plenaria afirma que la dirigencia espera que las reformas –cuyos detalles no fueron anunciados- garanticen que el Partido y las unidades del gobierno puedan tener “instituciones bien equipadas, normativas y paradigmas científicos y un funcionamiento altamente eficiente”. Sin embargo, al mismo tiempo, el Comunicado resaltaba que, en última instancia, el objetivo de la reforma del partido y de las instituciones del Estado era “mejorar y consolidar en el Partido la institución de un liderazgo abarcador… fortaleciéndolo en su desempeño en todos los sectores [de la política] y asegurando que la dirigencia del partido sea más fuerte y enérgica”  (People’s Daily, 28 de febrero; Phoenix Television [Beijing], 28 de febrero).

En efecto, un punto central en el cual habrá de enfocarse el inminente cambio constitucional es la incorporación de la siguiente cláusula en el artículo primero: “el liderazgo del Partido Comunista Chino es la característica más fundamental del socialismo con características chinas”. Teniendo en mente la tan sabida exhortación de los cuadros superiores del partido, que refiere que todos los miembros del Partido deben hacer todo lo que esté a su alcance para estar completamente al unísono, tanto en los pensamientos como en los actos, con el “corazón”, Xi Jinping”, apoyar al Partido significa, en esencia, profesar lealtad a Xi (Cable News Hong Kong, 28 de febrero; People’s Daily, 28 de octubre, 2017).

Puede deducirse que Xi y sus asesores estaban nerviosos ante la posibilidad de que su propuesta de convertirse en líder vitalicio tuviera una recepción negativa, si se observa que inmediatamente después del anuncio del 25 de febrero referido a la revisión de la Constitución, se activó una impresionante propaganda del PCC y un aparato de control acérrimo en el sector de las tecnologías de la información. Cualquier palabra de contenido sensible, incluyendo “emperador”, “coronación”, “Mao Zedong”, “permanencia de por vida en el cargo”, “dinastía”, “retroceso” e “inmigración” (haciendo referencia a los ciudadanos de China que quieren abandonar el país) fueron algorítmicamente eliminadas de las redes sociales y de las plataformas de chat.  Incluso se proscribió la frase “No estoy de acuerdo”. Otra palabra tabú fue Yuan Shikai, un general y caudillo militar feudal que intentó coronarse emperador luego de la Revolución de 1911 liderada por el Dr. Sun Yat-sen, que marcó el fin de la Dinastía Qing. (Voice of America, 27 de febrero; China Digital Times, 25 de febrero).

Sin embargo, a pesar de la censura en los medios, varios intelectuales liberales fueron lo suficientemente atrevidos como para expresar su oposición ante el aparente restablecimiento del gobierno dictatorial maoísta. Un ejemplo de ello es el llamamiento del célebre intelectual y ex editor de China Youth Daily,  Li Datong, quien se dirigió a los miembros de la Asamblea Nacional Popular (ANP) para pedirles que no aprobasen la enmienda constitucional.  Li resaltó que la decisión de Deng Xiaoping en cuanto a los términos de los mandatos -consagrados por la Constitución vigente- representaban un intento de obtener un aprendizaje de las amargas lecciones dejadas por la tiranía de Mao Zedong y el reinado de la personalidad. “La abolición de la puesta de un límite al mandato de los líderes de Estado se convertirá en el hazmerreír de los países civilizados de todo el mundo”, afirmó Li. “Este retroceso histórico trae consigo las semillas de una China que se precipita nuevamente en el caos” (Radio French International, 27 de febrero; BBC Chinese Service, 26 de febrero).

En el plano práctico, un buen número de analistas chinos y radicados en el exterior, han mencionado los peligros que conlleva la ausencia casi total de controles y equilibrios. En caso de Xi viera elevase su estatus hasta equipararlo con el del semidiós Mao, ni siquiera sus asistentes más leales se atreverían a desafiar sus decisiones (United Daily News [Taipéi], 26 de febrero; New York Times, Edición china, 25 de febrero). Según el disidente Hu Ping, actualmente exiliado en los EEUU y radicado en Nueva York, la ambición de Xi de convertirse en otro Mao Zedong y Stalin podría terminar con una situación en la cual el “líder vitalicio” cometiera un error tras otro. Hu resalta que en el contexto político actual de China, un líder supremo, por definición, defiende los lineamientos políticos y partidarios correctos –y es incapaz de cometer errores. “Para evitar ser expulsado de su cargo, un líder supremo jamás admitirá haber cometido errores… e incluso cometerá equivocaciones garrafales para así encubrir sus errores anteriores”, afirmó Li (Radio Free Asia, 26 de febrero).

La deslumbrante capacidad de Xi de llevar siempre la delantera, acompañada por su insistencia en el principio maoísta de que el partido debe ocuparse de todo, también puede acarrear serias consecuencias para la sociedad y la economía. Wu Qiang, un académico del ámbito de la política que se desempeñó anteriormente en la Tsinghua University, dijo que la propuesta del Partido para “reformar el partido y las instituciones de Estado” podría terminar expandiendo el poder del partido hasta dominar cada rincón de la sociedad.  “El Partido ejercerá su control sobre las empresas, sobre las organizaciones sociales, sobre las compañías extranjeras… e [incluso] todos aquellos sectores que solían estar sujetos a la economía de mercado”, declaró a los medios de Hong Kong. Wu afirmó que se hasta llegarán a montarse células del partido en las empresas chinas, al igual que en las organizaciones estudiantiles que funcionan en el extranjero para expresar “la gestión institucional que lleva adelante el Partido”  (Cable News Hong Kong, 1º de marzo).

Que Xi está resuelto a gobernar China a su manera –y a proscribir todas las voces de la oposición- quedó confirmado por una serie de cambios de personal efectuados en los últimos quince días. Se ha seguido promoviendo a miembros de la facción de Xi Jinping, que han pasado a ocupar los cargos más altos del aparato estatal en materia de seguridad. Los afiliados a la facción rival, la Liga de la Juventud Comunista, que anteriormente liderara el ex presidente Hu Jintao, han quedado aún más marginados. Y los colegas que sobresalen en su desempeño –la descendencia de los otrora ancianos miembros del partido- pero que no están plenamente de acuerdo con Xi, han sido sancionados. Tomemos como ejemplo al viceministro de Policía Pública, Wang Xiaohong, quien trabajó anteriormente junto a Xi cuando ambos servían al partido en Fuzhou, en la provincia de Fujian, en la década de los ’90.  Wang, que fue nombrado dos veces jefe de policía en la municipalidad de Beijing, a fines de febrero fue ascendido a la posición de Ministro de Seguridad del Estado, quedando bajo su responsabilidad el aparato de inteligencia del PRC. El Consejero de Estado Yang Jing, quien se desempeñó como Secretario General del Consejo de Estado y es miembro fiel de la facción de la Liga de la Juventud Comunista, fue degradado y pasó a tener un estatus ministerial ordinario debido a “infracciones disciplinarias” que no fueron detalladas. Y las compañías respaldadas por pequeños príncipes que aparentemente fracasaron en la tarea de convencer a Xi de que su lealtad hacia él, fueron sometidas a normas restrictivas. Por citar un ejemplo, la semana pasada, Anbang Insurance -que goza del respaldo de cuando menos dos de las familias más prominentes del partido- fue intervenida por la Comisión Reguladora de Aseguradoras de China (Apple Daily, 29 de febrero; Ta Kung Pao [Hong Kong], 25 de febrero).

De acuerdo con Zhang Lifan, es indiscutible que “el PCC está a la deriva, tomando el camino del dominio de los hombres, y que la autoridad del máximo líder se verá fortalecida”. A Zhang le preocupa que el partido y sus cuadros más elevados puedan ser víctimas de la corrupción “a falta de la supervisión de otras fuerzas políticas, de los medios y del público” (Ming Pao, 1º de marzo). En el Informe Político que expuso hace cuatro meses antes el 19no Congreso del Partido, Xi pidió al mundo que considerase la opción de adoptar elementos de la “sabiduría China y la agenda china”, los cuales, según afirmó, conducirían a “una nación socialista moderna grandiosa… próspera, fuerte, democrática, avanzada desde el punto de vista cultural, armoniosa y hermosa” (Xinhua, 27 de octubre, 2017). De todos modos, atentos a la codicia del poder del presidente y a su aparente determinación de restaurar las tan criticadas normas del Presidente Mao, hay quienes se preguntan si tan noble objetivo podrá ser alcanzado bajo la mirada vigilante del nuevo “emperador vitalicio” de China.   

 

(Por Gentileza de la Jamestown Foundation. Traducción del inglés a cargo de AsiaNews)

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