07/04/2024, 14.50
ECCLESIA EN ASIA
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'Él apareció en mi vida hace 7 años y en Pascua me trajo de vuelta a casa'

de Jonali Buragohain

Desde la India, el testimonio de una mujer que acaba de recibir el Bautismo junto con su esposo y su hijo: "Jesús entró en mi vida una noche oscura en África. Después me fue guiando durante años, me enseñó y me trajo de vuelta al redil cada vez que me había alejado. Su camino es el mejor."

 

En todo el mundo, la Pascua es el momento del bautismo de muchos nuevos cristianos. Un momento que es siempre el punto de llegada de un encuentro con Jesús que se produce a través de formas, rostros y tiempos muy diferentes. Desde la India, publicamos este relato de Jonali Buragohain, una mujer de 52 años que el domingo recibió el sacramento de la iniciación cristiana junto con su marido Ipshit Gohain y su hijo Jai, al final de un largo camino que comenzó de manera singular en África.

 

Hace siete años yo estaba viviendo una noche oscura del alma cuando el Señor Jesús me tendió la mano a mí, que en aquel momento era una mujer hindú practicante. Estaba hecha un ovillo en el piso debido al agotamiento mental, emocional y físico, porque no podía ver la luz al final del túnel, cuando la Luz entró en mi vida. Y desde entonces esa Luz me ha guiado a través de los altibajos de la vida.

Ocurrió una noche deprimente en Tanga, una pequeña y tranquila ciudad de Tanzania, en África Oriental, cuando los puntos más bajos y más altos de mi vida se fusionaron para crear una hermosa mezcla de pertenencia y anhelo. La Luz entró a través de las grietas de mi corazón y de mi alma, y por primera vez experimenté un sentimiento de pertenencia al único Dios y un profundo deseo de buscarlo más.

Aquel día el Señor Jesús me tocó, y ese encuentro revolucionó mi vida. Yo no sabía que mi vida nunca volvería a ser la misma. ¡Esa noche yo cambié! Y con el tiempo mi pequeña familia, formada por mi marido y mi hijo, también fue cambiando. Él entró en nuestro pequeño mundo, lo iluminó para que pudiéramos ver todas las imperfecciones, pequeñas o grandes, y nos guió para reparar esas cosas, para devolver la armonía a nuestra vida.

Me llamó "hija"

Volviendo a aquella noche, mientras estaba hecha un ovillo en el suelo y no veía ninguna esperanza, escuché una voz que me decía: "Hija, dame la mano y yo te levantaré". Fue extrañamente reconfortante. Esa misma noche soñé con tres hombres con largas y amplias túnicas blancas que caminaban por un sendero en el campo. Ese sueño se volvió recurrente y cada vez me quedaba una sensación nueva: quería verles la cara, porque en el sueño siempre los veía de espaldas.

El sueño de Emaús se hace realidad

Poco después dejamos Tanzania y fuimos a Etiopía, donde mi esposo encontró un nuevo trabajo. Mi marido, Ipshit, había viajado antes y alquiló una casa. Cuando entré a esa casa, vi una imagen enmarcada en la pared de la sala que me dejó asombrada. Me quedé mirándola.

La dueña de la casa, Majha, una señora etíope católica, me preguntó: “¿Por qué te has quedado mirando esa imagen? ¿Sabes quiénes son?". Se refería a los tres hombres con túnicas blancas y sueltas que caminaban en medio del campo. Eran los tres hombres que yo veía en sueños cuando estaba en Tanga. Majha continuó: "Es Jesús después de su resurrección, con sus dos discípulos, y se dirigen a Emaús".

Esa palabra se grabó lentamente en mi mente: Jesús. Él era el que me estaba tendiendo la mano. Saber eso me dio una sensación de paz: saber quién iba a salvarme, quién era mi salvador.

Pero todavía sentía un vacío. No sabía cómo llegar a Él. Cómo comunicarme con Él.

Llamado al rosario

Pocos días después me llamó Daisy, una amiga hindú de Nueva Delhi. "Jona, ¿puedes conseguirme un rosario de Etiopía? He oído que es muy poderoso. Puedes encontrarlo en las iglesias".

No sabía qué era un rosario. Entonces le pedí a mi esposo que fuera a una iglesia y me comprara uno. Compró dos. Uno para mí. Y también una vela cuadrada con la imagen de la Virgen. Mirando la vela y la Virgen, me dieron ganas de rezar. Busqué en Google cómo rezar con el rosario e imprimí las oraciones.

Encendí la vela, me arrodillé en el suelo y empecé a rezar. Cuando me vio rezar, nuestro hijo Jai (que entonces tenía 4 años) también se arrodilló a mi lado y tomó el otro rosario.

Aparece una Biblia

Uno de esos días la dueña de casa Majha vino a verme y me dijo: "¿Puedo darte un libro para leer? Siento un fuerte deseo de hacerlo".

“Por supuesto – respondí – me gusta mucho leer”.

El libro era "La cabaña" de William P. Young. Cuando empecé a leerlo, me sumergí en un mundo completamente diferente, un mundo donde comprendí con toda claridad lo que realmente significaba "Padre, Hijo y Espíritu Santo". De repente, todo me resultó clarísimo.

Casi al mismo tiempo, mientras vaciaba una de los bolsos de mi marido, encontré una pequeña Biblia de color azul. Le pregunté qué era eso. Él me contestó en forma vaga: "No me había dado cuenta de que todavía estaba allí. Hace unos años, un joven se me acercó en la calle, me entregó la Biblia, salió corriendo y desapareció".

Era el Nuevo Testamento. Empecé a leerlo y, gracias a los pocos conocimientos que tenía por el libro "La Cabaña", pude entender.

Cada palabra despertaba mi curiosidad. No podía parar. Empecé a tener sed de saber más. Todo lo que Jesús decía lo encontraba en mi vida. Por primera vez encontré sentido a mi sufrimiento y comencé a sentir vergüenza por todas las veces que me quejaba. “¿Qué es mi sufrimiento comparado con el de Jesús? Y sin embargo, me quejo”, pensaba.

Mamá está muriendo

Desde Assam, India, me llamaron para decirme que mi madre se estaba muriendo y que tenía que regresar inmediatamente si quería verla por última vez. Viajé con mi hijo. Mamá no nos reconoció. Se encontraba en estado semicomatoso, con alteración de la consciencia. Tenía cáncer en etapa cuatro. Se había extendido y los médicos le habían dado como máximo tres meses de vida.

Desde el primer día mi hijo y yo empezamos a rezar el rosario junto a ella. Noté que cuando orábamos, su rostro parecía sereno. Así que rezábamos el rosario a su lado todos los días y su rostro parecía cada vez más sereno. Hasta que un día abrió los ojos. Otro, pudo mover las extremidades. Poco a poco empezó a comer de nuevo y después incluso se sentó sola en la cama del hospital, nos reconoció y habló con nosotros.

Un día, cuando encendimos la vela y comenzamos a rezar el rosario, mamá inclinó lentamente la cabeza y juntó las manos en oración silenciosa. ¡Parecía tan tranquila!

El cáncer desapareció

Pasó un mes y la llevamos a hacer un Pet Scan, como habían aconsejado los médicos que la atendían. Esa misma tarde mi cuñada Amee y yo recibimos una llamada telefónica del jefe de Oncología. Su voz sonaba insólitamente excitada. "¡Vengan inmediatamente al hospital!".

Corrimos a su habitación. Tenía el informe en la mano y mirándonos fijamente, pronunció estas inolvidables palabras: "El cáncer se ha ido. Ha desaparecido. No sé qué pasó, ¡pero es un milagro!".

Yo lo sabía. Realmente era un milagro. El Señor Jesús curó a mi madre por intercesión de su Madre María.

Mi marido también ha cambiado

Fue sólo el primero de una serie de milagros que desde entonces han ocurrido en nuestra vida. Mi marido, que no era partidario de bautizar a nuestro hijo, hoy se ha convertido en el más ferviente seguidor de Jesús y llora ante la sola mención de su nombre. Él me dijo: "No te bautizarás sola. Jai (nuestro hijo) y yo también nos bautizaremos contigo".

Empacó todas las imágenes de dioses y diosas hindúes y se deshizo de ellas. Lee la Biblia todos los días y todavía llora. Recita el rosario todos los días con emoción: es el adorador más devoto del Señor en nuestra familia.

Recibimos el bautismo

Esta Pascua los tres fuimos bautizados en nuestra parroquia local, Nuestra Señora de Fátima, en Majiwada, Thane, Maharashtra, después de completar el catecumenado de un año en la Iglesia de San Juan Bautista. El día del bautismo mi marido no dejaba de llorar.

Sentí una paz profunda dentro de mí: siento que finalmente estoy en casa. En todos estos siete años desde mi primer encuentro con Él, Jesús me fue guiando, me fue enseñando y me ha devuelto a su redil cada vez que me alejaba. Él nunca permitió que me fuera.

Sí, se aseguró de no perder ni una sola de las ovejas que su Padre le había confiado. Me alejé muchas veces y, sin embargo, reconocía su voz cada vez que me llamaba por mi nombre. Así que volví una y otra vez. Y siempre me recibió con los brazos abiertos.

Fueron necesarios muchos años de luchas y de pruebas. Pero estoy feliz de haber entrado por la puerta estrecha. Él me estuvo preparando todo este tiempo. Y cuando Él consideró que yo estaba preparada, también lo estaba Él. Todo sucedió en sus tiempos, no en el mío. Su camino es el mejor. ¡Alabado sea el Señor!

(Con la colaboración de ​​Nirmala Carvalho)

 

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