29/06/2022, 15.24
VATICANO
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Abandonemos las polémicas sobre la liturgia y volvamos a empezar desde la belleza

"Desiderio desideravi" es la nueva carta apostólica de Francisco sobre la formación litúrgica del pueblo de Dios. El texto invita a tener cuidado de un esteticismo ritual que solo se complace en el cuidado de la forma exterior del rito así como de una chata banalidad y una ignorante superficialidad. El desafío que se nos plantea a todos es hacer que los símbolos vuelvan a hablar realmente al hombre de hoy, cultivando el arte de celebrar a partir del silencio.

 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- Una carta apostólica dirigida al pueblo de Dios, para “invitar a toda la Iglesia a redescubrir, conservar y vivir la verdad y la fuerza de la celebración cristiana”. Así presenta el Papa Francisco el nuevo documento sobre la formación litúrgica del pueblo de Dios "Desiderio desideravi" ("Deseo intensamente" Lc 22,15 ed) que se publicó hoy en la solemnidad de los Santos Pedro y Pablo. Se trata de una meditación del Papa sobre el arte de celebrar en la Iglesia, que quiere ser una invitación a ir más allá de la polémica sobre las formas para llegar al corazón de la Eucaristía, que es el encuentro con Jesús. Porque "no nos sirve un vago recuerdo de la Última Cena: nosotros necesitamos estar presentes en esa Cena”.

La carta apostólica "Desiderio desideravi" reelabora en 65 párrafos las reflexiones surgidas en la reunión plenaria del dicasterio del Culto Divino en febrero de 2019 y sigue el motu proprio "Traditionis custodes" con el cual el Papa Francisco reguló estrictamente en julio de 2021 el uso del rito anterior a la Reforma litúrgica de 1970, posterior al Concilio Vaticano II. “Quisiera que la belleza de la celebración cristiana y de sus necesarias consecuencias en la vida de la Iglesia - escribe el pontífice - no se vieran desfiguradas por una comprensión superficial y reductiva de su valor o, peor aún, por su instrumentalización al servicio de alguna visión ideológica, sea cual sea".

“El redescubrimiento continuo de la belleza de la Liturgia -prosigue- no es la búsqueda de un esteticismo ritual, que se complace sólo en el cuidado de la formalidad exterior de un rito, o se satisface con una escrupulosa observancia de las rúbricas”. Esto no quiere decir que pueda aceptarse la actitud contraria "que confunde lo sencillo con una dejadez banal, lo esencial con la superficialidad ignorante, lo concreto de la acción ritual con un funcionalismo práctico exagerado". "Hay que cuidar todos los aspectos de la celebración -continúa el Papa- (espacio, tiempo, gestos, palabras, objetos, vestiduras, canto, música, ...) y observar todas las rúbricas: esta atención sería suficiente para no robar a la asamblea lo que le corresponde, es decir, el misterio pascual celebrado en el modo ritual que la Iglesia establece. Pero, incluso, si la calidad y la norma de la acción celebrativa estuvieran garantizadas, esto no sería suficiente para que nuestra participación fuera plena”.

Francisco enseña que vivir la belleza de la liturgia significa sobre todo dejarse guiar por el asombro ante el "misterio pascual". Que es mucho más que un vago "sentido de misterio" que a veces los detractores de la reforma litúrgica -recordó el pontífice- acusan de haber eliminado de la celebración. “El asombro del que hablo -explica- no es una especie de desorientación ante una realidad oscura o un rito enigmático, sino que es, por el contrario, admiración ante el hecho de que el plan salvífico de Dios nos haya sido revelado en la Pascua de Jesús".

En la carta apostólica, el Papa vuelve a recordar la profunda unidad entre las 4 grandes Constituciones del Concilio Vaticano II. “Sería banal - afirma - leer las tensiones, desgraciadamente presentes en torno a la celebración, como una simple divergencia entre diferentes sensibilidades sobre una forma ritual. La problemática es, ante todo, eclesiológica. No veo cómo se puede decir que se reconoce la validez del Concilio y no aceptar la reforma litúrgica nacida de la Sacrosanctum Concilium, que expresa la realidad de la Liturgia en íntima conexión con la visión de la Iglesia descrita admirablemente por la Lumen Gentium.”.

Más allá de las polémicas, explica Francisco, en este momento el verdadero desafío de la liturgia es el que ya señaló el teólogo Romano Guardini: hacer que el hombre vuelva a ser capaz de símbolos. “Esta tarea concierne a todos, ministros ordenados y fieles -comenta-. Y no es fácil, porque el hombre moderno es analfabeto, ya no sabe leer los símbolos, apenas conoce de su existencia". "La pregunta que nos hacemos es, por tanto, ¿cómo volver a ser capaces de símbolos? ¿Cómo volver a saber leerlos para vivirlos?”. Para responder, explica el pontífice, el mejor ejemplo es fijarse en cómo nosotros mismos fuimos iniciados por nuestros padres, abuelos o algunos sacerdotes en hacer la señal de la cruz y otros gestos litúrgicos: "No hace falta hablar demasiado, no hace falta haber entendido todo sobre ese gesto: solo hace falta ser pequeño, tanto al entregarlo, como al recibirlo. El resto es obra del Espíritu”.

Igualmente importante es cuidar el arte de celebrar, que no es sólo tarea del sacerdote sino de toda la comunidad que participa de la Eucaristía y por tanto debe estar adecuadamente formada. “No puede reducirse a la mera observancia de un aparato de rúbricas -advierte- ni tampoco puede pensarse en una fantasiosa – a veces salvaje – creatividad sin reglas. El rito es en sí mismo una norma, y la norma nunca es un fin en sí misma, sino que siempre está al servicio de la realidad superior que quiere custodiar”. “Uno no aprende el arte de celebrar porque asista a un curso de oratoria o de técnicas de comunicación persuasiva”; tampoco se trata de "tener que seguir un protocolo litúrgico: se trata más bien de una “disciplina” – en el sentido utilizado por Guardini – que, si se observa con autenticidad, nos forma: son gestos y palabras que ponen orden en nuestro mundo interior, haciéndonos experimentar sentimientos, actitudes, comportamientos". Y en esta disciplina es de fundamental importancia una educación en el silencio -recuerda Francisco- "que suscita la escucha de la Palabra y la oración; dispone a la adoración del Cuerpo y la Sangre de Cristo".

El Papa señala luego al sacerdote que debe presidir la liturgia algunas tentaciones de las que debe cuidarse: “La rigidez austera o creatividad exagerada; misticismo espiritualizador o funcionalismo práctico; prisa precipitada o lentitud acentuada; descuido desaliñado o refinamiento excesivo; afabilidad sobreabundante o impasibilidad hierática. A pesar de la amplitud de este abanico, creo que la inadecuación de estos modelos tiene una raíz común: un exagerado personalismo en el estilo celebrativo que, en ocasiones, expresa una mal disimulada manía de protagonismo”. En este sentido, el pontífice pide una atención particular también en lo que respecta a la formación y la vida litúrgica en los seminarios, con una "configuración litúrgico-sapiencial de la formación teológica".

La carta concluye con una invitación: “Abandonemos las polémicas para escuchar juntos lo que el Espíritu dice a la Iglesia, mantengamos la comunión, sigamos asombrándonos por la belleza de la Liturgia. Se nos ha dado la Pascua, conservemos el deseo continuo que el Señor sigue teniendo de poder comerla con nosotros. Bajo la mirada de María, Madre de la Iglesia”.

 

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