23/12/2020, 15.23
ARGENTINA-CHINA
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Buenos Aires, Navidad en casa para los católicos chinos: sueñan con volver a rezar juntos

de Silvina Premat

Por las medidas contra el coronavirus, los fieles no podrán reunirse en la iglesia Regina Martyrum, donde vivió el Papa Francisco durante un tiempo. Antes del confinamiento, 500 personas participaban en las misas del domingo. El valor que se le da a la confesión y al arrepentimiento. Rezan juntos e imaginan que están en China.

 

Buenos Aires (AsiaNews). Para los chinos católicos residentes en Buenos Aires esta Navidad no será igual a la que vienen celebrando desde hace casi medio siglo. Como en tantos lugares del mundo, para prevenir contagios de Covid-19, la vivirán desde sus hogares en modalidad virtual. Sin pandemia hubiesen llenado la iglesia jesuita Regina Martyrum, en pleno barrio comercial porteño, donde la mayoría de ellos vive y tiene sus pequeños supermercados.

Semanalmente participaban de una misa en chino un promedio de un centenar, pero los días festivos llegaban a ser más de quinientos. Invitaban a compatriotas suyos que viven en ciudades cercanas a la capital argentina como La Plata, José C Paz y Pilar. “Este año, con el aislamiento social obligatorio, no pudimos reunirnos y seguimos las misas por la web o zoom. Nosotros estamos todos trabajando, la mayoría tenemos negocios; querríamos ir a la iglesia, pero hay mucho miedo de contagio. Encima, yo soy cantante y no puedo usar el barbijo”, cuenta a AsiaNews Meihua Weng, quien llegó a la Argentina, desde Fujian, en 1995.

Los vínculos entre ellos son estrechos así como es familiar la relación con los sacerdotes jesuitas de Regina Martyrum, que tomaron la posta iniciada en los años 70 por el padre Jorge Cullen, cura obrero que misionó en China. Cullen comenzó acompañando a un pequeño grupo de familias chinas y al que celebró misa. La tradición se trasmitió por generaciones en esa iglesia en la que por un tiempo vivió Jorge Mario Bergoglio, a quien conocieron algunos de los que hoy pertenecen a la comunidad china.

A Cullen le siguieron en ese servicio espiritual los padres Diego Fares, Ricardo Fiat y, desde hace dos años, Leonardo Nardín.

“Tienen un equipo de liturgia que prepara las guías, distribuye misales y cancioneros en los bancos, tocan el teclado y cantan muy lindo”, dijo Nardín a AsiaNews.A diferencia de Fiat, que como Cullen había aprendido chino, Nardín sólo pronuncia la fonética adecuada, por lo que la parte ritual de la misa la da en chino y la homilía en español. Susana Wang, una laica consagrada y alma mater de la comunidad china católica argentina, traduce los sermones. Supermercadista también ella, Wang combina su trabajo con la organización de las celebraciones, que incluyen los sacramentos de matrimonio y bautismo que le solicitan sus amigos y conocidos y que preside Nardín.

“Son muy piadosos”, dijo Nardín y contó que muchos buscan confesarse con frecuencia y se preparan previamente para ello. “Algunos vienen con papelitos y siempre se confiesan arrodillados aún si no hay reclinatorios. Para ellos la confesión es muy importante”, destacó. Y confesó él que apela al arrepentimiento y a la efusión del Espíritu en el momento impartir el sacramento de la Reconciliación.

Muchos adultos saben muy poco de español y Nardín entiende unas pocas palabras de chino. “Tengo laconvicción de que Dios habla al corazón de la persona por lo que uno no puede decir con palabras. Ocurre algo muy lindo en esos momentos”, compartió el sacerdote. Y agregó que en términos personales este servicio es una experiencia de consolación y ternura. Indicó que tanto hombres como mujeres mantienen un régimen de trabajo muy pesado, y por eso buscan hacer las celebraciones en horarios atípicos para la Argentina como las 16 o a las 23.30; que algunos los matrimonios jóvenes se desprenden dolorosamente de sus hijos enviándolos desde los 3 o 4 años de edad a estudiar a China y que en sus comercios reciben visitas de control de la autoridad política con mucha frecuencia, tanto que algunos hablan de acoso.

Anhelan poder volver a reunirse y rezar juntos en su idioma. Así, como dijo una de las feligresas, “si cierro los ojos, pienso que estoy de nuevo en China”.

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