Dilexi te: los pobres en el centro de la Iglesia en la primera exhortación apostólica de León XIV
La exhortación, firmada el 4 de octubre y publicada hoy, retoma un trabajo que comenzó el Papa Francisco. En 5 capítulos y 121 puntos aborda los múltiples "rostros" de la pobreza —material, moral y espiritual— y propone un "cambio de mentalidad". Cuando la Iglesia se inclina hacia las personas pobres "asume su postura más elevada". Habla sobre el ejemplo de la Madre Teresa y "su ternura por los moribundos en las calles de la India, que era oración".
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - “Los pobres están en el centro de la Iglesia” (111). Esta verdad es la idea fundamental de la primera exhortación apostólica “sobre el amor hacia los pobres” del papa León XIV, Dilexi te, que fue firmada el 4 de octubre, memoria de san Francisco de Asís, y se publica hoy. El documento retoma un trabajo que había comenzado su predecesor, el Papa Bergoglio, en los últimos meses de su vida, y ya desde el título remite a la última encíclica del Papa Francisco, Dilexit nos, que se publicó hace un año. Consta de 5 capítulos y 121 puntos y retoma el magisterio de la Iglesia en relación con las personas pobres, ya valorizado por los pontífices del siglo pasado, que culmina con el deseo de “una Iglesia pobre y para los pobres”, sello distintivo del pontificado del papa argentino.
El título proviene de un versículo del libro del Apocalipsis: “Yo te he amado” (Ap 3,9). Estas palabras están dirigidas por el Señor a una comunidad cristiana “expuesta a la violencia y al desprecio”. En la introducción, León XIV recuerda que con Dilexit Nos “hemos admirado el modo en que Jesús se identifica ‘con los más pequeños de la sociedad’”, y marcando la continuidad con el Papa Francisco, dice que se “alegra” de haber “recibido como herencia” este proyecto, al que ha añadido “algunas reflexiones”. Un documento “sobre el cuidado de la Iglesia por los pobres y con los pobres”, explica, imaginando que Cristo se dirigiera a cada persona afectada por la pobreza —en sus muchos “rostros”—: “no tienes poder ni fuerza, pero «yo te he amado» (Ap 3,9)”.
Dilexi te pone de relieve que “existen numerosos rostros de los pobres y de la pobreza”, que es un “fenómeno variado”. Pobre es quien “no tiene medios de sustento material”, quien está “marginado socialmente y no tiene instrumentos para dar voz a su dignidad y a sus capacidades”. Pero también el que sufre una pobreza moral, espiritual y cultural, el que “se encuentra en una condición de debilidad o fragilidad personal o social”, o el que “no tiene derechos, ni espacio, ni libertad”. “En el rostro herido de los pobres encontramos impreso el sufrimiento de los inocentes y, por tanto, el mismo sufrimiento de Cristo” (9), afirma León XIV. Y además, “el contacto con quien no tiene poder ni grandeza es un modo fundamental de encuentro con el Señor de la historia. En los pobres Él sigue teniendo algo que decirnos” (5). La pobreza debería ser comprendida sin dejarse influir por “ideologías mundanas” y por una “falsa visión de la meritocracia”.
Frente a la extensión del fenómeno de la pobreza, el compromiso de trabajar por su extinción en el mundo “sigue siendo insuficiente”, dice el pontífice. Y denuncia las sociedades que “privilegian algunos criterios de orientación de la existencia y de la política marcados por numerosas desigualdades”, que incluso dan vida a “nuevas” pobrezas, “más sutiles y peligrosas”. Sin embargo, no faltan los ejemplos positivos: León XIV destaca el compromiso de las Naciones Unidas, que han “puesto la erradicación de la pobreza como uno de los objetivos del Milenio” (10). No obstante, sigue siendo muy difundida la “falta de equidad”, la “cultura del descarte” y la “dictadura de una economía que mata”. “De hecho, los derechos humanos no son iguales para todos” (94).
La nueva exhortación apostólica propone un “cambio de mentalidad” que se debería abrazar urgentemente: “La dignidad de cada persona humana debe ser respetada ahora, no mañana” (92). Con respecto al tema de las migraciones, ampliamente desarrollado, Prevost recuerda los cuatro verbos del Papa Francisco sobre la misión de la Iglesia hacia las personas migrantes y refugiadas: “Acoger, proteger, promover e integrar” (75). Acciones que "expresan la misión de la Iglesia en relación con todos los habitantes de las periferias existenciales”. Y añade: “Servir a los pobres no es un gesto de arriba hacia abajo, sino un encuentro entre iguales […]. Por lo tanto, cuando la Iglesia se inclina hasta el suelo para cuidar de los pobres, asume su postura más elevada” (79).
En Dilexi te se plantean diversos temas de suma actualidad, que se entrecruzan con la frágil condición de las personas que viven en la pobreza. Uno de ellos es la violencia contra las mujeres, que son “doblemente pobres” porque sufren “exclusión, maltrato y violencia” (12), fenómenos estructurales y comunes a diversas sociedades y culturas, en todas las latitudes. Y también la “malnutrición”, por la cual “cada día mueren miles de personas” (12). Se subraya igualmente la importancia del derecho a la educación, “exigencia básica para el reconocimiento de la dignidad humana” (72). En este sentido recuerda a san José de Calasanz, que dio vida a la primera escuela popular gratuita de Europa. Con respecto a la limosna, gesto a menudo “despreciado”, el Papa invita a “practicarla […] para tocar la carne sufriente de los pobres” (119).
El pontífice constata que en las comunidades cristianas reina una difundida “indiferencia” hacia las personas marginadas —actitud que puede llevar incluso a la “disolución” de esas comunidades— y señala el ejemplo de hombres, mujeres y órdenes religiosas que en la “historia bimilenaria” (103) han encarnado la “Iglesia pobre”. Uno de ellos es santa Teresa de Calcuta, “icono universal de la caridad vivida hasta el extremo en favor de los más indigentes, descartados por la sociedad” (77). Dedicó su vida a los moribundos “en las calles de la India”. “Recogía a los rechazados, lavaba sus heridas y los acompañaba hasta el momento de la muerte con una ternura que era oración”, señala el Papa. Una existencia magistral y atormentada, fruto de una “profunda espiritualidad que veía el servicio a los más pobres como fruto de la oración y del amor”.
Por último, en el capítulo titulado “Un desafío permanente” al final de la exhortación, León XIV explica que "el cristiano no puede considerar a los pobres sólo como un problema social; estos son una 'cuestión familiar', son 'de los nuestros'” (104). Aunque la “cultura dominante de los inicios de este milenio instiga a abandonar a los pobres a su propio destino, a no juzgarlos dignos de atención y mucho menos de aprecio” (105). Por eso “somos analfabetos en acompañar, cuidar y sostener a los más frágiles y débiles de nuestras sociedades desarrolladas. Nos acostumbramos a mirar para el costado, a pasar de lado”, añade. En resumen, mirar las pobrezas de nuestro tiempo “reconduce a lo esencial de nuestra fe” (110). Para la Iglesia, la “opción preferencial” —como afirmaba san Juan Pablo II— “«es determinante y pertenece a su constante tradición”.
17/12/2016 13:14
01/09/2021 15:28
29/08/2020 11:22