14/09/2022, 12.45
KAZAJISTÁN - VATICANO
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El Papa, a los líderes religiosos: que lo sagrado no sea apoyo del poder

Las palabras de Francisco a los líderes de todas las confesiones procedentes de 50 países, reunidos en Nursultán: "Las religiones no son un problema, sino parte de la solución de las crisis, que tienen raíces espirituales. No justifiquemos nunca la violencia". El mundo vulnerable que ha dejado la pandemia, la paz, la acogida fraterna de los migrantes, la custodia de la creación, son los desafíos que comparten las personas de fe hoy.

Nursultán (AsiaNews) – “¡Que lo sagrado no sea apoyo del poder y el poder no se apoye en la sacralidad!”. Para que las religiones, más allá de los prejuicios inculcados en estas mismas tierras por décadas de ateísmo estatal, vuelvan a ser reconocidas como "condición esencial para un desarrollo verdaderamente humano e integral”. Este es el mensaje que el Papa Francisco quiso transmitir esta mañana desde Nursultán, al dirigirse a los líderes religiosos que participan con él en la conferencia interreligiosa que el gobierno de Kazajistán organiza desde hace ya 20 años. El pontífice habló ante una audiencia de más de 100 delegaciones de 50 países: En torno a la misma mesa se sentaron personalidades como el Metropolitano Anthonij -el "ministro de Asuntos Exteriores" de la Iglesia Ortodoxa Rusa-, el Gran Mufti ruso Ravil Gaynutdin, el Gran Imán de Al-Azhar Ahmed El-Tayeb el patriarca greco-ortodoxo de Jerusalén Teófilo III, los dos rabinos principales de Israel, el rabino asquenazí David Lau y el sefardí Yitzhak Yosef, representantes del hinduismo, el sintoísmo y el zoroastrismo.

El tema central del discurso del Papa fue, precisamente, el papel de las religiones en la sociedad. En su intervención en la sesión inaugural del encuentro en el Palacio de la Independencia, en Nursultán, Francisco citó varias veces los versos del poeta nacional kazajo Abai (1845-1904): «¿Cuál es la belleza de la vida, si no se va en profundidad?». “Ha llegado la hora de despertarse de ese fundamentalismo que contamina y corroe todo credo”, dijo Francisco, “la hora de hacer que el corazón se vuelva transparente y compasivo”. Pero también es tiempo de superar las “sospechas” y el “desprecio respecto a la religión, como si fuera un factor de desestabilización de la sociedad moderna”.

“En este lugar”, recuerda, “es bien conocida la herencia del ateísmo de Estado, impuesto por decenios”. “En realidad, las religiones no son un problema, sino parte de la solución para una convivencia más armoniosa. La búsqueda de la trascendencia y el valor sagrado de la fraternidad pueden, en efecto, inspirar e iluminar las decisiones a tomar en el contexto de las crisis geopolíticas, sociales, económicas y ecológicas —pero, en la raíz, espirituales— que atraviesan muchas instituciones en la actualidad, también las democracias, poniendo en peligro la seguridad y la concordia entre los pueblos".

La libertad religiosa, como “derecho fundamental, primario e inalienable” no debe limitarse a la libertad de culto, ya que “relegar a la esfera de lo privado el credo más importante de la vida privaría a la sociedad de una riqueza inmensa”. Precisamente por esto, para el Papa Francisco las religiones hoy son llamadas a hacer frente a cuatro grandes desafíos globales. El primero es la herencia que nos ha dejado la pandemia: “Nos corresponde a nosotros, que creemos en la Divinidad, ayudar a los hermanos y las hermanas de nuestra época a no olvidar la vulnerabilidad que nos caracteriza, a no caer en falsas presunciones de omnipotencia suscitadas por los progresos técnicos y económicos, que en sí mismos no bastan; a no dejarse enredar por los lazos del beneficio y la ganancia, como si fueran los remedios a todos los males; a no secundar un desarrollo insostenible que no respete los límites impuestos por la creación; a no dejarse anestesiar por el consumismo que aturde, porque los bienes son para el hombre y no el hombre para los bienes”. Y el camino es el cuidado de la humanidad en todas sus dimensiones, y empieza por escuchar a los que son más débiles: “los pobres, a los necesitados que más han sufrido la pandemia” , “¡cuántos, todavía hoy, no tienen fácil acceso a las vacunas!”, remarca el Papa. Porque “el mayor factor de riesgo de nuestro tiempo sigue siendo la pobreza”. “Mientras sigan haciendo estragos la desigualdad y las injusticias, no cesarán virus peores que el Covid: los del odio, la violencia y el terrorismo”.

Junto a esto está la cuestión de la paz: el Papa recordó cuántas veces en los últimos años los líderes religiosos se han reunido para hablar de este tema: “Sin embargo, vemos que nuestros días están aún marcados por el flagelo de la guerra, por un clima de discusiones exasperadas, por la incapacidad de dar un paso atrás y tender la mano al otro”. Por ello, Francisco invitó a los hombres de fe, en primer lugar, a “purificarse de la presunción de sentirnos justos y de no tener nada que aprender de los demás; liberémonos de esas concepciones reductivas y ruinosas que ofenden el nombre de Dios por medio de la rigidez, los extremismos y los fundamentalismos, y lo profanan mediante el odio, el fanatismo y el terrorismo, desfigurando también la imagen del hombre. No justifiquemos nunca la violencia. No permitamos que lo sagrado sea instrumentalizado por lo que es profano. Dios es paz y conduce siempre a la paz, nunca a la guerra”. Y señaló que “los únicos medios bendecidos por el cielo y dignos del hombre” para resolver los conflictos son: “el encuentro, el diálogo, las tratativas pacientes, que se llevan adelante pensando especialmente en los niños y en las jóvenes generaciones”.

Otro desafío es el de la acogida fraterna. “Cada día, bebés por nacer y niños, migrantes y ancianos son descartados”, observó el Papa. “Y, sin embargo, todo ser humano es sagrado”, y “es sobre todo tarea nuestra, de las religiones, recordarlo al mundo”. Hoy presenciamos un gran éxodo alimentado por “las guerras, la pobreza, los cambios climáticos, en la búsqueda de un bienestar que el mundo globalizado permite conocer, pero al que a menudo es difícil acceder”. “No es un dato de crónica, es un hecho histórico que requiere soluciones compartidas y amplitud de miras. Ciertamente, defender las propias seguridades adquiridas y cerrar las puertas por miedo viene de manera instintiva; es más fácil sospechar del extranjero, acusarlo y condenarlo antes que conocerlo y entenderlo. Pero es nuestro deber recordar que el Creador, que vela los pasos de toda criatura, nos exhorta a tener una mirada semejante a la suya, una mirada que reconozca el rostro del hermano”. Son muchos los proverbios que testimonian el culto de la hospitalidad entre los pueblos de la estepa, que lleva dentro de sí la compasión: “Depende de nosotros enseñar a llorar por los demás, porque sólo seremos verdaderamente humanos si percibimos como nuestras las fatigas de la humanidad”, agregó.

Finalmente, el último desafío es el cuidado de la casa común: “El Altísimo ha dispuesto con cuidado amoroso una casa común para la vida. Y nosotros, que nos profesamos suyos, ¿cómo podemos permitir que se contamine, se maltrate y se destruya?”. “No es el último desafío por importancia”, advirtió el pontífice. “La mentalidad de la explotación, que devasta la casa que habitamos”, “lleva a eclipsar esa visión respetuosa y religiosa del mundo querida por el Creador. Por eso es imprescindible favorecer y promover el cuidado de la vida en todas sus formas”. 

“Queridos hermanos y hermanas”, concluyó Francisco, dirigiéndose a los líderes presentes, “sigamos adelante juntos, para que el camino de las religiones sea cada vez más amistoso”. “El Altísimo nos libre de las sombras de la sospecha y de la falsedad, que nos conceda cultivar amistades luminosas y fraternas, por medio del diálogo asiduo y la franca sinceridad de las intenciones”.

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