El Papa León y Rusia
Prevost nunca ha tenido relación directa con Moscú, pero el nombre que ha elegido evoca vínculos muy importantes para la historia de las relaciones entre Oriente y Occidente en la Iglesia antigua y moderna. Desde León Magno hasta León XIII, el Papa de la Rerum Novarum, que entre sus fuentes de inspiración tuvo también al gran autor ruso Vladimir Soloviev.
El cardenal Robert Francis Prevost, nacido en Chicago en 1955, se ha convertido en el nuevo Papa León XIV, atrayendo la atención del mundo entero y eclipsando las celebraciones de la Victoria en la Plaza Roja de Moscú, en el 80 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial. Su elección sorprendió al mundo entero, porque no se encontraba entre los principales candidatos del Sacro Colegio de cardenales y porque eligió un nombre que no se usaba desde hacía más de un siglo, a pesar de ser uno de los títulos papales más gloriosos de la historia.
El Papa León XIV nunca ha tenido relación directa con Rusia, porque pasó muchos años de su misión sacerdotal y episcopal en Perú y en Estados Unidos antes de llegar al Vaticano como prefecto del Dicasterio para los Obispos, una de las estructuras más importantes y delicadas de la Santa Sede. Sin embargo, el nombre que ha elegido evoca vínculos muy importantes para la historia de las relaciones entre Oriente y Occidente en la Iglesia antigua y moderna, y no es casualidad que tantos Papas hayan elegido este título, recordando al gran León Magno, que a mediados del siglo V supo frenar la invasión de los bárbaros en el Imperio Romano de Occidente, profeta de la paz que aún hoy se espera en los territorios de Europa y en el mundo.
La referencia al primer Papa León, gran protagonista de la historia de la Iglesia en tiempos muy turbulentos, es sin duda una primera indicación del pontificado del nuevo Papa Prevost, en el intento de reconciliar a los pueblos de diferentes latitudes como ocurrió al final del mundo antiguo, justo antes del comienzo de la Edad Media. León Magno escribía a todos los grandes de su tiempo para encontrar caminos de paz no solo en los conflictos armados y en los choques de civilizaciones, sino también en las disputas eclesiásticas sobre las formulaciones de la fe, sobre todo en su Tomus ad Flavianum, la carta al patriarca de Constantinopla que había excomulgado a los herejes monofisitas que no creían en la naturaleza humana de Jesucristo. El texto papal logró encontrar la justa mediación entre las teorías dogmáticas contrapuestas - en las que también estaba involucrado el emperador Teodosio II - hasta determinar las conclusiones del Concilio de Calcedonia del 451, el que impuso el término “ortodoxia” para quien aceptara las definiciones de la fe sobre la unión de la naturaleza humana y divina de Cristo. Entonces se aprobó definitivamente el Símbolo de la Fe en el texto Niceno-Constantinopolitano, que profesan tanto los católicos como los ortodoxos (más allá de la cuestión bizantina del Filioque) y que une las variantes de la teología cristiana de Alejandría y de Antioquía, las antiguas polarizaciones del Occidente helenístico (que luego se convirtió en el Oriente ortodoxo) y del Oriente siríaco, que después se desarrolló principalmente en el Occidente latino.
León XIV también quiere reconciliar las diferentes almas del cristianismo antiguo y moderno, en el que las latitudes se intercambian y las influencias se entrelazan en la confesión de la única fe. Todos los “Papas León” de la historia han tenido ese objetivo en su misión, como León II que confirmó la fe católica y ortodoxa del III Concilio de Constantinopla del 680; León III que coronó a Carlomagno como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico; León IV que fortificó Roma construyendo las Murallas Leoninas para defenderse de los sarracenos; León IX que trató de unir Roma y Bizancio, que en 1054 se dividieron en ortodoxos y católicos, pocos días después de su muerte. Uno de los Papas más famosos fue León X, Giovanni de Lorenzo de’ Medici, recordado por su mecenazgo de las artes y las controversias con Martín Lutero, hasta León XIII, el último de la historia papal con este nombre, confinado en el Vaticano tras la toma de Roma en 1870, conocido por su encíclica Rerum Novarum que abordaba la cuestión social y los derechos de los trabajadores, uno de los Papas con el pontificado más largo (1878-1903), como podría ser el de su sucesor y homónimo americano, el más “joven” desde los tiempos de Juan Pablo II.
A lo primero que hace referencia el nombre papal, por lo tanto, es al concepto mismo de “ortodoxia”, que se remonta a los tiempos en que la verdadera fe estaba asociada a la universalidad de la Iglesia “católica”. Según las doctrinas de los primeros concilios, en los que León Magno fue el único Papa que tuvo una influencia decisiva, no se puede ser verdaderamente ortodoxo sin ser al mismo tiempo auténticamente católico, profesando una fe unitaria y universal, independientemente de las instrumentales polémicas posteriores sobre los detalles de las formulaciones. Sobre esta base, el Papa Prevost podrá tratar de mantener y desarrollar las buenas relaciones con el patriarcado de Moscú y con la Rusia de Putin, que lo felicitó por su elección y manifestó “su confianza en que el diálogo constructivo y la interacción establecidos entre Rusia y el Vaticano continuarán desarrollándose sobre la base de los valores cristianos que nos unen”.
La inspiración más reciente, probablemente la decisiva para la elección del nombre, es la del Papa Pecci, que se abrió a los desafíos de la modernidad considerando que las tareas de la Iglesia incluían también la actividad pastoral en el campo socio-político . León XIII es recordado como el “Papa de las encíclicas”: escribió nada menos que 86, con el propósito de superar el aislamiento en el que se encontraba la Santa Sede tras la pérdida del poder temporal con la unificación de Italia. Es poco probable que el Papa estadounidense imite tal frecuencia de textos oficiales, porque estamos en una época de comunicación continua y reducida a las frases breves de las redes sociales, que Prevost invitaba como cardenal a “usar con prudencia”, reflexionando mucho antes de lanzar post poco prudentes, como los de su presidente (y pseudo-papa) de Washington. Pecci fue también el “Papa de los trabajadores” o “Papa social”, sobre todo en virtud de la Rerum Novarum que inauguró la reflexión sobre la doctrina social de la Iglesia, un texto que atrae mucho la atención de los rusos.
El actual patriarca de Moscú, Kirill (Gundjaev), elaboró a finales de los años noventa una concepción ortodoxa de la doctrina social, invitando a los católicos que se encontraban en Rusia a colaborar, precisamente comparando las encíclicas desde León XIII hasta Juan Pablo II, y la gran literatura del siglo XX sobre el compromiso de la Iglesia en las relaciones políticas y sociales. En el sínodo ruso del jubileo del año 2000, que celebraba también el comienzo de la presidencia de Vladimir Putin, Kirill hizo aprobar este documento que señalaba las directrices para un nuevo desarrollo de la Rusia soberanista, e introdujo los puntos clave de la “defensa de los valores tradicionales” de toda injerencia externa, sobre una base de contenidos muy compartidos con la doctrina católica.
León XIII escribió la encíclica social en 1891, y una de sus fuentes de inspiración fue precisamente un autor ruso, el gran filósofo Vladimir Soloviev, que dos años antes había difundido por toda Europa un texto en el que proponía una nueva visión del mundo, la Rusia y la Iglesia universal. Él proponía recuperar el sentido originario de la tradición cristiana, y sobre todo la unidad originaria de ortodoxia y catolicismo, superando las divisiones históricas, bajo la guía temporal del zar y la autoridad espiritual del Papa. Un gran admirador suyo fue el influyente cardenal de Zagreb, Josip Strossmayer, que presentó el volumen al Papa con una carta del mismo Soloviev, preguntándole si estaría dispuesto a realizar un proyecto tan utópico, que él definía la “libre teocracia” y que en su opinión constituía la “misión especial” de la Rusia religiosa y monárquica, pero necesitada del primado petrino y de la infalibilidad papal, proclamada dogmáticamente poco antes. León XIII respondió que era una “idea bellísima, pero irrealizable salvo un milagro”.
En la redacción de la encíclica se percibe, sin embargo, una cierta influencia de las teorías de Soloviev, que señalaba una “tercera vía” entre las grandes ideologías sociales del liberalismo y el socialismo, en cierto sentido del Oriente y el Occidente, que en Rusia se enfrentaban desde hacía un siglo en las filas de los “eslavófilos” y los “occidentalistas”. Efectivamente, en la Rerum Novarum se insiste en el concepto de la “tercera vía”, tratando de mediar entre las posiciones de orientación socialista y revolucionaria y las propias del liberalismo económico de corte capitalista, una reflexión que fue retomada y profundizada en las encíclicas de los Papas posteriores, la Quadragesimo Anno de Pío XI en 1931, la Mater et Magistra de Juan XXIII en 1961, la Populorum Progressio de Pablo VI en 1967, hasta la Centesimus Annus de Juan Pablo II en 1991, al final de la época soviética.
El Papa Francisco, cuyo magisterio ha prometido continuar León XIV - con quien mantuvo una relación muy intensa desde los tiempos de su misión en Perú, cuando era arzobispo de Buenos Aires - escribió en 2020 su confirmación de la doctrina social en la encíclica Fratelli Tutti, pidiendo precisamente también a aquellos que están divididos por las circunstancias humanas que se reconozcan hermanos en cuanto hijos de un único Creador, necesitados de tomar conciencia de que en un mundo globalizado e interconectado sólo podemos salvarnos juntos. El Papa argentino estaba inspirado en el documento sobre la fraternidad humana, que firmó junto con el Gran Imán de Al-Azhar en 2019, y ahora le toca al Papa estadounidense-peruano retomar esas grandes inspiraciones, antiguas y recientes, para construir la paz entre los pueblos en guerra, las confesiones cristianas y las religiones del mundo. Esta es la tarea específica del Pontífice universal, el “constructor de puentes” como los que evocó el Papa Prevost desde el balcón de San Pedro, ante la inmensa multitud de todos los pueblos y naciones, deseando “la paz esté con todos ustedes, ¡Dios ama a todos!”.
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